☆ doce ☆

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—Así que tenés a tu cuñada rompiendo las bolas en casa—Afirmó David mientras prendía el cigarrillo que tenía entre los dedos, Charly que se encontraba a su lado asintió y dio una calada al suyo.

La casa de David era muy bonita, tenía un jardín en su balcón con muchas plantas vivas, por dentro también estaba lleno de arreglos y cositas colocadas por Luis estratégicamente para ser bonito, figuras de cerámica y otras cosas que hacían ver que vivían un par de músicos homosexuales ahí, los visitaba cuando no tenía a dónde más ir, estar cerca de esa casa le daba una paz impresionante, Luis lo hacía parecer todo más acogedor desde que lo conocían.

—Tiene un día y estoy hasta el orto, a una de decirle que se las tome—Se quejó mientras se acomodaba en la silla incómoda en dónde se encontraba sentado, seguramente esa silla la había comprado David.

—¿Y ella que dice?—Continuó fumando sin cuidado mientras veía a su amigo retorcerse como un gusano en la silla, parecía ansioso o incómodo, pero no preguntó nada.

—Tampoco la quiere ver pero se aguanta por dejar las cosas hasta ahí—David asintió ante esto, no había mucho que le pudiera aconsejar pero era bueno escuchándolo—Cuando la veo me recuerdo a Rosita, la manera en la que habla—Admite, su amigo casi se ahoga con el humo de la impresión, cuando por fin pudo reponerse habló con sorpresa.

—¿Seguís con eso Carlitos? sí ya a pasado tanto... che casi hacés que me ahogue y aquí quede loco—Lo regañó, después tomo agua del vaso que tenía en la mesita de a un lado.

—Sí hubiera querido que me critiquen voy a donde Pedro, Lebón—Rodó los ojos, estaba hablando en serio.

—No es crítica, es que pensé que ya todo estaba en el pasado y que vos estabas bien con eso—

Su amigo no estaba del todo equivocado, él también lo había pensado, creía que con aceptar los sentimientos que tenía hacía Olivia sería suficiente para avanzar y superarlo, pero no lo fue, la herida seguía ahí como quiera y no entendía que caer con ello.

—No entiendo porque no puedo dejar de soñarla David, y es que ni la extraño a ella simplemente que la quiero cagar a piñas—

—¿No crees qué sería mejor que lo hables con Olivia?—Luis, que iba pasando a la habitación y escucho toda la conversación sin querer, intervino sin cuidado.

—¿Y vos que querés que le diga, luis? ¿Que le cuente toda la historia de mi vida? a ella no le interesa saber con quién es que estuve, a mi tampoco me interesaría posta—

—Pero no se trata de eso y lo sabés bien—David permaneció en silencio y poco a poco Luis estaba parado más cerca, agradecía internamente a lo que existiese el tenerlo como su pareja, siempre sabía que hacer o decir en situaciones como esas, por eso lo amaba tanto— Es cuestión de lo que tenés guardado, por algo tus sueños lo expresan, además tu que sabés de lo que ella quiere saber o no, ¿o le haz preguntado?—

—¿Y sí se piensa que yo soy el malo? no es tan fácil loco, me voy a mear del terror—

—Es tan fácil como vos queres que sea Charly, ella a dado todo por ti incluso cuando haz sido una vil poronga—Agregó David, Spinetta levantó una sola ceja, él habría dicho lo mismo que su novio, pero no de la misma manera.

—Creo que sí, gracias por escucharme, que soy de madera para esto—

García caminó hasta casa ese día arrastrando los pies, le faltaba pensar, pensar en sí merecía la pena en verdad contar lo que le atormentaba a la única mujer que en realidad lo había querido, pensar en que es lo que diría Olivia al saber lo que hubo antes de su familia, no quería seguir ocultándole nada, quería ser honesto por primera vez en su vida y eso le aterraba, retumbaran las palabras de sus padres en la cabeza, que la música no le llevaría a ningún lado como trabajo, que ni siquiera se casaría o tendría alguien que en verdad lo quisiese sin interés después de eso, se creía cada una de sus palabras sin cuestionar y pensaba que ella también las creería.

la grasa de las capitales 1979, charly garcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora