19 Charla grupal

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Frannie suspira sin disimular su mala cara, no soporta a Ainhoa y no se molesta en ocultarlo. Estamos las 5 sentadas y la única que no disimula su disgusto es Frannie.

—Bueno me llamaron del trabajo y tengo que irme.

—Tu teléfono no ha sonado —dice la ahora castaña a mi lado y yo trago despacio esperando la respuesta de mi amiga.

—Bueno honestamente, si hubiera querido comer con la mierda en la mesa, me sentaba a cagar y me llevaba el plato al baño —espero que trate mejor a la gente, porque su no filtro es a veces abrumador— Pero ver tu cara mientras como, me revuelve el estómago ex-rubia. Yo te amo Audry y eres mi amiga, pero mi límite y amor no llega a tener que soportar a esta —la señaló con el dedo— que te lastimó tanto.

—Bueno tendrás que hacerte a la idea porque viviremos juntas —todas me miran extrañadas— así es, nos mudaremos a nuestra casa la semana que viene y espero que puedan ir a la fiesta de bienvenida que vamos a hacer.

—Frannie sonríe— Prefiero tirarme de un acantilado, sobrevivir a la caída, que me alimenten por una zonda y me tengan que limpiar el culo, antes que tener que soportar y ver tu estupida cara de nuevo Reinhardt —la lucha entre ellas se mantiene y nadie más se atreve a hablar, pero sé que tanto Cate como Alex la están analizando y Ainhoa también es consciente de eso— veré a mi amiga cuando tú no estes en el panorama. Nos vemos Audry.

Dicho esto se va saliendo del restaurant la castaña ni siquiera le dirige la mirada, se enfoca en las otras dos. Alex y Cate son más peligrosas que Frannie ellas la analizan de manera callada y más Cate que es perfiladora del FBI, Ainhoa sabe que un paso en falso y la descubren.

—Entonces se irán a vivir juntas... —habló Alex— eso es una sorpresa —me sonríe y yo sé que piensa que esto no era lo que debería haber hecho— ya que la última vez que vimos a Audry...

—¿Parecía decidida a dejarme? —ríe— para mi también fue una sorpresa cuando me dijo que quería que lo intentaramos igual y que haría todo lo posible para hacer que la relación funcione. Aunque supongo que el haberle rogado un poco —agacha la cabeza "avergonzada"— hizo que ella lo pensara —toma mi mano por encima de la mesa, entrelazando nuestros dedos— la verdad es que nos amamos —me sonríe y me vi obligada a sonreírle de vuelta— ¿O no mi amor? —se acerca y me besa.

—Sí —volteo a ver a mis amigas— creo que lo mejor es quedarme con ella e intentarlo, después de todo es una segunda oportunidad de ser feliz a su lado —esta vez la beso yo, con el estómago revuelto.

Continuamos el almuerzo, más la charla pero mis amigas no se han quedado muy convencidas al respecto. La verdad es que Ainhoa me ha intervenido hasta el teléfono, no puedo llamarles o hablar con ellas por ahí, y tampoco puedo tener el teléfono alejado de mi mucho tiempo, también intervino mis mails y redes sociales, hasta la computadora de mi trabajo, por dónde sea me tiene controlada y me lo ha hecho saber, asi ni se me ocurre hacer nada.

—Bueno creo que ellas no se han quedado muy convencidas, tu actuación fue pésima —dice poniéndose los lentes de sol mientras caminamos al auto— será tu tarea hacer que ellas se convenzan. Digo no quieres que algo malo le pase a ella o a su hermanita, te confieso que esa pelirroja de lentes se ve bien tierna, no entiendo cómo puede ser hermana de ese monstruito de Cavanagh —yo no digo nada— tu manejas.

Me tira las llaves al piso, para que las levante. Se sube del lado del copiloto, le da una calada al cigarrillo que jamás dejó, sí, también mintió en que había dejado los vicios, cierra los ojos y larga el humo por la ventana, luego tira la colilla mientras andamos. Pasa su mano por mi cabello acomodandolo detrás de mi oreja y yo me remuevo incómoda en mi asiento, intentando apartarme.

—Siempre te has visto tan dulce y tierna Audrielle, es lo que más me gusta de ti, tu apariencia dócil y que en la cama seas una bestia. No te das una idea de como me cabreaste cuando no quisiste volver conmigo, todos piensan que uno se vuelve loca por quién te rompió el corazón, hasta que te conocí a ti, dulce princesa —pasa su pulgar con olor a tabaco por mis labios— quien sabe tocar mi punto G. Tenía que recuperarte, eres el mejor sexo que tuve, aparte me elegiste siempre en mi peor momento.

—Ni eso te bastó para no engañarme. Parecía que iba a una convención renos con los cuernos que me plantaste. Y no me toques —digo entre dientes y aparto su mano.

—Quizas sea un poco ninfómana —baja su mirada recorriendo mi cuerpo y me sentí asqueada—. Esta es la tercer semana que no tenemos intimidad mi amor —se muerde el labio inferior— no soy de piedra y hace tiempo que me haces falta —masajea mi cuello— te daré una semana más de gracia y luego tendrás que ver cómo, pero vas a cumplir con tus deberes. Imagina como será cuando nos casemos —¿Casarnos?— no voy a soportar tus caprichos de no quiero, no tengo ganas, me duele la cabeza. Regla número 6 —prohibido dejar a la otra con las ganas, lo que se empieza se termina.

—Regla número 5 —cuando es no, es no.

—Regla número 0, las nuevas reglas las pongo yo y las demás quedan anuladas desde ahora.

—Te odio.

—Ella sonrió— En algún momento dejaras de hacerlo —se acerca besando mi mejilla— mírame —niego con la cabeza y me obliga a girar el rostro, para besarme metiendo su lengua en el interior de mi boca— mientras más te resistas peor será para ti —se acerca y muerde mi labio inferior lastimándome— no hagas las cosas más difíciles Audrielle, serás mi esposa y no me gusta tu rebeldía.

Nos bajamos del auto, eché llave, ella se acerca por mi lado acorralandome contra el auto, para besarme con fuerza y yo tuve que corresponderle pero deje mis brazos inertes a los costados tratando de tocarla lo menos posible. Entonces cuando escucho su voz entiendo su accionar.

—¿Audrielle? —la voz de Rebecca suena tras de mí— Ainhoa —dice con rabia al ver que la rubia ya no es rubia.

—Se acerca a mí oído— Termina con ella ahora —muerde mi cuello— te veo en el departamento mi amor.

Se aparta y camina a mi departamento, la veo alejarse y miro a una confundida y triste Rebecca. Yo le había prometido que terminaría con Ainhoa y acá estaba luego de más de tres semanas con ella, a punto de mudarme y sin haber respondido a ninguno de sus mensajes o llamadas. Jamás pude ir con ella al cumpleaños de su hermana y desde que Ainhoa me tiene prácticamente de rehén no pude comunicarme con ella de ninguna manera, por miedo a que le hiciera daño.

—Hola Cavanagh.

—¿Cavanagh?

—Es así como te llama todo el mundo.

Me niego a permitir que ella conozca el nombre de quien estoy enamorada, me niego a darle eso, aunque ella lo sabe y aunque seguramente me espera una gran reprimenda, porque jamás le dije que conozco a sus madres, menos aún que sé su historia y sus nombres.

—Tú no eres todo el mundo Audry, tú sabés mi nombre, conoces mucho más de mi que cualquier otra persona en años. Dime por favor que no estás con ella que hay una explicación para todo esto. La última vez que nos vimos ibas a terminar las cosas para que estuvieramos juntas.

Toco mi teléfono, sé que el micrófono está abierto y ella está escuchando, miro hacía arriba a mi departamento y está apoyada en la ventana fumando, mostrándome el celular, no me dejará olvidar que me tiene vigilada. Cuando Rebecca mira hacía la misma dirección, solo queda la cortina moviendose.

—Audry por favor —me dice de una manera suplicante y yo solo quiero romper a llorar con ella ahí mismo, correr e irnos lo más lejos posible de Ainhoa, pero tengo miedo de lo que ella pueda hacer y no puedo arriesgarme a que a ella o su familia le pase algo— dime que no es cierto, dime que no estás con ella, que te está forzando, que en realidad me amas, tú me dijiste que me amas. Por favor Audry no me traiciones tú también... por favor —comienza a llorar casi que implorando que sea mentira y eso me parte el alma y yo también lloro.

—Cavanagh...

Efecto CavanaghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora