Capítulo 2. Rosa de Persia.

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La pareja de mediana edad estaba sentada en silencio, avergonzados y algo nerviosos. Él se acomodó una vez más en el sillón y ella cruzó los brazos.

Frente a ellos, en sillones pequeños y por separado, estaban las que reclamaban ser arrendatarias. El hombre podía ver el contraste tan amplio entre ambas.

Una, en una posición relajada, tenía las piernas abiertas y, entre ellas, descansaban sus manos, con los dedos desprendiéndose de cada palma, cruzados entre sí. Sus delicados cabellos oscuros, ondeados, caían sobre sus hombros hacia su pecho. El ceño fruncido.

—Realmente lamentamos lo ocurrido —intervino él.

La joven de sedosos cabellos más claros y cortos tenía las gafas sobre la cabeza y las piernas cruzadas, dejando descansar las sandalias altas sobre la alfombra negra.

—No quiero sonar imprudente, —dijo calmada, —pero estoy bastante cansada y no escucho ninguna solución al problema.

—Bueno, —carraspeó él, —la señorita Ortega ha hecho un depósito adelantando los dos primeros meses de alquiler. —leyó algunos papeles que tenía sobre las faldas, cubiertas por un pantalón beige oscuro.

—Puedo pagar tres meses de adelanto, si ese es el problema. —intervino la de voz ronca alisando su vestido primaveral y pegando las piernas al sillón de cuero blanco. Acomodó uno de sus cortos mechones tras su oreja, devolviéndolo a su lugar.

—Eso no es justo, yo hice primero el depósito. —dijo la latina.

—Me parece que la señorita Ortega no puede hacer una mejor contra oferta —dijo la mujer elevando una ceja casi inexistente, —la señorita Myers, en cambio... —

—No me parece un trato justo —interrumpió el hombre acomodando sus gafas —creo que no podemos simplemente echar a la calle a alguna de las dos, mujer. —volteó hacia la arrendataria —esa no va a ser la solución del asunto, lo aseguro, no se trata del dinero.

—Todo se trata de dinero —respondió la mujer en voz baja.

—Hasta que escucho algo lógico —dijo la señorita Myers, cruzando los brazos.

—Escuchen, no pienso seguir oyendo estas locuras. Yo no tendría que ofrecer más dinero por algo que ya pagué —la joven latina se paró mostrando su delicado cuerpo —Tú, niña rica, quédate con el lugar. Ustedes, pareja extraña, arreglen su matrimonio.

—Que maleducada —la mujer se puso de pie y el hombre ni siquiera se inmutó, dándole silenciosamente la razón a la simpática joven frente a él.

—Señora, lamento mi reacción, pero fue suficiente por hoy —acomodó su cabello tras las orejas —Ahora me retiro. Vendré mañana por mis cosas. Fue un placer. Espero se me devuelva el depósito.

—Señorita Ortega. —el hombre fue tras ella.

La joven restante se sintió aliviada y triunfante. Sonrió con satisfacción mientras observaba con tranquilidad los rincones del apartamento desde el sillón. Pese a su visita previa, por primera vez lo estaba disfrutando.

—Señorita Ortega. —el hombre detuvo a la joven tomándola delicadamente por el hombro.

—Escuche, no quiero más problemas —su fastidio se reflejaba en los ojos marrones que se perdían en el piso blanco del pasillo que desembocaba en la puerta principal —disculpe mi imprudencia, por favor, no debí hablar de su matrimonio.

—Tienes razón —ella subió la mirada sorprendida, —esto ha sido nuestra culpa, deja que lo solucione.

—Será mejor que me vaya antes de que oscurezca.

THE APARTAMENT. [JEMMA] [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora