Perdón

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Narra-Norma

El corazón le bombeaba precipitadamente, no podía creer la situación; rojo, con un miembro semi erecto por haber pensado en otro oso, su vergüenza dominaba en su cara mucho más que el miedo por estar en aquel lugar. Se sentía apenado, ¿qué diría la persona que estuviera ahí? Nisiquiera era capaz de reconocer su voz por el nerviosismo y adrenalina del momento.

Pero entonces su pantalón empezaba a molestar, y se dió cuenta de su segundo problema; necesitaba que esa erección bajara lo más rápido posible y escapar de allí.

Intentaba pensar de todo, en osas pretenciosas, en el asqueroso de Achuchones, en las barbaridades que hizo su madre. Pero nada funcionaba, su mente entonces vió que no hubo más remedio que apretar su falo con sus piernas, intentando cortar la circulación y este no se hiciera aún más grande, y en una reacción además para ocultar aquella parte de su cuerpo que se juró jamás tocar debido a su asquerosidad.

Escuchó el movimiento de utensilios, un lavado de manos, y una acercamiento hacia su mesa, que rápidamente se escabulló hasta una gaveta con unas pequeñas puertas y se encerró ahí. Temió entre abrir las puertitas para ver solo para no estar al descubierto.

Escuchó que la puerta era cerrada, abrió un poco para ver y encontró que no había nadie, asique con rapidez salió del lugar y saltó hasta las mesas para los soldados, donde rápidamente se escondió detrás de un pilar de concreto. Un rechinar se hizo presente; era la puerta de nuevo, ahora era el mismo osito tarareando una melodía mientras se colocaba un delantal y guantes para cocinar.

Con prisa y su corazón en la mano, se arrastró por el suelo usando sus brazos como apoyo para moverse por la fría cerámica.

Sintió frío en su estómago, en su pecho, en sus brazos, en su pelvis. Pero al fin se acercaba hacia la puerta, estaba tan ansioso de que aquella pesadilla terminara. Pero se detuvo, ¿y si ese oso lo veía?. Se volteó a ver alguna cosa, cualquiera, hasta que divisó una cuchara en el suelo. La tomó y la arrojó hasta una pared, resonando en el silencio y distrayendo a la persona.

Con una velocidad incalculable, se levantó y abrió la puerta con suma rapidez, y se echó a correr.

Llegó hasta las habitaciones, donde se encontraban la mayoría de los ositos, recién salidos de la ducha y preparándose para la cena. Entonces buscó con la mirada a su hermano, que se ponía una polera como pudo mientras sus rollitos y sus orejas se movían por la agitación. Corrió hasta él, no iba a comentarle ni la mitad de la situación que había pasado, pero definitivamente necesitaba un refugio, no sabía para qué exactamente, pero sentía que algo le perseguía.

- Mm? Ah! Azulín! Dónde estabas? El Sargento Caricias estaba muy enojado por no verte en los entrenamientos finales. - Gordi sonreía hacia su hermano.

- Gordi! Maldito regordete - respiraba agitado, estaba tan emocionado de poder verle.

- Ah por cierto, ¿dónde estabas? No has preparado tus cosas?

- eh? A qué te refieres con preparar mis cosas?

- No sabías? Debe ser porque no estabas, sucede que-

- ATENCIÓN OSITOS DE LA COÑA! - el estruendo era Hostentoso y temerario. - DEBÉIS IR TODOS DESPUÉS DE LA CENA A LA IGLESIA CON EL PADRE! Hos dará una información importante! LAVAOS EL CULO Y PARTIR YA!

Sin más se dispuso a retirarse, ya que precisaba que la información había sido clara y entendida. Murmullos se hicieron llegar no bien la puerta terminó de ser cerrada.

- Eh tú- Llamó un osito desconocido - Dónde coño estabas? Por qué tu te puedes saltar los ejercicios y nosotros no?- Se dirigía al peli celeste, mientras que detrás de él habían dos ositos más, ofuscados por la llegada de aquel individuo.

- Y a tí qué puta mierda te importa? Yo no tengo porque coño responderte una mierda, por mí cómeme los huevos- No le dió importancia, sin embargo, agradecía que su erección para ese entonces hubiera bajado, o esa expresión más que de burla habría sido perversa.

- EH? Y tú quién te crees pedazo de merluzo? A mí no me hablas así! Es que quieres que te vuele los dientes?- alzó la voz, pronto se armaría un escándalo.

- Ah si? Quieres pelear maldita putita? Pues bien, que tus damas de honor esperen un poco que de aquí hay para los tres- Señaló sus puños mientras hacía la famosa postura de boxeo para la defensa. Claramente el contrario no era un profesional peleando, pero no podía arriesgarse a luchar en el estado de recuperación que estaba.

- Eh eh Achuchones, Sonrisas, mirad, le gilipollas de Azulín se armará pelar otra vez-

- Menudo tonto! Pareciera que pide a gritos que lo saquen del campamento.-

- Eh callaos ya coño! Si los escucho una vez más les moleré la cabeza!-

Apesar de que mucho estaban intimidados antes la amenaza de Azulín, muchos otros ni se inmutaban a la reacción agresiva de este, puesto que ya se estaba haciendo común. Sin embargo, debido a esta distracción, el primer golpe recibido fue por parte del oji Marina, propiciada además con una pata que fue hecha a continuación.

Se estrelló contra una de las camas, casi es tirado al suelo, pero por suerte había logrado mantener un poco la postura. Con enojo, corrió hasta aquel oso y en un salto que fue invisible para el enemigo, lanzó una patada hacia el cráneo del oso, arrojando su cuerpo al suelo y pisando su cabeza con brusquedad.

- Oigan ustedes! Parad ya coño, ¿es que necesitan demostrar su hombría agarrándose a las piñas? Venga ya! Mejor hagan sus bolsos que mañana partiremos- Era Pandi, quien separó a ambos y alejó a los otros tres ositos.

- Mm? Pandi? Pero de qué coño hablas? Qué mierda habrá mañana? - Azulín tomaba su cabeza con su mano debido al golpe.

- Eh? No te habías enterado? Mañana iremos a visitar a nuestros familiares. Dicen que es porque partiremos a la guerra lo más pronto sea posible.

ೄྀAmo cuando dices mi nombre desesperadoೄྀ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora