Prólogo

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Madison Russell tenía solo cinco años cuando lo conoció por primera vez.

Era su quinto cumpleaños. Sus padres le habían obsequiado una hermosa casa de muñecas y ella estaba demasiado feliz para fijarse en algo más que en lo divertido y hermoso que era su nuevo regalo.

Pero cuando su padre se acercó a ella junto a un hombre alto y sonriente, Madison observó al hombre por unos segundos, antes de desviar su atención al objeto que él traía en sus manos e hizo a Madie levantarse del suelo y dar unos pasos hacia aquel hombre, con unos brillantes ojos curiosos.

La risa de su padre, junto a la del hombre resonaron en el espacioso jardín de la casa de los Russell, pero Madison solo tenía ojos para la muñeca de porcelana con un vestido jardinero color rojo y cabello rubio, que tenía el hombre en sus manos.

Había observado esa muñeca por días en la vitrina de una tienda de la ciudad y cada vez que sé lo pedía a sus padres, estos se negaban diciendo que ya tenía demasiados juguetes en casa para seguir coleccionado más.

Madison salía con varias lágrimas afuera de sus ojos cada vez que escuchaba esas palabras.

El hombre bajo a la altura de la pequeña Madison y entonces ella observó sus profundos ojos grises. El hombre era alto, tan alto como su padre, pero aquel hombre era mucho más ancho que su papá. Seguro el amigo de papá comía mucho más de lo que su madre le permitía comer a su padre, para que no creciera tanto.

_ Hola Madison - hablo el hombre por primera vez y ella retrocedió un paso, asustada al sentir su voz ronca. Mucho más ronca que la de su padre.

Madison corrió de inmediato a los brazos de su progenitor y este enseguida la tomo en brazos mientras reía, cosa que Madison no entendía por qué, si ella estaba asustada de la voz de ese hombre.

_ Cariño, él es un amigo de papá - le explicó su padre, mientras Madison se aferraba con fuerza al cuello de su progenitor

_ Mumu - susurro Madison mirando a su padre y después a las manos del hombre que los observaba a unos pasos de ellos.

_ No tendrás a Mumu a menos que te presentes como una señorita y le agradezcas al amigo de papá - insistió su padre.

Los ojos de Madison se llenaron de lágrimas y cuando volvió a mirar al hombre, este tenía una sonrisa tierna en sus labios y Madison dejo de aferrarse a su padre para mirarlo mejor.

_ Lamento asustarte pequeña Madison - susurro aquel hombre, esta vez con una voz menos ronca que la anterior haciendo que Madison lo mirará sin terror - tu padre me dijo que te encantan las muñecas de porcelana.

_¡Mumu! - gritó Madison cuanto él levantó la muñeca para mostrársela.

_ Mumu - repitió él y se la extendió, ella la tomo rápidamente, antes que alguien decidiera en quitársela sacándole una risa a los dos hombres.

_ Dile gracias al señor Norris, cariño - le ordenó su padre.

_ Gracias señor Nolis - dijo con timidez y aunque ella hablaba muy bien, la R solía costarle muchas veces de pronunciar.

_ De nada pequeña - le susurró el nuevo amigo de papá.

Madison jugo toda la tarde junto a sus primos y sus nuevos obsequios, mientras festejaba su cumpleaños.

El señor Norris se quedó y canto el feliz cumpleaños alado de Madison y ella estaba feliz por eso. Él le había obsequiado lo que ella tanto quería y por eso él era el mejor amigo de su padre.

Los años iban pasando y Madison iba creciendo. El nuevo amigo de su padre ya era un íntimo amigo y Madison solía verlo bastante seguido en casa, y ya no huía de él cuándo escuchaba su ronca voz. Cosa que a ella muchas veces le causaba curiosidad del porqué era tan ronca, pero decidía ignorar y disfrutar de los obsequios que siempre le traía cada vez que él pasaba por su casa.

El Amigo de Papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora