Ahora Suguru estaba sentado en una de las sillas del consultorio de Satoru mientras este tecleaba un par de cosas en su computadora. Umiko miraba un poco asustada a su papá, tenía 9 años y no recordaba la primera ni la última vez que había estado en un hospital, así que era un lugar nuevo para la niña.
Satoru escribió unas últimas cosas y con una sonrisa, dirigió su mirada hacia la niña. La pequeña respiraba con nerviosismo sin entender qué estaba pasando.
— Geto Umiko. — dijo haciendo que la niña lo mirada con ojos muy abiertos. — ¿Ese es tu nombre, no? — la pequeña asintió. – Perfecto. — comenzó a escribir nuevamente en su computadora.
Suguru solo miraba a su al rededor. El consultorio de Satoru era el doble de grande que la casa en la que el pelinegro nació. Ahora un pensamiento estaba en su cabeza; si Satoru era doctor y, se notaba que le pagaban bien, ¿por qué seguía viviendo en una calle tan básica como la cornelia street? o, mejor dicho, ¿por qué en ese edificio tan feo?
— ¿Tienes cuántos años? — la niña miró a su papá porque no sabía la respuesta. Suguru curvó una sonrisa y miró a Satoru.
— Tiene 9, cumplirá 10 el 13 de diciembre. — Satoru sonrió.
— Genial, solo faltan 8 meses para nuestro cumpleaños. — la niña lo miró asombrada.
— ¿También naciste en diciembre? — Satoru asintió con una sonrisa en su rostro. – Wao. — dijo la niña mirando a su papá que ahora tenía una pequeña sonrisa en sus labios.
Satoru devolvió la vista a su computadora y comenzó a ingresar los datos de la niña.
— Datos básicos como donde vives ya los sé, así que los estaré escribiendo, mientras, pueden hablarme de la madre de la niña y si tiene algún antecedente de enfermedades o... — Suguru aclaró su garganta interrumpiendo a Satoru.
— Murió en el parto. — la mirada de Satoru aterrizó en Suguru que no había borrado la pequeña sonrisa de su rostro. Al parecer era un tema superado.
— Oh, vaya. — Satoru relamió un poco sus labios y comenzó a escribir. — ¿Alguna enfermedad o solo fueron complicaciones a la hora del parto? — preguntó sin mirar al pelinegro.
— Eran gemelas. — Satoru miró a Suguru con un poco de tristeza. — Nos advirtieron que sería un embarazo riesgoso porque el peso de ella no era el adecuado para lidiar con dos niñas en su vientre. Nos dieron la opción de sacar a una de las niñas, pero no lo quisimos así. — Satoru tragó saliva. — Decidimos seguir con el parto sin importar lo que los médicos dijeron.
La niña miraba hacia la nada. Umiko estaba pequeña, pero, sorprendentemente, estaba consciente de muchas cosas en su vida.
— Oh... — Satoru miró por un momento a Suguru.
— Murió después del parto y mi otra niña lo hizo a las pocas horas de haber nacido. — la voz de Suguru se había convertido en un susurro ahora.
— Entiendo. Lo siento mucho. — Suguru intentó darle una sonrisa, pero se vio más como una mueca. — ¿Y tú, alguna enfermedad? — Suguru ladeó un poco su cabeza.
— Solo una anemia. — Satoru lo miró curioso.
— ¿De qué tipo? — dirigió su mirada al computador y comenzó a escribir.
— No lo sé, fui diagnosticado como hace 6 años. — Satoru lo miró.
— ¿Te has cuidado? — Suguru curvó una sonrisa asintiendo.
— Por supuesto, no hay nada de qué preocuparse. — Satoru no sabía porqué tenía la pequeña corazonada de que Suguru mentía, pero no quiso insistir en el tema y simplemente continuó llenando los datos de Umiko.
— Bien. Ven aquí, Umiko, voy a pesarte y luego te haré una revisión general, ¿está bien? —la niña asintió y Satoru se levantó de su asiento.
El chequeo fue algo casual, sin embargo, Satoru le tomó una muestra de orina y de sangre para hacerle unos análisis y descartar que fuese también algún tipo de anemia.
— Los resultados estarán listos en uno o dos días. — dijo Satoru volviéndose a sentar en su silla para comenzar a pasar el reporte al computador.
— Está bien. Gracias por esto. — Suguru miró a la niña y sonrió. — ¿Quieres ir por un helado? — ella asintió energética.
— Fua, yo también quisiera que me invitaras un helado. — soltó Satoru haciendo que el pelinegro lo mirara. — Es aburrido crecer y que ya nadie te dé helado gratis. — hizo puchero haciendo que la niña riera. — Como sea, te daré los resultados cuando estén listos.
Un poco cansado del día, Satoru acababa de salir de tomar una ducha y ahora estaba sentado en su balcón tomando un té. Todavía no sabía porqué la primavera era tan bonita, pero tan confusa en cuanto al clima, sin embargo, él seguía saliendo al balcón a disfrutarla en lo que cabía.
Su puerta siendo tocada fue el motivo por el que puso su té en la mesita que tenía en su balcón y entró a la casa para poder abrirla.
Con un poco de asombro, Satoru miró hacia Suguru que estaba parado frente a él con dos paletas congeladas en sus manos.
— Mi forma de pagar la consulta de hoy. — Suguru sonreía.
— Suguru... — Satoru sonrió un poco y se hizo a un lado para que el pelinegro pudiera entrar.
— Umiko está en casa de su abuela materna hasta las 8, así que tengo dos horas para gastar en ti. — Satoru cerró la puerta tras de sí y volteó a ver a Suguru.
— Me siento afortunado. — caminó hacia el sofá y Suguru lo siguió sentándose junto a él. El pelinegro extendió una de las paletas hacia Satoru y este la tomó.
Era de limón. Satoru amaba el limón.
— Creo que le atiné al sabor. – dijo Suguru orgulloso después de ver la cara encantada de Satoru.
— Lo hiciste. — Suguru sonrió de lado y miró hacia el balcón.
— ¿Por qué vives aquí? — Satoru dejó de abrir su paleta para dirigir su mirada hacia el pelinegro. — Digo, no es que sea feo tu departamento, pero no creo que esté a tu nivel. — Satoru se encogió de hombros volviendo a su paleta.
— Mis papás murieron en un accidente cuando era muy pequeño. Mi única familiar era una tía que vivía en este departamento, así que tuvo que recibirme. — Suguru lo miraba atento, pero Satoru no despegaba la vista de su paleta. — Dejó a un lado gran parte de sus proyectos por cuidar de mí y llevarme por un buen camino.
Satoru levantó la mirada.
— Cuando tenía 17 y apenas iba a decidir qué estudiar, ella falleció de un cancer al que nadie le encontró una razón lógica para que se la llevara tan de la nada. — sonrió un poco. — Esa fue la razón por la que decidí ser doctor. Sin embargo, no pienso irme de aquí jamás. Es mi hogar, es donde crecí y me volví lo que soy ahora.
Suguru sonrió.
— Entiendo. Lamento lo que pasó. — Satoru metió su paleta a la boca y simplemente se encogió de hombros. — Y te agradezco una vez más por interesarte en la salud de Umiko.
— Tranquilo, cualquier persona tiene derecho a la salud. — Suguru sonrió y dirigió su mirada hacia el resto del lugar.
Su vista se detuvo cuando en una esquina de la habitación estaba la bandera de la bisexualidad colgada. Apartó la mirada rápidamente y sonrió un poco.
— ¿Qué? — preguntó Satoru.
— Nada. — dijo comenzando a comer su paleta todavía sonriendo.

ESTÁS LEYENDO
Cornelia Street. [SatoSugu]
Romance- ¿Qué estás haciendo? - Suguru sonreía desde donde estaba viendo a Satoru pegar algo en su puerta. - ¡Tadan! - el albino se apartó de la puerta para que Suguru podía leer lo que estaba escrito en el cartel que había pegado. - ¿Cornelia Street...