23.

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Mahito miraba a Nanami y a Satoru hablar a un par de metros de él. Umiko estaba sentada a su lado mirando hacia la nada mientras meneaba sus pequeñas piernitas de un lado a otro. El chico se levantó de golpe cuando vio a Satoru acercarse a él.

— Suguru está bien, Nanami se encargó de sacar unas muestras de sangre para hacer unos estudios y determinar qué es lo que ha estado ocasionando esas fiebres, pero está bien. — Satoru rascó su nuca. — Puedes entrar a verlo. — Mahito lo miró por un momento.

— ¿No quieres ir a verlo tú antes? — el albino relamió sus labios.

— No, yo... — Satoru dejó de hablar y miró hacía la puerta de la habitación donde estaba Suguru. — Creo que sí... creo que iré. — Mahito le dio una pequeña sonrisa y volvió a sentarse junto a Umiko.

— ¿Escuchaste, pequeña? papá está bien. — dijo Mahito sonriéndole a Umiko.

Satoru abrió la puerta del lugar lentamente y asomó un poco su cabeza. Suguru estaba acostado mirando hacia el techo, cuando sintió la puerta abrirse, miró sin ánimos hacia la entrada, pero sus ojos se agrandaron cuando notó que era Satoru.

— Satoru. — Suguru sonrió al decir el nombre del albino. El corazón de Satoru se aceleró, estaba tan enamorado.

— Suguru. — Satoru ingresó a la habitación y cerró la puerta tras de sí.

Luego de quedarse viendo unos segundos, Satoru decide acercarse a la cama donde Suguru descansaba. Miró hacia uno de sus brazos y se dio cuenta de que estaba canalizado.

— Estarás bien en unos dos o tres días y te darán de alta. — Suguru asintió. — Estás canalizado porque has perdido mucha energía y el suero te... — Satoru dejó de hablar cuando notó que Suguru lo miraba con cariño. — ¿Qué? — Suguru palmeó un costado de su cama indicándole que se sentara junto a él y Satoru obedeció.

— Todo eso me lo dijo Nanami antes de salir. — Satoru apartó la mirada un poco sonrojado porque era obvio que Nanami le había dicho su situación una vez estaba estable. — Pero me encanta verte hablar de lo que mejor sabes. — Satoru lo miró.

— ¿Sabes qué me encanta a mí? — Suguru lo miraba con atención. — Saber que estás bien, Suguru. — el pelinegro sonrió.

Satoru no pudo evitar notar que los ojos del pelinegro se notaban cansados, así que se levantó de la cama y con una sonrisa, pasó una de sus manos por la cabellera suelta de Suguru.

— Dejaré que Mahito y Umiko vengan a verte para que puedas descansar un poco. — se inclinó hacia adelante y depositó un dulce beso en la frente de Suguru.

— Tú... — Suguru comenzó a hablar haciendo que Satoru lo mirara atento. — ¿Tú puedes quedarte conmigo hoy? — Satoru sonrió.

— No tenías que pedirlo, por supuesto que lo haré. — Suguru sonrió.

— Gracias... — Satoru puso ahora su mano en la mejilla de Suguru.

— No tienes que agradecer nada. Lo hago todo con amor. — Suguru bajó la mirada.

— Amor. — el pelinegro mordió su labio inferior un poco avergonzado. — ¿Aún sientes eso por mí? — Satoru lo miró con el ceño fruncido.

— Nunca he dejado de sentirlo, Suguru. — el mencionado levantó la mirada para toparse con los azules ojos del albino. — Nunca he dejado se sentir que te quiero. — Suguru volvió a bajar la mirada.

— Creí que... creí que había arruinado todo por... — Satoru se acercó más a él haciendolo abrir sus ojos como platos.

— Olvidalo, Suguru. Yo soy quien debe pensar que actuó mal al momento de no creerte cuando me advertiste sobre todo esto. — Satoru miró los labios del más bajo. — Por eso desearía devolver el tiempo y poder cambiar algo de eso.

— No importa, Satoru. — Suguru también miraba los labios del albino. — ¿Qué me va a importar a mí lo que haya pasado si ya te tengo frente a mí mirándome con esos hermosos ojos? — Satoru sonrió.

— Cállate. — dijo el albino sin poder evitar soltar una pequeña risita.

— Cállame. — Susurró Suguru mirando con ternura a Satoru. El albino lo miró aún sonriendo y se tiró a sus labios como si estos fueran a escapar.

Suguru, rápidamente, correspondió al beso casi quedando sin aliento por lo bien que se sentía volver a besar a Satoru.

Ambos chicos se sobresaltaron cuando la puerta del lugar se abrió y Umiko apareció frente a ellos.

— ¿Ya has vuelto a ser mi papá? — preguntaba Umiko emocionada luego de haber pillado a Satoru besando a Suguru.

El albino miró hacia la puerta sonrojado encontrándose con Mahito apretando sus labios para no soltar una carcajada.

— Umiko... — reprendió Suguru haciendo que la niña hiciera puchero.

— Saldré un momento a hablar con Nanami, los dejo. — Satoru iba a salir de la habitación, pero la cara maquiavélica de Mahito lo hizo enarcar una ceja. — ¿Qué hay con esa cara? — Mahito se encogió de hombros.

— Nada, nada. La próxima pongan seguro a la puerta. — Satoru puso los ojos en blanco y salió del lugar dejando a Mahito riendo.

Luego de hablar con Nanami sobre la condición de Suguru, el rubio le dijo que en un par de días saldrían los resultados de los exámenes y, aunque Satoru ya no trabajara ahí, Nanami se iba a encargar de enviarle una copia de los resultados.

— Y en su mesita de noche están las pastillas del colico por si...

— Ay, Suguru, ya sé. — Mahito tenía los ojos en blanco. — Cuidaré bien a Umiko hasta que te den de alta.

Suguru suspiró y miró a Satoru que estaba sentado en una silla a su lado.

— Tranquilo, estoy seguro de que Umiko está en buenas manos. — Satoru miró a Mahito. — O eso quiero creer. — Mahito lo miró ofendido haciendo que Satoru sonriera.

— Estaremos bien, animal. — dijo Mahito haciendo sonreír a Umiko.

— Animal. — repitió la niña riendo.

Suguru miró enojado a Mahito y este solo sonrió comenzando a caminar hacia la salida de la habitación.

— Nos vamos. — Mahito volteó a ver a Satoru. — Intenta no hacer cosas indebidas mientras no estamos. — Satoru rodó los ojos.

Cuando Mahito salió de la habitación, Suguru miró a Satoru con una sonrisa en sus labios.

— ¿De qué cosas indebidas te hablaba? — Satoru sonrió.

— Para esos temas no estás enfermo, ¿cierto? — Suguru apartó la mirada sin borrar la sonrisa de sus labios.

— Tal vez. — Satoru negó con la cabeza riendo.

— Cuando te recuperes, puedo explicarte de qué hablaba Mahito. — Suguru lo miró.

— ¿No seria mejor si me lo demostraras con ejemplos? — Satoru enarcó una ceja.

— Oye, estoy empezando a creer que te han cambiado la personalidad. ¿Quién eres? no eres Suguru. — el pelinegro soltó una carcajada.

— ¿Qué harías si te digo que no soy el Suguru original? — Satoru ladeó su cabeza y lo miró con una dulce sonrisa.

— No te creería. No importa si mis ojos me dicen que eres Suguru, lo que importa es lo que diga mi alma y, Suguru... mi alma siempre te conocerá.

Cornelia Street. [SatoSugu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora