27. De vuelta al juego.

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Kael Benedetti.

Estoy en el auto, afuera del restaurante donde Adeline trabaja, la veo empezar a servir y todo en mi sistema tiembla, se ve tan bella, igual que siempre, con su cabello recogido en una coleta alta y sus labios llenos de gloss. Saco el celular y marco el teléfono de Lyra, al tercer timbre contesta, pero no la persona que esperaba.

Tío

Hola, campeón, ¿Tu mamá está ahí?

Se está bañando.

Bien, cuando salga dile que me devuelva la llamada, por favor.

Está bien. Adiós.

Adiós. —Digo y cuelgo.

A los diez minutos mi celular suena, veo el nombre que refleja la pantalla y lo tomo.

Lyra.

Dime.

¿Qué hago si la acabo de ver?

Admirala y sigue tu camino, no es justo ni para ti y mucho menos para ella, que te acerques.

¿Y si mejor la beso?

Kael, no hagas eso, la terminarás de destruir.

Yo solo la quiero en mi vida.

Sí, pero no puedes forzar las cosas, no de nuevo.

Llegaré tarde a casa, avísale a mamá y al abuelo. — Digo y cuelgo, escucho sus réplicas, pero no hago mucho caso que digamos, me dirijo al restaurante y me siento afuera mientras la veo servir y limpiar mesas.

Odio esto, ella no debería estar ahí sirviendo comida, ella debería ser la que está sentada esperando a que sirvan para ella, merece que la consientan mucho y que la cuiden, pero yo era la única persona que de verdad podía hacerlo y ahora no me quiere ver ni en pintura.

Entro y toco su hombro, está de espaldas hablando con un cliente, ella se da la vuelta y su rostro es toda una montaña rusa.

— ¿Qué haces aquí? — Pregunta al verme frente a ella.

— Solo quería verte de nuevo. — Digo y me repara de arriba a abajo, como si fuera irreal.

— Pero yo no te quiero aquí, vete, por favor. — Pide, da media vuelta e intenta irse, pero tomo su brazo sin importarme que los demás vean.

— Te amo. — Anuncio

— No digas que me amas, eso es imposible.

— Nada es imposible en esta vida y mucho menos cuando tienes a la persona correcta frente a ti.

— No soy la correcta, jamás lo seré. — Miente, todo eso es mentira. La estrecho en mis brazos, ella me mira con confusión, pero todo se aclara cuando nuestros labios se cruzan.

Su respiración se vuelve inestable, coloco mis manos en su cintura y ella recibe gustosa el beso, hay vitoreos en nuestro alrededor y chiflidos; ella se separa sonrojada.

— Estás mal de la cabeza. — Sonríe y vuelve a unir nuestros labios.

— Sabía que era mentira. — Digo separándome.

Con amor, el diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora