III

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"Ni siquiera pedimos felicidad,
solo un poco menos de dolor"

~Charles Bukowski~

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-Buenos días, Yuugo- lo saludé alegre mientras ponía los platos en la mesa -Perdón por lo de ayer-

-No pasa nada, solo te preocupabas por mí, pero ya no seas metiche, enana- expresó mientras empezaba a desayunar.

-Okey, okey. Buen provecho-

Desayunamos en silencio, cada uno perdido en su mundo. Yo me preguntaba lo mismo que ayer, lo que pasaba con ese joven y lo que estaría sucediendo en el orfanato...

-Prepárate, cuando termine con esto nos vamos al exterior- comentó mientras lavaba los trastos.

-Sip-

Puse algunas cuantas cosas en la mochila, entre ellas las municiones para las armas y botellas con agua. Al cabo de cinco minutos ambos ya estábamos subiendo la escotilla para salir del refugio en busca de alimentos frescos.

-Espero y logres seguirme el paso, mocosa- 

Después de decir eso, salió corriendo como burro sin mecate en dirección al norte, apenas y lograba seguirle el paso, y cada tanto me detenía a recobrar el aliento haciendo frustrar aún más a Yuugo.

-Apúrate mocosa, que te pueden comer- advirtió serio mientras entrabamos al bosque.

-¿Qué?- pregunté exhausta mientras me recargaba en un enorme tronco.

-¡Que muevas tus patas!- exclamó fuertemente mientras una mirada impresionada se mostraba en su rostro -¡Corre, imbécil!- rápidamente me jalo del gorro de la chamarra para echarnos a correr por nuestras vidas -¡Idiota! si no hacía nada eras comida de un cazador-

-Lo siento- grite aterrada -¿Estas cosas se pueden matar, verdad?-

-Claro que sí, tu sigue corriendo y cuando estés lejos, sube a la copa de algún árbol- ordenó mientras acomodaba su arma.

Yuugo corrió en una dirección diferente, distrayendo al demonio salvaje, yo me apresure a subir a las ramas de un árbol, viendo como él apuntó y disparó en el ojo central a aquel ser.

-Muere hijo de perra- después de eso regreso a dónde nos habíamos separado -Niña ¡¿dónde estás?!-

-¡Aquí!-

Empecé a descender del árbol donde me escondía, para estar al lado del "jefe".

-Tienes suerte de que ese come hombres no llamará a sus amigos-

-Lamento mi falta de atención...- baje la mirada, avergonzada.

-Tranquila, con las clases que te daré tomarás todas las cosas "difíciles" del entrenamiento en algo tan sencillo como atar tus botas-

Yuugo me dio unos golpecitos en la cabeza, despeinándome, y siguió caminando con tranquilidad; traté de acomodarme el cabello, y corrí para alcanzarlo.

Agapē (Oliver y Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora