Capítulo 8

114 26 29
                                    

Una pesadez se hace presente entre sueños, una presión que no se aleja sin importar cuanto me muevo, cada vez se hace más fuerte, hasta el punto de que empieza a doler mi cadera. Hay un frío afilado contra mi garganta, una punzada de dolor en esta me hace abrir mis ojos con rapidez.

Mis ojos los rodea una negrura, intento adaptarme a la oscuridad de la habitación, pero no logro distinguir nada. La pesadez en mi regazo es una silueta, una persona.

Hay total silencio en la que solo se debe escuchar mi respiración, sin embargo, hay otra aún más fuerte y ahogada. Me paralizo por completo y mi respiración se vuelve errática, un terror desconocido me recorre.

—¿Quién es usted? —Preguntó con voz temblorosa.

No hay respuesta, solo un gran silencio, uno que me desespera y hace que lágrimas se acumulan en mis ojos. La persona se mueve con tranquilidad encima mío, parece darse cuenta de que me he despertado, pero no le importa.

Escucho un cerillo encenderse y este ilumina la cara de un hombre. Mis ojos se amplían al reconocer ese rostro, mi cabeza no parece querer asimilarlo. Una sonrisa decora su rostro, es espeluznante.

Acomoda en silencio la vela en el nochero a mi lado, la sonrisa jamás se aparta de su rostro, sus ojos quedan fijos en mí. Se acerca con sigilo hasta quedar a centímetros de mi cara, la opresión en mi pecho se hace más fuerte y mi cuerpo tiempla ante tal acercamiento.

Su rostro cambia de dirección ya estando a centímetros de mi boca, sus labios rozan mi oreja y un escalofrió de asco me hormiguea en la espalda.

—Princesa Lenora, disfrute mucho de su visita. —Susurra con voz ronca.

Intento que mi voz salga en señal de un grito de ayuda, pero él nota mis intenciones y la presión del cuchillo se hace más fuerte.

—No desgaste su voz princesa, recuerde que no puedo escucharle y ellos tampoco lo harán. —Suelta alejándose de mí oreja. —Princesa le estaré eternamente agradecido por salvar mi vida, jamás lo olvidaré se lo juro. Pero ese agradecimiento es eclipsado por mi lealtad, una que me guía y es la que a mí me mueve.

Sus palabras suenan entre susurros, pero yo las escucho con tanta claridad. Un grito que nunca salió es retenido en mi garganta y mi intento por moverme es un fracaso, el miedo me tiene paralizada.

Este hombre es diferente al que rogaba por su vida, esa mirada de misericordia qué me dirigía no está. Solo hay una mirada desquiciada y vacía, una qué no puede ser salvada. Yo ingenuamente pensé que, si y no lo hice, no lo salvé, yo hice mi propia tumba.

<<Moriré>> Es la única palabra que se repite en mi cabeza, una que me persigue desde días anteriores, pero esta noche es más real que nunca.

La sábana cubre mis brazos, estos están escondidos de la vista del hombre. No lo pienso mucho y con sigilo muevo la mano de una de ellas.

—Y... Yo te ayude. —Declaro con voz entrecortada.

Mis ojos están vidriosos por las lágrimas acumuladas, mi rostro no oculta la desesperación qué estoy sintiendo. Quiero gritar hasta quedarme sin voz por mi estupidez, Zafir tenía razón. Ha Lenora jamás le hubiera pasado esto, yo solo soy una impostora.

Mi mano logra escabullirse debajo de la almohada sin que el hombre se de cuenta.

—Y se lo agradezco, gracias a que usted me ha salvado puedo cumplir con mi objetivo inicial. Mi misión siempre fue asesinarla, yo debo ser el causante de su muerte; es el destino. Usted morirá esta noche por mis manos. —Sus palabras salen seguras, no hay duda en sus ojos. No hay culpa.

La Princesa Impostora (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora