Adeline Harlow.
¿Me habré pasado con esa bofetada? Y lo más importante, ¿Cómo me conoce? En mi vida lo había visto, miro hacia arriba y él me está mirando, sus ojos negros como la noche están posados en los míos, me separo rápidamente.
—¿Quien eres? —Pregunto una vez más.
—Eso no te debe de importar, vamos, te llevaré a tu casa. — Dice tomándome del brazo pero enseguida me deshago de su agarre, me mira confundido. —Ya te dije que no te haré nada. — Repite lo mismo de hace unos minutos.
—Y yo te hice una pregunta, no te daré absolutamente nada y si intentas algo te voy a demandar y no volverás a ver la luz del día en tu maldita vida. — Respondo.
—Intenta siquiera demandarme y créeme, la que no volverá a ver la luz del día eres tú. — Dice acercándose, por instinto retrocedo, pero choco con un pecho sumamente trabajado, miro de reojo y veo que es un hombre de 1.90 aproximadamente, lleva un traje que se ve sumamente caro, me quito de su camino y ambos hombres me siguen con la mirada.
—No me vuelva a seguir. — Le digo al señor que me perseguía, su rostro ahora está más claro, gracias a la luz de la farola, lo puedo reconocer, pero no recuerdo dónde, grabo su rostro por si intenta algo más y camino dandole la espalda a la calle, ni loca le daré la espalda a esos hombres, cuando los he perdido de vista, vuelvo a respirar, empiezo a caminar en lado contrario de dónde iba para entrar al vecindario.
Cuando estoy en la parada de autobús, sentada a esperar que el próximo autobús llegue, un convertible se estaciona, prestó más atención y veo que es el hombre que me seguía, decido hacerme la loca y no prestar atención, pero habla.
—Oye, tranquila, ¿Si? Déjame llevarte a casa, no quiero nada a cambio, te lo juro. — Dice alzando su mano izquierda en señal de juramento.
—¿Cómo sé que no intentaras nada? — Pregunto poniéndome de pie y haciendo como que ya no le tengo miedo, pero es solo eso, una máscara, porque por dentro estoy temblando.
—Tengo demasiados coños como para forzar a alguien, tengo la mente dañada, pero tampoco para obligar a alguien a hacerlo. Anda, sube. — Así que es un total mujeriego, pero, si tantos coños tiene como él dice, ¿Que hace siguiéndome? Estúpido.
Decido creer en su palabra y me subo en el asiento del copiloto y me abrocho el cinturón, espero a que él ponga en marcha, pero no lo hace, así que me volteo y lo pillo mirándome.
—¿Que esperas? ¿Una invitación? Tú mismo me dijiste que me llevarías a mi casa. —
—¿Y como lo haré si no me has dicho tu dirección? — Dice mirándome.
—South Bronx, me puedes dejar entrando a la zona. — Respondo.
—¿Por qué vives en una zona tan peligrosa? —
—Pues perdón, señor lujo, pero es que yo no tengo lo mismo que tú, yo no tengo auto, yo debo trabajar día y noche para poder comer. —Digo, cruzandome de brazos y mirando al frente.
¿Quien se cree que es para estar criticando donde vivo? Si no le gusta, pues que me saque a vivir con él, imbécil, hombre tenía que ser. Suelta un pequeño suspiro y pone en marcha el auto, estamos a cuarenta minutos de la zona, el trayecto a mi casa es silencioso, él conduce con una habilidad, que me moja, si, me moja el hecho de ver cómo mueve las manos sobre el volante, ¿A quien no le parece atractivo que un hombre sepa mover sus manos?
Pasados aquellos cuarenta minutos, decide hablar, pero para algo que no me esperaba.
—¿Cuál es tu casa? —Pregunta.
—¿Para que o que? —Pregunto.
—Te dejaré allá, no pienso ver cómo caminas cuando bien te puedo dejar frente a ella. —Dice, mirnsdome está vez.
—En el edificio este, diagonal al parque. —Digo, señalando el edificio donde vivo.
—¿Apartamento? — Pregunta mientras vuelve a poner en marcha el auto.
—¿Para que? — Pregunto, él se encoge de hombros, pero no respondo, cuando aparca frente al edificio.
—Eso no te incumbe. —Dice, abro la puerta y lo miro.
—Entonces a ti tampoco te incumbe donde vivo. —Digo y cierro la puerta.
—¡De nada maleducada! —Me grita, antes de abrir la puerta del edificio, me giro para verlo, sigue ahí.
—¡Gracias acosador! —Grito y entro al edificio, cuando llego al pasillo donde están la escaleras, me quito los tacones y subo hasta el séptimo piso.
Al entrar a casa, me recibe el gato que recogí hace tres días, no tendré para comer, pero no iba a dejar que se muriera entre la basura, es un bebé aún, así que lo tomo en mis brazos y empieza a maullar, así que voy en busca de la leche para hervirla, dejo al pequeño en el suelo, pongo una olla pequeña y pongo medio vaso de leche a hervir y le agrego algo de sal, voy a mi habitación y me cambio, desmaquillo y cuando estoy de regreso en la cocina, la leche está hirviendo así que la apago y la vierto en una jeringa con punta catéter, tomo al minino en mis manos y me siento en el sofá mullido que está en mi sala, la cual no es una sala, es más pequeña que un baño, a duras penas me cupo el sofá.
Pongo al chiquitín en mis piernas y tomo su pequeña mandíbula para meter la jeringuilla en su boca para poder darle su última dosis de leche antes de irnos a dormir, éste bebe la leche como si fuera lo mejor del mundo y lo entiendo, cuando pude pagarme una comida "decente" también me la comí tan rápido que cuando quise saborear más, me di cuenta que solo eran sobras de una hamburguesa que me había costado la mitad de mi salario como mesera en un bar.
El minino al terminar, me mira y maulla en busca de más y como no me puedo resistir, le doy un poco más de leche; cuando ha acabado con otras dos jeringuillas de leche, se queda dormido en mi regazo, su panza está totalmente redonda y dura, lo acuesto en la almohada que le di para el y enjuagó todo lo que ensucie, tomo una manzana en sus últimos alientos de vida y la llevo a mi habitación, la cual es más grande que la sala, me recuesto en la ventana y veo muchos autos aparcados frente al edificio, son alrededor de diez, unas camionetas negras y otros automóviles de lujo, salen y entran hombres trajeados, tal vez sean guardaespaldas de algún narcotraficante que venga a cobrar o quien sabe, pero lo más probable es que sea la primera.
Cuando he terminado mi manzana medio con vida, lanzo el corazón al canasto de la basura, me aseo y me voy a dormir, pues mañana a primera hora debo estar en la cafetería, es mi primer día y no puedo llegar tarde.
Dios, no saben cómo chillo con éste tipo de capítulos donde la prota sufre por comer un plato decente, pero nuestra Adeline es fuerte y valiente, se le mide a lo que sea con tal de comer y dar de comer, por ejemplo a nuestro michito. Mi niña es un amor de persona.🥹
Ojo, ustedes no hagan como Adeline que se montó al auto de un desconocido, espero que estén conscientes que ésto NO es NORMAL.
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Con amor, el diablo.
RomanceÉl era un cliente, lo apodaban el diablo, mi jefe, mis compañeros de trabajo, todos a mi alrededor lo conocían, menos yo, jamás lo había visto, jamás debí acercarme a él...o tal vez, si. Cuando lo hice, no me trató como un cero a la izquierda, no me...