Treinta y tres. Color escarlata

52 5 0
                                    

Dalit Settman

Desde que conozco a Elisa solo siento curiosidad, pero a la vez desesperación por no poder serle de apoyo, aunque sea para calmar sus preocupaciones. Al tomar ella de mis manos se aferra a ellas con delicadeza. Este sentimiento de inquietud solo aumenta con solo conocerla más y más. Elisa ¿Cuánto has sufrido?, ¿por qué aferrarte más al calor de una persona que una herida?

Con mi otra mano solo acaricio su mejilla.

-Si puedo ser lo suficiente para ti… por favor no me hagas a un lado, yo también ya no podre excusas.

Me agacho y tomo su pie en donde aún esta incrustado pequeños pedazos de vidrio, al parecer no parece cortadas tan penetrantes, aun así sangraba un poco. Mire a ver a Elisa, parece que estaba viendo detenidamente mis movimientos o simplemente estaba vagado en sus pensamientos.

-Tengo que lavar tu herida, así que te cargaré hasta el baño. - ella no contesto, tome de sus piernas y espalda con cuidado sacándola de sus pensamientos.

- ¿Dalit?

- Dime, cariño. - le digo con una sonrisa.

Un pequeño rubor color rojo invadió sus mejillas, se ve mas linda cuando se sonroja. Paso por un pasillo oscuro, sin retratos en donde solo se ven las puertas, empujo la puerta del baño para abrirla, en donde se deja ver que todos los productos ordenados, las toallas dobladas, y mi atención se fue en la gran tina, dejo a Elisa sentada en la orilla de esta; agarro su pie y abro la llave para enjuagar la herida, el sangrado se detuvo aun así le coloque un trapito que traía consigo y le presione.

- ¿Tendrás un ungüento?

-No lo necesito.

-Ah, esta bien te compraré uno, pero por suerte tengo uno en mi mochila, iré a buscarlo.

-Si.

Salí del baño y me dirigí a la sala en donde deje mi mochila en el piso, saco algunas cosas hasta que encuentro el ungüento hasta el fondo y por suerte un curita. Me quedo viendo alrededor de la casa, parece que nadie vive aquí, el ambiente es sombrío y solo, no hay ni siquiera un retrato alrededor, al igual que muebles, solo algunas cajas, la cocina solo estaba una taza en el lavaplatos. Una sensación de soledad realmente fría, desconocer a la mujer que me ha empezado a gustar hace que mis preocupaciones aumenten. Regresé al baño, veo a Elisa recostada en la pared viendo en la ventana.

-Permíteme.

Tomo devuelta su pie, parece que ha dejado de sangrar, le aplico el ungüento.

- ¿Por qué? -Dice Elisa tomando de mi hombro.

- ¿Porque te aplico el ungüento? Bueno veras esto…- me interrumpe.

-No… porque no puedo comprender porque me siento feliz, con tan pequeño gesto.

- ¿Qué dice Elisa? -Digo crédulo, talvez se está burlando.

-Esa mujer se arrepentirá por mucho tiempo… por haberte dejado.- dice de repente, pensé que nunca quería que volviera hablar de ella.

-Si ella estuviera aquí, no te conociera Elisa, no estaría en la galería, no estaría contigo, ahora lo veo de ese modo…- Vuelvo a ponerle atención al pie de Elisa para colocarle la tira adhesiva.

- ¿Tienes hambre? ¿eres alérgica a algo en especial?

Elisa me abraza con fuerza, solo correspondo el abrazo y no digo nada, lo que menos quiero es agobiarla.

-Gracias…

Sentir el calor de Elisa en este cálido abrazo, tiene mi corazón latiendo como loco, el olor tanto de su caballo y cuello extasiaba mi nariz, sus brazos alrededor de mi cuello y su respiración agitada todo de ella es agradable, pero ¿cuánto tiempo iba a durar esta sensación? ¿Cuánto tiempo iba a durar esta felicidad que siento? No sé qué piensa Elisa, pero por lo que corresponde de mi parte espero poder estar con ella mucho más tiempo.

MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora