22.

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— Te digo que no puedes irte todavía. — Nanami no despegaba la mirada de su computadora.

— Pero mi contrato finalizó ya, no tengo nada que hacer aquí. — Nanami suspiró y volteó a mirar al albino.

— El hospital está bajo una investigación por lo que pasó por Mei hace unos días, ¿crees que puedes irte como si nada? — Satoru se cruzó de brazos.

— No tengo nada que ver con lo que ella haya o no haya hecho. — Nanami acomodó sus lentes.

— Mei era la única que estaba aplicando para suplir tu puesto como doctora jefe. No puedes irte ahora, Satoru. — el albino negó con la cabeza.

— Mira, no me interesa. Mi contrato terminó y no quiero seguir viniendo. — Satoru se dio media vuelta para comenzar a caminar hacia la salida.

— Satoru, te necesitamos aquí. — Satoru no volteó. Salió del lugar un poco molesto y se topó con Shoko.

— Hey, ¿qué pasa contigo? — la castaña llevaba un par de papeles entre sus manos.

— Nanami quiere que siga trabajando. — Shoko suspiró.

— Lo veía venir, sinceramente. Sin Mei, necesitamos a alguien más para suplir sus turnos y si te vas, será mucho peor. — Satoru rodó los ojos.

— No es mi problema, me voy. — el albino comenzó a caminar fuera del hospital dejando a Shoko con la palabra en la boca.

Estando afuera, se dio cuenta de la cantidad de autos que estaban estancados en el tráfico. Satoru no entendía porqué hasta que llegó a su calle y se dio cuenta que metros más adelante había una manifestación de estudiantes. Curvó una sonrisa y agradeció vivir cerca del hospital, si estuviese en un auto, probablemente estaría muy enojado por estar retenido en ese tráfico.

Al llegar a su departamento, quitó sus zapatos y camino hacia la cocina para tomar un poco de agua. Estaba algo molesto por todo lo que estaba pasando en el hospital, pero nada hacía que de su cabeza desapareciera el hecho de que, a metros, podía estar Suguru y que ya no eran, ni siquiera, amigos.

Con los ánimos en el subsuelo, toma un sorbo de agua y se acerca a pasos perezosos a su habitación. Se tira en la cama y luego de un suspiro, escucha su puerta principal siendo golpeada con fuerza.

Satoru se levantó de golpe un poco asustado por la repetición de golpes en su puerta, cada uno más fuerte que el anterior.

— ¡Satoru! — era Umiko. Era Umiko y estaba llorando.

Satoru se apresuró a abrir la puerta luego de saber que era la pequeña. Cuando la abrió, la niña estaba mirándolo en un mar de lágrimas y con su vestido sucio de vomito.

— Papá... papá está vomitando. — Satoru tragó saliva y corrió hacia el departamento de Suguru.

El pelinegro estaba tirado en el suelo de la cocina con vomito alrededor de él.

— ¿Dónde está Mahito? — preguntó Satoru cuando se acercaba a Suguru.

— Salió hace un rato. — la niña sollozaba.

Satoru se inclinó un poco para poder levantar a Suguru, pero al momento de agarrar al pelinegro separó sus manos rápidamente de los brazos de Suguru. Estaba hirviendo.

— Mierda, ¿qué pasa con esa fiebre? — Satoru volvió a tomar entre sus brazos a Suguru haciendo que se levantara un poco embobado. Suguru estaba muy débil.

— Papá siempre tiene fiebre. — Satoru miró a Umiko sin entender. — Mahito siempre está cuidando de él y poniéndole pañitos húmedos en su cabeza. — Satoru tragó saliva.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora