☆ veintiocho ☆

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—¿Te parece poco dejarme con Aura muriéndose entre mis brazos? ¡Mi hija sigue en el hospital y lo mejor que sabes hacer es joderme y tirar mierda porque no estuve acá en toda la noche! ¡Pedro eres lo peor que me a pasado en la vida!—Admitió con coraje, tenían horas en la misma discusión desde qué llegó a casa del hospital—Ya no puedo estar más con vos, posta que estoy cansada—

—Dale, que un matrimonio con vos tampoco es lo que me imaginé que sería, podes irte sí quieres, que igual jamás dejaste de pensar en Carlos y lo sabés bien—Remató, él tampoco quería seguir fingiendo que no lo sabía todo.

—Mi hija... Mi hija sé está muriendo ¿Y tu comentario para terminar con nuestro matrimonio es "Nunca dejaste de pensar en Carlos"?—Sollozó incrédula desbordándose de rabia—Toda mi vida me arrepentiré de ese sí—

—Bien por vos y bien por mí, que estar así igual es una mierda... Me alegro tanto de qué Charly ya no quiera nada y ya no te busque, porque sos vil una bruja, pensé que serías mi mejor amiga de por vida, veo que no—Dijo antes de salir de la habitación.

Olivia suspiró y se acurrucó en el suelo de la habitación abrazando sus rodillas, quería llorar un rato en silencio, finalmente había podido decir lo que sentía desde hace años y las emociones se le habían revuelto, tomó las pocas fuerzas que le quedaban dentro y sé dió un baño rápido con agua helada para despertarse, no había dormido nada por hacer guardia en el hospital, se juró a si misma que no se movería de ahí hasta que le dijeran que su pequeña se encontraba mejor o mínimamente más estable, su segunda opción se había cumplido así que regresó a casa unas horas más tarde, al salir del baño sé vistió lo más cómoda que pudo y por primera vez en 4 años se quitó la fea argolla plateada que decoraba su dedo, nunca le había gustado y era la primera vez que lograba admitirlo, una parte en ella tenía miedo y sabía que lo que estaba por venir no sería fácil, pero tenía que hacerlo de todas formas, ella misma quería hacerlo, después de media hora acomodando sus pensamientos Fito pasó para recogerle en el auto, esta vez sin su novia acompañándolo.

—¿Estás mejor?—Le cuestionó al verla subir al vehículo, el menor solamente sé recogió el cabello y dejó a Fabi durmiendo en casa—Parece que sí—

—Ya hablé con Pedro... Nos vamos a separar—Dijo con tranquilidad, Paez sonrío al escucharla, la primera buena noticia en mucho tiempo.

—Me alegra escucharlo, perdón—Admitió mientras le tomaba el hombro suavemente, ella sonrió, habría expresado más felicidad sí no fuese porque Aura no estaba junto a ellos.

—Bien, ¿Vas a llevarme?—Preguntó en un suspiro poniéndose el cinturón de seguridad, Fito tomó el volante con ambas manos.

—Sí, claro que sí—Respondió.

El muchacho se limitó a manejar en silencio hasta el edificio en dónde se encontraba viviendo en ese momento, Paez no quiso decirle a dónde es que dirigían y Olivia se sorprendió al comenzar a reconocer poco a poco el camino que tomaban, hacía tanto que no pasaba por ahí a propósito, de igual manera, ella no quería decir nada de sus suposiciones antes de estar ahí mismo, realmente no le apetecía exponer sus sueños y esperanzas y ver que resultaran una ilusión vacía, al llegar, para su fortuna, las cosas eran tal y como las había imaginado, era su edifico, el edificio que la había acogido al llegar a Argentina estaba frente a ella de nuevo, había vivido el final de su adolescencia y el principio de su adultez ahí y le tenia mucho cariño a las viejas paredes que lo construían.

la grasa de las capitales 1979, charly garcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora