Alexander Norris
A mis largos 40 años he tenido que aprender bastante sobre la vida y en muchas ocasiones a golpes.
Salir de casa a los 18 años no es algo fácil y menos cuando has vivido en una granja sin oportunidades ni alianzas que hacer, pero lo logré y esme aquí con un imperio grande junto a mi mejor amigo, pero a pesar de todo lo que he logrado en la vida, está sigue sorprendiéndome, sigue dándome lecciones que creía saber, pero estaba erróneamente equivocado.
Ni en mis cuarenta años me imaginé terminar en una relación con una mujer 20 años menor que yo. Y mucho menos que sea la hija de mi mejor amigo y la niña que vi crecer. Esas son cosas que no me imaginé querer, ni esperé tener, pero ahora no me imagino sin ella, sin su presencia, sin su cariño, sin sus besos y sin su amor.
Y no voy a mentir al decir que eso no asusta, porque maldición sí, que lo hace.
A los 39 años creía tener la vida echa, creía que ya todo lo que debía cumplir se estaba realizando.
Estaba casado, tenía mi hogar, tenía mi empresa, tenía amigos y solo me quedaban los hijos y esos ya venían en caminó, pero en un abrir y cerrar de ojos, todo se desmoronó y me quedé flotando con dos pequeños que se aferraban a mí como una extremidad más a mi cuerpo la cual no podía soltar y tampoco quería hacerlo a pesar del terror que sentía.
La ausencia de Julia siempre quedará marcada en lo más profundo de mí, de todo lo que pudimos ser y formar juntos, y eso me mantuvo deprimido por bastante tiempo, pero después de meses la luz en mi vida apareció y con aquella persona que siempre ha brillado al final de mi oscuro y sombrío túnel. Haciéndome ver qué ella jamás se había ido y siempre estuvo en el mismo lugar.
Hebras doradas con ojos esmeraldas son la fortuna y riqueza que tengo solo para mí y la cual me aferró como si de una alma pobre me tratara.
Madison Russell es todo lo bueno, perfecto y mío que tengo, aparte de mis hijos y de solo pensar que la puedo perder. Me siento como un enfermo desquiciado, perdiendo su gordura.
Mis ojos la buscan encontrándola en su escritorio, sus dedos se mueven con agilidad sobre el teclado de su computadora, mientras su ceño se frunce concentrado y con sutileza muerde su labio inferior que me desconcentra más de lo que debería permitir.
Después de semanas estando juntos cada día, ella me parece más hermosa, más atractiva, más inteligente, más astuta y más mía. Ella es mi obsesión que jamás pensé tener.
Madie aun sin notar mi mirada, termina de teclear en su computadora para cerrarla rápidamente y finalmente mirarme. Sus ojos verdes notan mi mirada y sus mejillas se sonrojan de un rojo que me calienta el pecho.
_¿Cuánto llevas mirándome? - pregunta algo tímida.
_ Lo suficiente para notar que estás algo ansiosa por irte - respondo, lo cual ella sonríe.
_ Quiero ir a comprar los regalos de Navidad,ñ. Es viernes y la próxima semana es nochebuena y no he comprado nada aún - susurra.
Es cierto, el próximo jueves es Navidad y Madie ha dejado claro su entusiasmo con esta época del año. Su escritorio está decorado con bastantes adornos navideños y, aunque intento hacer lo mismo con el mío, solo le permití colocar un porta lápiz de Rodolfo el reno. Puede que con ella sea el hombre más dulce y tierno que exista, pero en mi trabajo debo tener una reputación y que mi escritorio esté lleno de figuritas navideñas no es de mucha ayuda, pero por ella no me molesta ceder, aunque sea solo un poco.
_ Está bien, vete antes que me arrepienta y te até a mí en esta oficina - digo finalmente y Madie sonríe alegre como una niña y toma sus cosas con rapidez para luego venir a mi lado.
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El Amigo de Papá
DragosteMadison jamás debió fijar sus verdes ojos en los oscuros ojos grises del mejor amigo de su padre. Ella sabía lo inmoral que era fantasear en las noches con aquel hombre que la vio crecer. Y aunque Madison en su hormonal cabeza piensa que él siente l...