C26

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E l l i e 

Dylan se levanta de la cama en cuanto oye el timbre. Yo me reincorporo llevándome las sábanas al pecho, y él todavía se está vistiendo cuando tocan con más insistencia.

— ¡Ya voy! — grita, metiendo aún los brazos por los agujeros de la camiseta. 

Me envuelvo en las sábanas y también me levanto, pero me detengo antes de salir de la habitación. Veo y escucho cómo Dylan habla con alguien en la puerta de entrada, pero no veo exactamente con quién. Al final, deja pasar a un chico rubio. Entorno los ojos para verle mejor. Es Cody, que sonríe al verme rodeada de sábanas, con el pelo revuelto, marcas rojas por todo el cuerpo y los pies descalzos.

— Vaya, podríais haberme avisado. — Dice con un tono bastante chulesco. Dylan le  pone una mano en el hombro y le obliga a girarse bruscamente antes de que yo responda. Después, él me dice con la mirada que me vista. 

Vuelvo a entrar a la habitación y cierro la puerta. Dejo caer las sábanas al suelo y recojo mi ropa interior junto a mi camiseta, algo arrugada. Me visto lo más rápido que puedo, aunque sigo yendo descalza. Salgo a la sala de estar, donde Dylan mira a Cody cruzado de brazos y sin una pizca de confianza, aunque el rubio parece estar a punto de llorar. No tengo ni idea de lo que hablan. De repente, se oye cómo alguien introduce unas llaves en la cerradura, y en cuestión de segundo, aparece Grant por la puerta. Se queda mirando a Cody unos segundos, luego mira a Dylan, y después a mí. Intercambiamos miradas como si se tratase de un partido de tenis. 

— ¿Qué ocurre? — pregunto a la vez que Grant.

— Este — Dylan señala a Cody con desgana — Ha venido a decir todo lo que está pasando con Lachowski. Ha decidido convertirse en nuestro chivo expiatorio con tal de que no le enchironemos a él, aunque dice que no ha hecho nada malo.

— Realmente lo hago porque conozco a Ellie y a su hermana,  y les deseo lo mejor. — Dice Cody — Pero también conozco a ese cabrón de Francisco y sé cuáles son sus intenciones.

— Habla. — Dice Dylan con autoridad. 

— Bueno, el otro día, Francisco obligó a Abbie a coger un maletín con dinero de la casa de los Brigdewood — Abro la boca en sinónimo de sorpresa. Sabía que había sido Abbie quien había robado el maletín. Dylan me mira, pero no me presta atención. — Está utilizándola para conseguir dinero, y ese dinero lo utilizará para irse en cuanto tenga oportunidad. No quiere a Abbie para nada, no es la primera chica que recoge de por ahí, a la que usa y luego tira como si fuera un juguete roto. En cuanto pueda marcharse, la dejará. La hará daño, mucho más de lo que le está haciendo ahora.

— Perdona. — interrumpo a Cody, acercándome un poco a él con los ojos entornados. — ¿Dices que la está haciendo daño?

— Obviamente. Está jugando con ella, tanto física como mentalmente. — Me cuenta, gesticulando con las manos y con los ojos llorosos. Echa un vistazo a Dylan, que está pensativo, con la mano en el mentón. — Tú también sabes de lo que es capaz, ¿no?

Dylan asiente y dice: — Tendremos que seguirle la pista. 

— Cuanto antes, mejor. Creo que han ido de nuevo a casa de los Brigdewood.

— ¿Abbie siempre va con él? — pregunto, curiosa.

— Sí. De alguna manera, la ha convertido en su perrita faldera... en todos los sentidos de perra. Incluso le ha enseñado a conducir para las carreras ilegales. Va a exprimirla todo lo que pueda antes de dejarla tirada. Como ya he dicho, no ha sido la primera ni la última. Francisco lo hace muy a menudo.

— A no ser que acabe de corromperse del todo, como él. — Apunta Dylan. Le miro horrorizada.

— Mi hermana no llegaría a ser como ese bastardo.

— Bueno, ¿y tú que sabes? — Me suelta — Si de verdad Lachowski se la ha llevado al huerto y está enamorada de él, no le dejará, hará lo que él le pida y acabarán siendo iguales. Una pareja de delincuentes. 

Bufo. — Voy a buscarla.

— Ni de coña, bonita. — Dylan se apresura y se planta enfrente de mí, bloqueándome el paso, así que no puedo coger mis zapatos o mi bolso, que están cerca de la entrada. Me mira serio, pero después su mirada se suaviza, me pone las manos cerca del cuello y me dice, con un tono tranquilo: — No puedes buscarla. No es tu asunto, es el nuestro.

— Es mi hermana pequeña.

— No trates de hacerte la heroína, porque no puedes. Esto es un caso serio, así que mantente al margen, ¿vale? — Me acaricia la cara con el pulgar, como si quisiera calmarme. Vale, es verdad, estoy a punto de tener un ataque de pánico. — Lo resolveremos. Tú sólo quédate aquí, distráete con lo que sea y no pienses en el tema.

— Tengo que ir a por ella, sin mí no entrará en razón. — insisto. 

Me zafo de Dylan y salgo corriendo a por mi bolso. Mientras ato los cordones de mis zapatillas, oigo a Dylan decir algo sobre una patrulla y al poco tiempo, escucho la voz metálica de alguien a través de una radio. Cojo mi bolso, abro la puerta, la cierro lo más rápido posible y corro pasillo abajo. Tengo que encontrar a Abbie como sea antes de que sea demasiado tarde, y si Cody tiene razón, han tenido que ir a casa. 

— ¡Ellie! — grita Dylan a mis espaldas. No miro atrás.

Justo al pie de las escaleras, alguien me coge en volandas. Me agito. Sé que es Dylan porque es el único que saldría detrás de mí, por el olor de su camiseta y porque me lleva en su hombro, como un saco de patatas. Reboto mientras él va corriendo. 

— ¡Bájame! ¡No puedes obligarme a quedarme aquí, Dylan! — Grito. — Grant, ¡ayúdame! — Suplico en cuanto veo al chico. Dylan no me baja. Abre la puerta de la habitación del todo con una patada, me tira a la cama y en un par de milésimas de segundo está encima de mí, en el colchón, como antes, pero con camiseta y unas esposas en la mano. Impide que mis piernas se muevan con las suyas, apretando sus rodillas contra las mías, como si estuviera ahorcándome con las piernas.  — ¿Qué haces? Dylan, ¡por dios!

— Déjala... — oigo suspirar a Grant.

— No — dice con voz firme Dylan — Ella se queda aquí o estará en peligro. — Sonríe de lado mientras abre las esposas. Con la mano que le queda libre, alza mi brazo y en un pestañeo mi mano está atada al cabecero de la cama por culpa de una esposa. — Cariño, nunca pensé que iba a utilizar unas esposas contigo. — Dice, mientras se levanta de la cama y me mira como un escultor que acaba de terminar su obra, satisfecho. — Te veré luego, cuando encontremos a tu hermana.

— ¡Te odio! ¡Te odio, te odio, te odio!

Y se va, sonriente, cerrando la puerta y dejándome aquí, atada a la cama.

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capítulo salvaje apareció después de mil siglos xD

Perdón por no actualizar, no encontraba tiempo para escribir y... en fin, aquí lo tenéis. ¡Que lo disfrutéis! Por cierto, ya llega el salseo 131313

*Elsa is out*



Two sisters, two sides. (O'Brien+Lachowski)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora