09 | ᴘᴇʟᴇᴀ

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Es curioso cómo casi seis meses de mi vida pueden caber en un par de maletas

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Es curioso cómo casi seis meses de mi vida pueden caber en un par de maletas.

Me encontraba guardando mi ropa y los objetos más importantes de mi habitación, los cuales a decir verdad, no eran demasiados. Solo había llenado dos maletas de ropa y una bolsa pequeña con cosas más personales.

Al sacar las últimas prendas del clóset, escuché que algo cayó al suelo. Tomé entre mis manos una pequeña caja de terciopelo que había mantenido oculta durante varios meses.

Tuve un flashback de aquel atardecer bajo el cual L me pidió que fuera su novia. Una sensación extraña de melancolía me invadió. Me sentí tentada a abrirla y ver el contenido, aunque no tenía que hacerlo; yo sabía lo que había dentro.

Cerré los ojos e inhalé profundamente mientras intentaba dejar de pensar en ello.

Fue inútil.

Recordé cuando L me dijo que podía venirme a vivir con él y dejar la casa de mis padres. Aún podía detallar en mi mente la forma en que los rayos del sol iluminaban su rostro ese día, o la manera en que la suave brisa revoloteaba su cabello azabache.

Pero sobre todo, no podía sacarme de la cabeza la media sonrisa que se formó en sus labios cuando acepté. Y siendo honesta, eso era algo que no quería olvidar.

En aquel entonces, cuando escuché sus palabras, sentí como si un rayo de esperanza me atravesara por completo.

En realidad no tenía una mala relación con mis padres. Aunque tampoco podía decir que era una buena. De hecho, ese era el problema, no había una relación.

Mi padre; Oliver Evans, era un abogado de renombre en la región Kantō. Era muy ambicioso y con una gran determinación. Sin embargo, desde que puedo recordar, él siempre estaba trabajando. Intentaba compensar su ausencia con regalos, solía comprarme toda clase de juguetes cuando era niña, después fue maquillaje, ropa, o cualquier otra cosa que me gustara mientras crecía.

En un inicio, solo tenía que estirar mi mano y alcanzar un manojo de billetes que solucionaría cualquiera de mis problemas. Después conocí a mi compañera; mi primera tarjeta de crédito.

Era divertido. Escuchar el sonido de la tarjeta deslizándose por diversas terminales sin quisiera preocuparme por los números en la cuenta. Una y otra vez, gastaba el dinero que mi padre ganaba. Sin importarme nada.

Cada vez que llegaba a casa con miles de bolsas llenas de compras y escuchaba a mis padres discutiendo, solo subía a mi habitación para seguir comprando algo por internet. No había un límite.

Lástima que tenía muchas necesidades que el dinero no lograba cubrir.

Por otro lado, Ivonne; mi madre, era una mujer complicada. Había momentos en los que sentía que podía confiar en ella y que verdaderamente se preocupaba por mí, pero, al día siguiente ella estaría ahogada en alcohol, convirtiéndose en una desconocida agresiva y violenta.

𝑳𝒊𝒕𝒕𝒍𝒆 𝒍𝒊𝒂𝒓 | 𝑳 𝒚 𝑳𝒊𝒈𝒉𝒕 × 𝑶.𝑪.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora