Fotografías

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Pete POV

La semana siguiente nos mantuvimos en una rutina, íbamos juntos a la universidad, si era temprano pasábamos tiempo juntos en las bancas de su facultad, sino nos encontrábamos hasta la hora del almuerzo y por la tarde íbamos a sus entrenamientos en los días programados, para después ir a su casa, los otros dos íbamos directo después de clases.

El lunes como prometió me dejo mirar todas las fotos que guardaba en su apartamento, me advirtió de nuevo lo de las huellas y me entregó una caja de madera con cada foto revelada que tenía, el trato era que estuviera callado mientras él terminaba sus tareas del día y me dejaría verlas todas.

No había mentido cuando dijo que eran casi puros paisajes, las personas que salían estaban de espaldas, desconocidos que habían arruinado sus fotos sin saberlo, después de un rato descubrí que la mayoría de ellas eran durante el atardecer, los tonos naranjas y morados, el sol a medio camino de desaparecer. Coloqué cada amanecer sobre la cama con cuidado de no tocar más allá de la orilla, eran distintas fases de los últimos minutos antes de que oscureciera.

Traté de ponerlas en el orden correcto desde el punto más alto del sol hasta que solo quedaba una resplandor de lo que fue, diferentes puntos de la ciudad, altos, bajos, calles atestadas, montañas olvidadas, el edificio donde tomaba clases, el rio que separaba la universidad, incluso reconocí un par de calles de Bangkok entre su colección, no sabía que estuvo ahí alguna vez.

― ¿Qué haces? ―musitó de la nada arruinando mi concentración.

―Acomodo tus atardeceres. ―expliqué, eran tantos que terminé en una esquina de la cama pegado a la ventana para no arruinar ninguna imagen con huellas o dobleces. ―Ese es el más brillante y éste el más oscuro ¿ves?

― ¿Por qué haces eso?

―Dijiste que me mantuviera entretenido y no te molestara. ―murmuré encogiéndome de hombros. ― ¿Por qué tomas tantas fotos del atardecer? ―levanté la mirada hasta su rostro, había cerrado su libreta, suponía que había terminado con su trabajo.

―A mí madre le gustaba la luz exacta de un punto del atardecer, quiero conseguir la foto perfecta de ese momento. No he tenido suerte. ―asentí observándolas, sentía que tenía cada minuto que duraba la desaparición del sol, pero alguien tan perfeccionista como él debía ver detalles que yo no. ―Esa es la más cercana, pero toda esa gente y autos la arruinaron, ahora trato de encontrar lugares solitarios.

Tomé la foto que señalo, tenía una combinación de los colores de todas las demás, como si fuera el punto medio del atardecer, era bonita, aunque sin todo que estorbaba seguramente se vería mucho mejor, así daba el aire de una simple foto callejera y no lo que él quería.

― ¿No has vuelto a encontrar ese color?

―Es difícil porque en cada lugar los colores se reflejan distinto y al tener la cámara de rollo no puedo estar seguro si la imagen fue la correcta hasta que la revelo. ―asentí colocándola de vuelta en su lugar en mi mosaico de atardeceres. ―Creí que todas estas eran perfectas hasta que me entregaron la copia.

― ¿Por qué no la tomas con tu teléfono? O podemos conseguir una cámara digital.

―Tengo una cámara digital, pero quiero conseguirla con la cámara de rollo que me regalo mi madre. ―era la mayor cantidad de información que me había dado en todo este tiempo.

―Te ayudaré a buscar un buen lugar y podrás regalársela para navidad.

―Ella murió hace dos años. ―musitó con la mirada fija en las fotografías sobre la cama, no hubo un cambio en su voz, ni siquiera se veía afectado a simple vista y aun así odie recordarle algo así.

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