Capítulo Final

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El corset apretá mis costillas hasta el punto que se me dificulta respirar, pero parece que a las dos sirvientas no les importa ya que una de ellas sigue apretando el nudo sin parar. La otra se encarga de mi rostro, no deja una sola imperfección con los múltiples polvos que me aplica. Adina arregla mi peluca en un impecable moño, dejando solo los dos mechones delanteros negros sueltos. Acomodo el anillo con el sello de los Asttey en mi dedo meñique.

Todas están entretenidas en su trabajo de dejarme como la heredera perfecta, yo solo me dejo manejar como una muñeca, mientras me observo en el espejo de cuerpo completo frente a mí. La sirvienta termina de arreglar los últimos detalles del vestido y verme con el puesto solo me deja impactada, está hecho a la perfección; sus dos tirantes deslumbrantes de perlas y un escote llamativo en forma de corazón del corset negro carbón que delinea con precisión mi pecho y cintura, este está unido a una pequeña falda del mismo color. Debajo de está, esta una larga falda blanca que cae en el suelo. Es una división perfecta entre el blanco y negro, al igual que la de mi cabello.

En "mi cabello" predomina el blanco, idéntico al de Lenora, me creería si me digieran que esta echo con sus cabellos reales. Esta suele picar y me hace desear quitármela, aunque solo sea unos segundos, pero sería sacar a relucir mi cabello negro, tal vez no tan fantasioso como el de Lenora, pero al final de todo es mi cabello verdadero.

—Anassa estás hermosa, estoy seguro que el día de hoy se escribirán poemas y canciones en honor a tu belleza. —Zafir halaga con un toque de diversión, mientras entra a la habitación.

Una sonrisa se asoma por mis labios ante su comentario, sé que lo hizo para aligerar el ambiente entre nosotros después de todos estos días, pero mi sonrisa no dura mucho.

Cada parte de Zafir esta acomodada pulcramente, desde su cabello hasta sus zapatos. Su corona resplandece en contraste de su atuendo completamente negro, pero en la esquina de su chaleco se aprecia el bordado dorado del escudo de Zavidia.

—¿Puedo tener un poco de su tiempo, princesa? —Su pregunta sale tensa y una sonrisa falsa la acompaña.

—Déjennos solos. —Ordenó sin mirar a Zafir.

Hacen una reverencia y abandonan la habitación, es la primera vez que estamos solos sin que el otro este dormido, desde la revelación de la muerte de Bastián. La ansiedad revuelve mi estómago y un solitario escalofrió recorre mi columna, no logro distinguir si es por la mirada que Zafir me dirige o porque mi coronación es en menos de dos horas.

—¿Sucede algo? —Preguntó, bajándome de la pequeña tarima donde antes me estaban arreglando.

—¿No debería ser yo el que haga esa pregunta? La forma en que me evitas, me hablas como si de un extraño se tratara. —Declara con disgusto, mientras se acerca a mí.

—He estado nerviosa por la coronación. —Miento con facilidad.

No correspondo su mirada, no debo hacerlo si no quiero que vea la falsedad en mis palabras. Pero su silencio ante mis palabras me hace levantarla, me deja descolocada la expresión lastimada en su rostro.

—Te creería, pero siempre que tu mirada se dirige a mí hay preocupación. Dime ¿Qué es lo que te preocupa sobre mí? —Su pregunta sale en un murmuro.

—¿Te parece un buen momento para esta discusión? Justo antes de mi coronación. —Reclamo con una creciente molestia.

—Cuando seas reina ya nadie estará por encima de ti, no podrán obligarte a casarte. —Expresa con la mirada perdida, sus palabras se sienten desesperadas.

Mis manos se entrelazan entre si con fuerza, odio ver su ceño arrugado y más si es de dolor. Él teme que cuando sea reina cancelé el matrimonio, no pude estar más alejado de la realidad.

La Princesa Impostora (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora