Treinta y cuatro. Salvavidas en tiempo de crisis

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Elisa Kennedy

Sabor amargo era donde podía comenzar, porque las grietas y heridas estaban por abrirse, yo no podía hablar del pasado que prometí olvidar al igual que también comenzó con un aroma que traía mi Dalit esa noche que lo vi la primera vez.

No puedo herirte y mucho menos puedo arrastrarlo, pero al mirarlo parecía estar lleno de dudas y quería saber que es lo que pensaba.

Todo comenzó con una sonrisa brillante que jamás se iba a pagar y que podía perdurar para siempre, alguien que podía guiarme con su espíritu salvaje.

-Elisa, Elisa –

- ¿sí? – salgo de mi trance

- ¿Qué te parece? – me mira con una sonrisa divertida – parece que no estas poniéndome atención

-perdón, es que tengo mucho que pensar – digo apenada

-no te preocupes, entiendo los intereses de tu abuela – suspira – pero dejar de estudiar no te hará daño y bueno, dime ¿Qué piensas? La verdad – me mira seria

Me pongo de pie del columpio y me quedo viendo el árbol que tenemos enfrente que es un roble alrededor de un campo de flores de colores, observo el lienzo que parece pintado de colores azules, verdes, rosas brillantes y morados, sentí un vibra silenciosa y cómoda.

Es como sentir un fin del mundo en un atardecer, es como si quisiera respirar todo ese viento que corre a mi alrededor, es un mundo tan grande para solo pintar un pedazo de este mundo. La artista parece estar …

-estas muy callada, es mala – suena insegura

-realmente quieres la verdad – digo con una voz seria y cuando volteo a mirarla, parece tener una sonrisa nerviosa y asiente

-Que quieres que te diga, me lo has dicho todo con tu pintura – suspira

-me dirás lo mismo – produce con una risita – no puedes decirme la verdad o siempre me dices lo mismo, mejor olvídalo – observo que recoge todas sus cosas y me quedo viendo con detalle la pintura

-no tengo palabras para tus pinturas – digo y ella me mira confundida – es como si el sentimiento solo fuera fugaz, pero puedo escuchar los ruidos al mirar tus pinturas, como si estuviera ahí, parecen tener su propia vida y …una felicidad inalcanzable.

Ella solo me sonrió de lado y eso me pareció darme un poco de vida, pero podía sabotearme cada vez que recordaba que no podía hacer nada.

Esa chica fue mi salvavidas y mi musa de inspiración al mirar sus pinturas, ella me enseño el arte de una manera tan intensa, me dejaba leer sus libros desgastados de artistas que parecían sonreír al saber cuáles eran sus inspiraciones.

Me dejo mirar todas sus pinturas, me deje guiar por las emociones que pintaba y las hacia mías al momento de sentirlas y de mirar emociones coloridas, explosivas, delicadas y amor, me dejaba un sentimiento de curiosidad, no comprendía donde podía mirar o sentir eso.

Era intensa y salvaje al momento de plasmar sus emociones, empecé a mirar cosas que podía sentir de mí, tan solo mirarlas, tenia un sueño que ella compartió conmigo.

Cuando yo realmente no tenia nada y mucho menos algo que diera sentido a mi vida rutinaria y hermética.

Y hubo un momento en que ella empezó a enseñarme a pintar y me deje guiar por un sueño que estaba lleno de ilusión y...esa felicidad peculiar.

— Elisa — sus manos estaban llenas de pintura negra y detrás de ella estaba un lienzo lleno de manchas del mismo color y escuchaba una risa — todo es una estúpida mentira...

MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora