Sigo aquí

3.1K 363 142
                                    

2017

Sergio sentía que su mundo se derrumbaba.

Su depresión había empeorado, apenas iba a la mitad de la temporada y lo más alto que había llegado era a un cuarto puesto. Todo eso lo llevó a tomar la decisión de terminar con su novio Nico Hülkenberg. Por más amor que sintiera por él, no podía permitir que sus pensamientos destructivos lo hundieran también.

Ciertamente su nuevo compañero de equipo no le ayudaba.

Checo siempre había tenido una muy buena relación con sus compañeros e incluso terminaban siendo amigos cuando alguno de ellos cambiaban de escudería. Desearía poder que su relación con Esteban Ocon era al menos cordial, pero a veces odiaba estar cerca de él. Le gustaba considerarse una persona paciente y tranquila, no le gustaba juzgar a las personas antes de conocerlas, pero el francés le dejaba las cosas complicadas.

A veces intentaba comprender al menor, tenía 21 años y había tenido el asiento de piloto titular, pero eso no quitaba que Sergio quisiera callarle la boca cuando hablaba de más.

-Yo no sé cómo es que te contrataron Pérez, no has quedado en ningún podio.

El pecoso lo sabía, no estaba dando los resultados que el equipo esperaba. ¿Pero podían culparlo? Se sentía el ser más miserable del universo, no estaba en su mejor momento y su piel picaba, pidiendo a gritos ser abierta de nuevo como unos años atrás.

-¿Siquiera entiendes lo que digo?

Se negaba a contestar, no porque se podría arrepentir de lo que fuera a decir, si no porque era incapaz de decir una palabra sin sentir que su garganta se cerrara y sus lágrimas amenazaran con salir.

-Claro que no lo entiendes, no sabes nada.

No solo bastaba con que su propia conciencia le recordara que era una persona inservible, ahora tenía a alguien que se lo dijera de frente. Tenía 27 años por dios, ¿no podía convencerse a sí mismo de que no tenía ningún desbalance mental?

Ocon tenía razón, no tenía lo necesario para seguir manejando en la Fórmula 1. 

No era digno de nada.

No merecía nada.

Ni a nadie.


Regresó a su habitación de hotel luego de una desastrosa carrera que lo mandó hasta el último puesto por un toque por parte de Ocon. Sus palabras no dejaban de martillarle la cabeza, el sentimiento de tristeza que normalmente molestaba su pecho ahora recorría todo su cuerpo.

Decidió que era suficiente.

Sacó de un pequeño cajón unas tijeras, en donde pudo ver su reflejo en las afiladas cuchillas de plata, y decidió hacer eso lo más rápido posible.

Pensó en cortarse las venas allí mismo, pero se desangraría sobre la cama, así que optó por llenar la tina de agua. Si iba a derramar sangre que al menos fuera fácil de quitar.

Esperó hasta que la tina estuviera completamente llena y se metió en ella, sin importarle que aún tuviera puesta su ropa y comenzó a trazar profundas lineas por encima de las cicatrices que ya habían sanado. Llegó a un punto en donde perdió la cuenta de los cortes.

Checo bajó lentamente la vista y vio que ya no era agua, era más sangre que nada. Con las pocas fuerzas que le quedaban, para evitar gritar del dolor que sentía, se hundió en la tina y abrió la boca para gritar, y así ahogarse más rápido. 

Los pulmones le ardían y tenía la necesidad de tomar una enorme bocanada de aire. No cerró su boca, seguía queriendo gritar, así que el líquido que llenaba la tina, ahogó su grito. 

Lie like you love meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora