No es el final

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Vegas POV

Desesperación. Huía de ella desde que era un niño, la sensación de no tener control sobre lo que ocurre a mi alrededor era uno de mis peores miedos. El monstruo bajo la cama, las personas nuevas, la enfermedad de mi madre. Cosas que no podía controlar sin importar cuanto lo intentara. Y así me sentía justo ahora.

Tay no había contestado mis llamadas en toda la noche y esta mañana había despertado con escueto mensaje pidiéndome que nos viéramos en la piscina de la universidad para que me entregará la cámara que tomó sin permiso, estaba furioso, exigía respuestas y él se negaba a dármelas porque quería que nos viéramos en persona primero, ni siquiera tenía sentido vernos aquí, por lo que recordaba su casa no estaba precisamente cerca de la escuela, pero al final solo quería recuperar mis pertenecías, después de esto jamás volvería a hablar con él.

No quería escuchar porque se robo las palabras de mi madre para vanagloriarse a sí mismo, las explicaciones no valían nada cuando lo último que querías era mantener una relación con esa persona y dudaba que tuviera una buena excusa para hacerlo, así que prefería cortar contacto con él en cuanto tuviera mi cámara de regreso.

Había tenido que pedirle a Pete que pasara más temprano a buscar al gato y al no haberse preparado para eso dijo que llamaría a la veterinaria para cambiar la cita, me disculpé hasta el cansancio, incluso me ofrecí a llevarlo yo mismo, pero Pete solo repitió que estaba bien.

Seguía sin saber como arreglaría nuestros asuntos, me sentía culpable antes de saber la verdad y ahora era incluso peor, Macao tenía razón, no recordaba la vida antes de Tay, me había cegado en algún momento a ver más allá de nosotros y ahora estaba pagando las consecuencias. Mis oportunidades para recuperar lo que tenía con Pete eran tan nulas que me sentía perdido, hacía cosas en silencio porque no sabía cómo expresarme a gritos y ahora ni siquiera sabía como hacerle llegar el mensaje.

Todo el camino hasta la universidad sentí las manos temblorosas, él era tan descuidado con todo lo que tenía porque sabía que podía comprarlo de nuevo sin siquiera notar un cambio en su cuenta de banco, temía que lo que no pudiera decirme por teléfono fuera que la había destruido o extraviado. Incluso podía imaginarlo diciendo que me pagaría, era capaz de traer un cheque o depositar dinero extra en mi cuenta porque solo así sabía pedir perdón.

Una vez Macao me quitó el velo de los ojos, fue fácil ver la clase de persona que era Tay, todos los defectos que me negaba a aceptar porque no quería creer que mi madre se hubiera equivocado, prefería confiar en que en el fondo él era bueno, antes que soltar lo que ella quería para mí. Ahora que tenía la verdad, había cierto alivio entre la rabia, ya no debía esforzarme por defenderlo de mí mismo.

― ¡Basta, deja de jugar! ―fruncí el ceño empujando la puerta detrás de las gradas, la piscina estaba vacía en fin de semana, pero desde mi escondite podía escuchar a personas hablando y podía jurar que conocía al dueño del último grito.

Me acerqué hasta poder ver quienes estaban adentro, temiendo que hubiera una práctica que olvide por estar pensando en otras cosas, pero en cuanto mi vista se acopló a la luz de los ventanales y comprendí lo que estaba pasando desee que hubiera sido ese el caso.

Lo vi de espaldas sosteniendo mi cámara a la orilla de la piscina, deslizándola lentamente entre sus dedos, mi corazón se encogió, era una pieza antigua, no podría repararla ni con todo el dinero del mundo, mi instinto me pedía que corriera a tomarla, pero antes de que pudiera dar siquiera un paso las manos torpes de Tay la soltaron y mi corazón se detuvo, remorando el momento exacto en que mi madre me la entregó, debí gritar porque él se giró a mirarme al mismo tiempo en que la persona con quién hablaba trataba de atraparla cayendo al agua también.

BabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora