C2

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E l l i e

Me río a carcajadas por culpa de una chica que acaba de caerse ridículamente en el suelo. Parece que me río por todo porque estoy borracha, pero sólo estoy fingiendo. No he bebido más de tres copas. Lo demás, ha sido todo agua, aunque he dicho que era vodka. Me parece divertido fingir que estoy borracha, sólo por ver la reacción estúpida de los demás.

Miro el reloj con cierta preocupación. Ha pasado algo más de una hora desde que hemos llegado, y Abbie no está por ninguna parte. Entro a la casa con intención de buscarla entre toda la gente y todas la testosterona acumulada que hay hoy aquí. Mi hermana es capaz de haber subido a la planta superior a jugar una partida de parchís que puede acabar en una orgía. Decido subir las escaleras para buscarla por ahí. Esquivo a unas cuantas parejitas que se andan besuqueando en los peldaños, dejo pasar a un tipo que me mira como si yo fuese una aparición y acabo abriendo cada puerta cerrada de la habitación. En el noventa por ciento, hay gente haciendo cosas que no me apetecen ver, si soy sincera. Me fijo si alguna de las chicas que están ahí son Abbie, algunas están demasiado borrachas que ni se enteran de que he abierto la puerta. Creo que sí que voy a tener que emborracharme para olvidar esto.

Ya he recorrido toda la planta de arriba y no hay rastro de mi hermana. Bajo corriendo las escaleras y hago lo mismo, esta vez esquivando a mucha más gente. Me cruzo con algunas de sus amigas.

-Hey, ¿habéis visto a Abigail? - digo, forzando mi voz para que puedan escucharme por encima de la música. Una de las chicas niega con la cabeza.

-Yooo... sí, no. No sé. - Dice la otra.

Resoplo, ni siquiera me despido de ellas. No tengo tiempo que perder con unas borrachas. Salgo de la casa con el teléfono en la mano para llamar a mi maldita hermana. Lo peor de todo es que si ha desaparecido, será culpa mía, por haberla perdido de vista. Marco su número y después de unos cuántos pitidos, salta su buzón de voz.

-Hola, soy Abbie. Ahora no puedo contestarme porque estoy haciendo cosas más interesantes que hablar contigo, pero puedes dejarme un mensaje y devolveré la llamada.

-Maldita. - digo mientras cuelgo. De repente, me llama un número desconocido.Contesto. - ¿Si?

-Comisaría de policía, le paso una llamada. - Es una voz femenina. No me da tiempo a decir nada y ya escucho una voz familiar. Mucho. Intento no gritar, pero acabo hacíendolo. - ¡Abbie, hija de... mi madre! ¿¡Qué cojones has hecho!? ¿¡Qué haces en la comisaría!?

-Bueno, es una larga historia... - Dice, soltando una risilla nerviosa. - Necesito que me saques de aquí.

-Deberías quedarte ahí, la ley es la ley. - Le grito, claramente enfadada. - Si estás detenida es por algo, ¡no haberte ido!

-Ellie, por favor, ven y paga mi fianza. Si papá y mamá se enteran de esto, me matarán. Nos matarán. - Corrige. -Pooooorfavor... Casi no me queda tiempo, tengo que colgar. ¡Estoy en la comisaría del centro!

-Abi...-Y finaliza la llamada. Suspiro, más bien resoplo.

Estupendo. Tengo una hermana en la cárcel que está a muchos kilómetros de aquí, a pesar de que estamos en la misma ciudad. No tengo coche y voy en unos tacones de quince centímetros, así que no me queda otra que pedir un favor al primer chico desesperado que pasa jugando con las llaves de un coche. No es mi estilo, pero si hay que utilizar las armas de mujer, se utilizan.

*********************

Doy gracias al chico que me ha traído a comisaría. Es gay, así que no he tenido que hacerle un ''trabajillo''. Cojo una gran bocanada de aire antes de entrar a la comisaría. Me recibe una mujer vestida con uniforme, que me cachea ante la atenta y lujuriosa mirada de un hombre que bebe café. La comisaría me da mala espina, puedo ver algunos escritorios y despachos, pero lo las celdas. Está bastante abarrotada y la mayoría de los policías no son como me imaginaba. Pensé que la mayor parte tenían pinta de strippers, pero no. Son viejos. La mujer me pregunta que quiero y le digo que vengo a pagar una fianza. El otro hombre del café señala una especie de recepción. Hay otro tío sentado al otro lado de una cristalera y habla a gritos con una mujer afroamericana. Camino hacia allí y espero pacientemente a que los dos acaben su amigable conversación -nótese el sarcasmo-, y al final puedo hablar con el hombre.

-Hola. - Digo. Parece que me ignora, pero me está mirando. - Eh... vengo a pagar una fianza, ¿Es aquí? - Asiente. - Bien, entonces...

Abren una puerta y entonces sí me siento ignorada. Aparece un chico en sudadera morada que saluda al hombre de las fianzas. Es alto y moreno, con alguna que otra peca. Me parece extraño, porque el chico parece de mi edad y no parece un policía. Doy un golpecito en el cristal, impaciente. Ambos me miran.

-Lo siento, tengo prisa. ¿Podemos aclarar lo de la finanza?

-Sí. - El chico de la sudadera se acerca y apoya los codos sobre la mesa. Me mira, divertido. - Chúpamela y acepto cinco centavos como fianza. - Dice, confiado. Al principio me ofendo, pero parece que lo dice de verdad. - Si lo hace bien, puedo quitar hasta dos ceros de la cifra.

-Te la chupo si sacas a mi hermana gratis. - ofrezco.

Él suelta una carcajada. - Wow, qué chica más dispuesta. Era broma, que me sobornen va en contra de mis principios. Así que tu hermana detenida, ¿eh?

-De veras, tengo prisa. ¿Podemos arreglar esto ya?

-Um. - Hace una mueca y mira al otro hombre, que se ha puesto a hacer papeleo. El chico toma asiento. - Dime apellidos y nombre, dame una identificación tuya y te diré si puede salir tu hermana de aquí. - Dice con un tono más serio.

-Brigdewood Johnson, Abigail.

-¿Tu identificación? - Me mira. Yo me quedo mirándole como una tonta y no reacciono hasta que enarca las cejas. Le doy mi carnet de conducir. Doy por supesto que vale. Me lo delvuelve por el hueco de la ventanilla. - Vale, si pagas quinientos dólares, mañana estará en casa.

-¿¡Mañana!? - El tipo (supongo que es policía) asiente mientras apoya su mentón en la mano. - No, tengo que sacarla ya. Por favor. Haré lo que sea.

-Lo que sea... - se ríe y se impulsa con el pie para llegar antes hacia la puerta. Veo cómo se levanta de la silla con ruedas y sale por la puerta. No entiendo nada. - Harás lo que sea, pero no a mí o conmigo.

Aparece por mi derecha. Intento no parecer muy sorprendida. Lleva unas esposas colgadas de la travilla del pantalón y me parece gracioso.Logro ver la tarjeta de identificación que lleva también de la travilla. Se llama Dylan. Le sigo por la comisaría y me lleva hasta un pequeño despacho. Me preparo mentalmente para hacerle una felación, pero gracias al cielo hay otro tío dentro, algo más viejo.

-Esta chica tiene una oferta que discutir. - Dice el chico que me ha acompañado. Y me susurra al oído: -Dile que tienes otros cien dólares que ofrecerle y tú y tu hermanita estaréis en casa en media hora.

El tal Dylan se va y me deja con el señor. Le dedico una sonrisa y saco seiscientos dólares de la cartera. Los agito y veo cómo al hombre se le refleja el símbolo del dólar en los ojos.


Two sisters, two sides. (O'Brien+Lachowski)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora