Capítulo 16

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Madison Russell

Calor, eso es lo que he sentido en los últimos tres días, un calor arrasador a pesar de que el clima ha estado bajo cero grado. Y esto se debe solamente a una sola persona, una por la que me he tenido que autodesafiar para sacar mis mejores dotes.

Jamás me consideré una persona coqueta ni muy femenina, al contrario, mamá. En mi adolescencia solía mucho cuestionar mis actitudes, siempre estaba a mi espalda diciendo: siéntate bien Madison, come como señorita, espalda recta... Son cosas que mamá solía enfatizar siempre, luego de un tiempo creo que simplemente se rindió y me dejó ser.

Pero desde hace tres días, en que decidí actuar con más atrevimiento hacia Alexander, mi percepción de mí misma cambió. Cada vez que llegaba a la oficina y sus ojos me observaban, podía notar cómo el gris de estos bajaba a un tono más oscuro pareciendo al mar de noche, provocando que me sintiera deseada, sensual y satisfecha conmigo misma.

Cada vez que por "casualidad" me acercaba mucho más él mientras le mostraba algo en mi computadora, sus manos se apretaban en un puño y respiraba con fuerza, haciendo que una pequeña sonrisa en mi rostro apareciera.

Y cada cosa que pasaba hacía que esas mariposas en mi vientre volaran formando un huracán y la esperanza florecía con fuerzas, pero también sé que nada será así de fácil. Por muchas señales que Alexander dé inconscientemente hacia mi persona, por la forma en que nuestros cuerpos se atraen, lo veo siempre luchar contra ello, se retiene y si es posible intenta alejarse.

Quizás el hecho de ser la hija de su mejor amigo lo carcome, quizás el hecho que me haya visto crecer, lo tortura y, en parte, lo entiendo. No debe ser fácil combatir entre la moral y lo que realmente sientes, porque sí, aunque el lo intente ocultar, el es conciente de nuestra atracción y del deseo que ambos sentimos por el otro.

Mis ojos se desvían hacia él mientras escribe en su laptop. Se ha recortado la barba y su cabello oscuro ha crecido al punto que cada ciertos minutos debe pasar la mano para tirar algunos mechones hacia atrás. Su ceño está fruncido por la concentración y sus labios gruesos se fruncen, haciendo que el deseo de volver a sentir su boca sobre la mía surja con bastante intensidad.

Alexander finalmente siente mis ojos sobre los suyos, levanta la mirada y el gris de ellos me atrapa y quizás los verdes míos también atrapan a los suyos, porque cada vez que me observan logro ver cómo todo en él cambia a algo mucho más abrasador.

_¿Has terminado con el correo? - pregunta él, luego de unos segundos con su peculiar voz ronca.

_ Está listo - respondo.

_ Déjame leerlo - pide y una pequeña sonrisa aparece en mi rostro.

No pierdo la oportunidad y me levanto de mi asiento y camino hasta llegar a su lado, dejo mi computadora frente a él. Sus ojos se elevan observándome y veo cómo su manzana de Adán se mueve nervioso.

Él decide dejar de observarme y mira el correo. Se salta la parte en español y va a la traducción en inglés.

Es un correo para una industria encargada de viñedos y exportación de vino en Chile. Alexander y papá han pensado en este proyecto hace un tiempo, pero que no se han atrevido a hacerlo. Debido a que su plan es incrementar los vinos en uno de los restaurantes que papá tiene en Mónaco. Cosa que quizás no estén muy de acuerdo los inversionistas. Casi siempre quieren vender sus productos de una forma que sus nombres y logos se hagan más famosos y nombrados. Como, por ejemplo, con el café colombiano, sus frascos están en todas partes de la tienda y su café es el único que se vende siendo la especialidad de la casa, pero en un restaurante la cosa es distinta. Encontrarán variedades de vinos o bebidas las cuales los clientes escogerán y lo más probable es que muchos escojan algo ya conocido, pero Alexander y papá están dispuestos a arriesgarse, solo queda que ellos en Chile acepten.

El Amigo de Papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora