☆ veintisiete ☆

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—¿Te queres casar conmigo?—
Dijo Pedro posado en una rodilla mientras le extendía una pequeña caja aterciopelada en rojo, ella siempre había soñado con casarse, tener una familia unida y una casa acogedora, pero jamás así, no con alguien que no estaba segura de amar, no con alguien que no fuese Charly.

—Yo... sí—
Respondió titubeante mientras observaba la cara decaída y decepcionada de los que eran sus amigos, juzgándola, con vergüenza y tristeza evitaba ver a Charly a los ojos, el chico que simplemente se limitó a lagrimear en el fondo sin decir palabra que lo impidiera, ninguno lo podía creer, nadie habría podido adivinar que esa cena organizada apenas llegar de Rosario acabaría en aquello, ni siquiera ella, el chico frente a ella sé puso de pie y le pidió extender su mano izquierda, ella obedeció y una sortija con un pequeño diamante se deslizó por su dedo sin problemas, le quedaba a la perfección.

—¡Despertare! ¡Oli despierta!—Le dijo su esposo mientras le sacudía el brazo con desespero, ese estupido sueño otra vez.

—¿¡Que te pasa!?¿¡Por qué me despertas así!?—Dijo  levantando la voz con molestia mientras se sentaba sobre la cama, definitivamente estaba agradecida de haber despertado pero no entendía porque Pedro estaba tan alterado.

—¡Aura! ¡Aura tiene algo! ¡levantate!—Le ordenó sin guardar más calma.

La castaña sé puso de pie en un segundo y sin calzar corrió por el pasillo hasta la habitación de su hija, la pequeña estaba recostada y respiraba rápidamente sin tomarse un descanso mientras se tocaba el pecho con desespero, parecía estar adolorida, Oli rápidamente entendió que se trataba de una emergencia y que tenía que llevarla urgentemente al hospital, la tomó entre sus brazos y corrió hasta el auto sin ver atrás, sin pensar un segundo más, ni siquiera tuvo tiempo de notar que su marido no estaba acompañándola, subió a su pequeña en el asiento del copiloto y manejó con prisa hasta que pudo llegar al hospital más cercano.

—¡Ayuda! ¡Mi hija no puede respirar!—Gritó con la pequeña en brazos al entrar al edificio haciendo que el personal médico actuara de manera inmediata.

—Quédese aquí, cuando tengamos información se la haremos llegar—Le indicó la enfermera antes de desaparecer por el pasillo.

Era difícil entender cuánto tiempo había pasado pero desde que la pequeña había quedado en manos de los médicos Olivia sentía que una parte de ella la había abandonado, estaba hueca, amanecía y aún no tenía ningún tipo de información, la ansiedad la estaba matando poco a poco ¿Su hija estaba bien? ¿Iba a vivir? Mil preguntas transitaban por su mente sin rastro de respuesta alguna, se sentía sola.

—Estuvo buena, Charly siempre hace lo mejor tratándose de jodas—Señaló Fito mientras se recostaba, Clics Modernos fue recibido de una manera espectacular y era de esperarse que algo así desatara una gran celebración, misma que se extendió hasta el amanecer—Estoy re cansado, vení a dormir conmigo—

—Yo que usted Paez... No me dormía—Le insinuó Fabi coqueta mientras se quitaba las ropas que llevaba encima frente a él.

—Bueno, sí vos queres hacer otra cosa, lo banco—
Rió mientras se acercaba, no importaba lo cansado que pudiese estar, siempre tenia tiempo para ella.

Ya estaban en medio de algo cuando el teléfono comenzó a sonar, ambos pararon de besarse al tiempo  y sé miraron las caras extrañados, nadie los llamaba en la madrugada.

la grasa de las capitales 1979, charly garcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora