☆ dieciocho ☆

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Un mes pasó, para Oli el más largo de su vida, habían cambiado bastantes cosas, finalmente se encontraba viviendo dentro de un espacioso cuarto en el estudio y recibía dinero de su hermana ocasionalmente, estaba mucho menos preocupada, extrañaba mucho su trabajo en la cafetería y el tener tiempo de hacer otras cosas pero ya no podía seguir con sus actividades habituales, el bebé estaba por nacer, de igual manera, Gustavo quién se había convertido en su mejor amigo, la visitaba en ocasiones para subirle los ánimos y traerle nuevas muestras de los pasteles que solían vender, no había hablado casi nada con Pedro después de marcar su distancia, tampoco con Charly, a duras penas lo había visto rondar por ahí, cada que ocurría alguna cosa que directamente le relacionara con él le nacía una necesidad enorme de huir, le parecía imposible volver a dirigirle la palabra de manera natural.

—¿Sabés una cosa? Que hace un frío de mierda acá—Dijo Gus mientras se acurrucaba en su parte del sofá tratando de mantener el calor, la castaña que estaba sentada a su lado con un cárdigan verde puesto, sonrió y se recargó en su hombro.

—Sí, pero es por eso que estamos bebiendo té y leche caliente—

—Me gusta visitarte, siempre tenes música en vivo mmh—Respondió antes de darle un largo sorbo a la taza amarilla de infusión manzanilla, en el fondo podían escuchar el teclado de Charly y la batería de Moro—Me gusta aunque le daría otra letra, lleva ya tocándola un rato, la semana anterior también—

—Aura se mueve cuando lo escucha por largos ratos, aún reconoce su voz—Le respondió, después bufó desganada, estaba cansada de ocultar que no le beneficiaba el tener a Charly tan cerca, seguía pensando en él cada vez más.

—Aún podes decirle algo—Sugirió, su amiga se levantó de su hombro y le miró con una expresión llena de confusión, parecía que siempre le leía la mente.

—¿Lo dices en serio? Ya sabes lo que me va a decir, que me odia y que no le dirija la palabra—Cerati dejó la taza en la mesa de centro y cruzó los brazos mientras negaba.

—Pasó un mes flaca, está claro que no será la misma cosa ya, dime que no queres hacerlo se que es mentira—

—Sí pero no puedo Gus, estoy re cagada y pienso lo peor, ni siquiera lo quiero para mí, quiero que esté en el parto y cerca de su hija, es más difícil hacer esto sola—Le dijo rendida, el de rulos se acercó para abrazarla, ella nuevamente se recargó en él, esta vez en su pecho—No tienes idea, he querido acercarme durante semanas pero cuando estamos cerca tengo ganas de salir corriendo—

—Algo me dice que vos estabas evitando contarme esto como sea— La separó de su pecho para verla a los ojos, ella asintió.

—Es mejor decir que estoy bien y que va todo genial, lo hago con Cata también, así las cosas están en paz Gus—

—Pues no, no mejora nada y mucho menos estás en paz, tenes que sacarlo como sea, podes contarme todo cuando quieras, aquí te escucho—Le regañó pero al mismo tiempo se sintió reconfortante que no tuviera momento para juzgarla por pensar en hacer las pases con Charly.

—Creo que sí debería hablarlo, no estoy segura—Se levantó del sofá con esfuerzo y se dirigió a la puerta—Iré al baño, ¿quieres algo?—Era la tercera vez que iba al baño en una hora, estaba cansada pero el bebé le presionaba la vejiga como sí se le fuera la vida en ello.

—No no gracias, creo que igual ya es hora de irme, deje la cafetería con Estela y no es muy tolerante a la frustración, menos con los clientes—Rió mientras se ponía de pie, la castaña sonrió también, ambos la conocían perfecto y también recordaban los escándalos que hizo cuando Oli aún podía trabajar ahí.

la grasa de las capitales 1979, charly garcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora