Capítulo 12

1.1K 61 13
                                    

Alexander Norris.

Abro lentamente mis ojos y a través de la oscuridad de mi habitación, por las cortinas cerradas, intento descifrar la hora. Sin embargo, me rindo, sintiendo aún el cansancio en mi cuerpo y me giro para estirarme ocupando la cama matrimonial por completo con mi cuerpo.

Suelto un suspiro y sé que por muy cansado que este, no volveré a reconciliar el sueño y las ganas de orinar son bastante fuerte, así que terminó por levantarme y caminar a pasos perezosos hasta el baño que tengo en mi cuarto.

Hago mis necesidades y cuando me giro para lavar mis manos, observó sobre el lavado, un vestido azul y frunzo mi ceño curioso tomándolo en mis manos hasta que el perfume que porta el vestido, me hace saber de quién es.

Madie, había olvidado por un segundo que ella se encuentra en casa, en mi casa. Creo que jamás la había traído y eso solo me hace recordar lo lejano que estaba nuestra relación en los últimos años. Recuerdo haberla llevado varias veces a mi departamento soltero, solía agradarme, tenerla conmigo y quitar un poco la soledad que conllevaba, estar lejos de mi familia y no voy a mentir al decir que Madie siempre había hecho mi vida mucho más agradable y feliz si estaba conmigo.

Pasó mi mano por mi rostro, sintiendo esa presión extraña en mi pecho, que se ha presentado este último tiempo cada vez que pienso en Madie y como toda nuestra relación cambió de un día para otro.

Lavo mis manos y con el vestido en mano salgo del baño dejándolo sobre mi cama. Abro la puerta de mi habitación y salgo para ir a ver si Madie está despierta y también a mi madre, con mis hijos que de seguro ya están levantados.

Pero entonces cuando voy llegando a la sala, mis ojos se fijan en el sofá en el que tanto insistió en dormir anoche ella. Detengo mis pasos de una y entre dientes suelto una maldición, ante la imagen que tengo frente a mí y aunque debería quitar mi mirada de inmediato y ser sensato, por alguna razón mis ojos no dejan de observarla y recorrer toda la carne expuesta que está ella, ahora mismo mostrando.

A pesar de que a noche le dejé bastantes mantas para que durmiera caliente, ella solo ha usado una, pero que finalmente ha empujado hacia abajo quedando amontonada en sus pies dejando sus piernas al descubierto, pero eso no es lo peor, lo peor es ver cómo la playera que le he prestado, se ha subido, llegado hasta sus caderas dejando a la vista su trasero redondo, junto con sus llamativas bragas azules que me hacen sentir cosas que no debería sentir.

Intento quitar la mirada, sin embargo, me es imposible. Y aunque anoche intenté no mirarla demasiado al verla usar una prenda mía, no pude evitar actuar como un idiota y sin razón alguna el impulso de tocarla surgió con bastante brutalidad y la única manera que pude calmarlo fue dándole un beso en su mejilla y desaparecer lo más rápido que pudiera para controlar este fuego inexplicable que se ha presentado hacia ella.

Mis ojos recorren desde sus largas piernas blancas, hasta su trasero redondo y llego a su rostro dormido, sus labios rosados están entre abiertos y su cabello rubio se encuentra desparramado por todo el sofá y la imagen de ella en esta misma forma sobre mi cama, aparece con fuerza y sin ganas de querer irse.

Pero entonces, sin haber prestado atención, ni darme cuenta, una tercera persona aparece.

_¡Alexander! - escucho que gritan en susurro mi nombre y me giro de inmediato al escuchar la voz de mi madre - ¿¡Qué carajo haces!? - pregunta ella alterada y siento la vergüenza subir a mi sistema y ella pasa por mi lado tomando la manta que Madie tiro a sus pies y la cubre de mis ojos lujorosos.

Mi madre se gira con una mirada mortal y que si pudiera asesinarle lo habría hecho y comienzo a sentirme como un maldito adolescente al cual lo han pillado viendo alguna revista porno, pero esta vez sé que es más grave que eso, porque mis ojos estaban sobre una niña que vi crecer y que nos llevamos por 20 años.

El Amigo de Papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora