14.

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Indiscutiblemente Satoru sentía cada vez más distante a Suguru. No sabía si era porque estaba trabajando horas extras en su trabajo o si, simplemente, era su elección estar tan separado del albino últimamente, pero eso no se sentía para nada bien.

Satoru, con la mirada perdida, tomaba su merienda del turno nocturno mientras miraba hacia la nada. Estaba sentado en una banca fuera del hospital ya que, por un momento, le pareció buena idea salir a tomar aire en lugar de quedarse en su consultorio disfrutando del buen clima que hacía dentro de este.

— Hey. — el albino se sobresaltó casi dejando caer su sándwich. Creía que estaba completamente solo afuera, pero la voz de Utahime lo hizo reaccionar. — Se acabó tu descanso, mueve tu trasero que hay trabajo.

— Sí, lo siento. — Satoru metió el resto de su sándwich en una bolsa de papel y, justo cuando iba a regresar al hospital, se topó con una mirada confundida por parte de la pelinegra.

— ¿Estás... estás bien? — preguntó la chica un poco insegura de si debía hacer o no esa pregunta.

Satoru parpadeó varias veces un poco incrédulo de que Utahime haya sido amable por un momento y se hay interesado en el estado de ánimo del albino.

— Sí, claro... lo estoy. — Satoru sonrió nervioso haciendo que Utahime lo mirara aterrada.

— ¿Qué te pasa? — Satoru enarcó una ceja. — Estás actuando como una persona completamente distinta, ¿quieres decirme, por favor, qué pasa? — Satoru tragó saliva. No pensaba que fuese tan obvio.

— ¿De qué estás...? — Satoru no pudo continuar mintiendo, la cara seria de Utahime le gritaba que no iba a parar de hacer preguntas hasta que dijera la verdad. El albino suspiró.

— Escúpelo. — Satoru apartó la mirada.

— Creo que... creo que me he enamorado solo. — Utahime relamió sus labios un poco incómoda.

— ¿Qué? — Satoru volvió a suspirar.

— Olvídalo, ¿quieres? — la chica chasqueó sus dientes.

— Anda, cuéntame. Te odio y por eso quiero saber sobre tus tragedias. — Satoru rodó los ojos.

— Yo... no lo sé, ¿ok? — Utahime lo miró confundida. — Estábamos bien, todo estaba perfectamente bien. Incluso tenemos un gatito. — la chica enarcó una ceja. — Ahora simplemente lo deja en mi puerta cuando no puede cuidarlo y corre a su trabajo todo el tiempo.

— Es una persona ocupada, entiéndela. — Satoru bajó la mirada.

— ¿Eso crees? — el albino rascó su nuca. — Lo extraño mucho, ni siquiera sé porqué parece que no quisiera ni verme a los ojos. — Utahime se encogió de hombros.

— A lo mejor malinterpretaste sus intenciones. — Satoru la miró confundido.

— ¿Cómo que malinterpreté sus intenciones? — Satoru comenzó a reír de una forma bastante nerviosa.

— Quizá no te quería de forma amorosa.

— No, claro que no. Me quiere tanto como yo a él... — apartó la mirada. — Al menos eso era lo que pensaba.

— Solo dile cómo te sientes, pueden solucionarlo. — Satoru la miró un poco triste.

— Sí... tú más que nadie sabe que eso no va a pasar. — Utahime frunció el ceño.

— ¿Sigues teniéndole miedo a expresar tus emociones y decir lo que te afecta? — Satoru se encogió de hombros sin decir nada. — Vamos, eres una adulto ya. Puede que de adolescentes estemos muy asustados de eso, pero ya crecimos, Satoru. Debes aprender a actuar de acuerdo a tu edad. — el albino puso los ojos en blanco.

— No voy a decirle nada. Supongo que solo quiere su espacio. — Satoru comenzó a caminar hacia dentro del hospital.

— ¿Y si no? — habló Utahime volteando a ver al albino. — ¿Y si pasa algo malo? — Satoru volteó a mirarla.

— ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que me pida no vernos más? — Satoru se encogió de hombros. — Puedo lidiar con eso, al fin y al cabo, he estado mucho tiempo solo. — volvió a mirar hacia al frente y ahora sí entró al hospital dejando a Utahime con la palabra en la boca.

Estando dentro de su consultorio, soltó todo el aire que había estado conteniendo y sacó su celular de su bolsillo. Revisó si tenía algún mensaje o llamada del pelinegro, pero desde hace dos días no recibía ni siquiera una mentada de madre por parte de Suguru.

¿Había hecho algo mal Satoru?

Llegando a casa al día siguiente, Satoru mira de reojo el departamento de Suguru que se encuentra entre abierto y se da cuenta de que provienen risas desde el interior del lugar.

Satoru se acercó un poco al departamento del pelinegro intentando no ser visto, pero falló en el intento. Umiko lo vio.

— Satoru. — gritó la niña corriendo hasta la puerta contenta y abriéndola más. — ¿Por qué ya no te veo casi? — hizo puchero.

Satoru iba a responderle a la niña, pero después de que la puerta fue abierta de par en par,  se dio cuenta de que Suguru tenía compañía.

Era un hombre más o menos de su edad, cabello igual de largo que el pelinegro, pero este era gris.

— Satoru. — Suguru sonreía un poco incómodo. Satoru mordió su labio inferior un poco ansioso. ¿Qué estaba mal y por qué Suguru había cambiado tanto de la nada?

— Suguru... — Satoru se forzaba a sonreír.

El chico que Satoru no conocía miraba a los dos presentes esperando ser presentado. Como vio que estos dos no dejaban de mirarse, habló por sí solo.

—  El famoso Satoru, un placer, soy Mahito. — Satoru volteó a ver al chico un poco serio.

— Un placer. — dijo intentando sonar tranquilo.

— Mahito es amigo de infancia, no vive en la ciudad, pero tiene unos asuntos que resolver y estará un tiempo aquí. — Satoru miró a Suguru.

— ¿En tu... en tu departamento? — Suguru asintió. — Ah, maravilloso. — Satoru volvió a usar su sonrisa fingida y miró a Umiko. — Bueno, pequeña, debo ir a descansar, espero que tengas un buen día hoy.

— Anda, quédate. — Umiko volvió a hacer puchero. — El gatito te extraña. — señaló hacia una almohada en una esquina del departamento donde dormía el pequeño gatito.

— Prometo pasar por él en un par de horas, ¿vale? — Satoru miró ahora a Suguru. — Nos vemos. — fue lo último que dijo antes de salir del departamento cerrando la puerta tras de sí.

Suguru suspiró y miró a Mahito con un poco de tristeza.

— Es muy guapo. — comentó Mahito haciendo que el pelinegro cerrara sus ojos asintiendo.

— Demasiado. — Mahito curvó una sonrisa.

— Escucha, Suguru. Entiendo que estés muy asustado por tu salud y por preocuparlo con lo que sea que tengas en mente, pero creo que alejarte de la nada le afectará más. — Suguru abrió sus ojos y suspiró.

— Solo necesito que mi estado físico mejore, solo intenta tratarme estos días y así podré volver a él como si nada. — Mahito rodó los ojos.

— Soy enfermero, no un médico. Necesitas que te revise alguien y descarte cualquier cosa, no puedes esperar que porque yo te atienda, tus dolores desaparezcan. – Suguru se quedó mirando hacia la nada sin decir nada.

— Solo no quiero que se preocupe por mí... Satoru ya tiene mucho con qué lidiar. — Mahito chasqueó sus dientes.

— ¿Entonces quieres esperar a que te sientas peor? — Suguru lo miró. — Anda, hombre. Seguro que él querrá lo mejor para ti y estará agradecido de que hayas tenido la confianza de admitir que necesitas su ayuda.

— Ya me ayuda mucho con Umiko, no quiero que...

— Estás rompiéndole el corazón, Suguru. — el mencionado tragó saliva. — ¿Crees que no noté sus ojos casi cristalizados mientras te miraba? — Suguru apartó la mirada. — No lo hagas pensar que algo está mal con ustedes cuando el único que está mal eres tú.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora