Treinta y cinco. Añoranza de una Ilusión

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Dalit Settman

Vi el reloj pegado a la pared, no falta mucho para que Elisa llegue, una vez más examino mi casa y si está impecable, observo la mesa de manera ordenada, sintiendo alrededor el aroma de vainilla de las velas por toda la casa.

La felicidad y los nervios invadían todo mi cuerpo en especial mi corazón agitado que deseaba ver una vez más a Elisa a lo que llegaba a frustrarme, debido a que en mi cabeza tenía mil ideas de los errores que pueda llegar a cometer durante esta velada, así me autosabotea mi felicidad. Una vez más vuelvo a ver el reloj y aún falta para que den las 9:00, mi corazón sufría un colapso de nervios, que podría morirme ahora mismo. 

Tal vez no temía porque pueda acabar esta ilusión sino por el hecho de que nuestro alrededor lo arruine.

Vuelvo a dar una revisión si todo alrededor está acomodado hasta que me veo en el espejo del baño abierto, mi atuendo que es un desastre es obvio ya que pase todo el santo día limpiando mi casa. Sin más distracciones voy hacia mi habitación para preparar un atuendo y quede congelado… ¿Qué tipo de atuendo le gusta más a Elisa? Lo que usualmente visto es ropa casual y de traje rara vez. Deje eso de lado y voy al baño para darme una ducha rápida. 

Me quité mi ropa y me metí a la regadera, pensado en mi día para preparar todo tanto en la limpieza de la casa y la cena y lo más importante se me olvido, mi apariencia. Últimamente, me he dado cuenta cuanto he cambiado y la razón es esa mujer, que me saca de mi zona de confort, a veces me pregunto que estaría haciendo si no fuera por Elisa, y si dado el caso dejara de pintar y si me quedara atascado por lo que paso con esas personas, imaginar lo que hubiera pasado me hace sentir pesado.

Al momento que el agua cayo en mi cuerpo, sentí como mis hombros se liberaron. Al cerrar imagine como sería está noche, ¿Le gustara la comida que prepare? ¿Podre ver su sonrisa? ¿Se podrá quedar y dormir junto a mi lado? Algo que no debí imaginar apareció al recordar sus labios, su aroma que parece estar en el aire, añorando y alucinando, al igual que cundo sus manos frías viajan por mi estómago, esa sonrisa amarga y su mirada apasionada que me da con sus hermosos ojos grisáceos parece dominar mi cabeza con tan solo escuchar su voz.

Hasta desearlo duele mucho, Elisa me hace sentir vivo, cuando estoy con ella tenerla abrazada bajo la misma sabana cubiertos de sudor, hace que sienta hipnotizado, sin darme cuenta al abrir mis ojos veo que estoy con mi asunto, sin pensarlo baje mi mano hacia mi miembro, al tocarme e imaginar a cierta persona.

Es tan eufórico para llegar a este punto, su risa, labios de color rosa, lo suave de su cuerpo, hasta solo imaginar su aroma hace que lo haga más fuerte y más rápido para solo llegar a ese placer. Hasta que llegue al clímax, gemí y poco a poco aclare mi mente y me di cuenta de lo que hice que no estoy acostumbrado hacer, me avergoncé de mi inapropiado acto y me culpe por darme placer pensando que ella está aquí, sintiendo como sus manos, sus labios buscan un suspiro.

Solté un gemido, me dolía mucho tenerla lejos, pensarla hasta no estar saciado de tal deseo bochornoso o que me causaba tanta vergüenza. Solté un quejido y me apoyé en la pared, observando el desastre que hice, sentía como algo caliente estaba en mis manos.

–¿Qué diablos estoy haciendo? – susurro – soy un estúpido pervertido urgido

Reaccioné y me lavé las manos con el agua que caía de la regadera, luego procedí a bañarme para salir pronto y vestirme.

Una vez salí de bañarme me coloqué el traje formal pero igual cómodo de color negro. Me acomode el cabello aun mojado como pude y me quede viendo la caja negra en donde le tengo preparada un detalle que compre para Elisa.

Estaba listo, el aroma de las velas aromáticas aún se mantiene alredor por todo el lugar, y todo mi cuerpo estaba nervioso. Realmente no podía haber creído lo que hice unos minutos atrás, me mordía el labio un poco tenso. 

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