Adeline Harlow.
Vuelvo a la habitación luego de haber llamado al capitán de la policía para que Kael hable con él. Al abrir la puerta me encuentro con nada más y nada menos, con Kael y su gran vista de pechos de una enfermera que le está acomodando la almohada.
— Yo lo puedo hacer, no te preocupes. — digo quitándole la almohada, ella se retira y va hacia donde está Rocco, quien se muere por su atención. — Definitivamente ustedes se mueren por la atención de todas las mujeres. — Kael me mira como todo un niño inocente.
—No tengo culpa, ella me vio incómodo.
— Claro y yo soy virgen.
— Podrías.
— Síguete haciendo el loco y créeme, pondré un candado en tus pantalones y los de Rocco.
— ¿Qué tiene que ver él aquí?
— Mucho, porque por si no lo sabes, es un imprudente.
— Siempre ha sido así.
— Bueno, hoy se ha pasado con una chica que ayudo a que ninguno esté muerto.
— Oye. — llama Rocco. — ¿Quién carajos se viste así para vender huevos de chocolate?
— Pues ella, ¿Sí? No todas deben ser prostitutas.
— Adeline, yo estoy con Rocco, lo lamento, pero en serio su vestimenta me parece rara, yo digo que lo hace para los hombres o mujeres que tienen fetiches con los conejos.
— Eso es enfermizo.
— Lo sé, pero no podemos evitar pensar eso ante ese tipo de vestimenta, a mí me parece enfermizo vestirse de conejo, además de que no parece ni un conejo.
— ¿Ves? Sabía que Kael entendería. — dice Rocco, volviendo la vista hacia la enfermera de pechos grandes.
— Ustedes dos me van a sacar de quicio, yo me voy a buscar a tu familia. — digo y Kael me toma la mano.
— Meine Göttin, no te enojes, ¿Sí? Fuimos sinceros.
— Tu sinceridad un día de estos va a matar a alguien. — digo y salgo de la habitación dejándolos con la enfermera.
Cuando estoy en recepción, veo llegar al capitán, entonces me acerco.
— Señorita.
— ¿Qué tal, capitán? Yo fui quien lo llamó, Kael está en el cuarto 506 del cuarto piso, es una zona VIP, lo acompañaré. — este asiente y subimos al ascensor junto a sus acompañantes.
El silencio es sepulcral, estoy a punto de romperlo, cuando las puertas se abren, los guío hasta la habitación y cuando toco la puerta, la abre la enfermera de pechos grandes a trompicones, acomodándose el uniforme. Entro sin importarme que esté frente a autoridades, miro a ambos y Rocco está lleno del labial de la enfermera, miro hacia Kael y veo un ligero brillo en los labios, contoneo las caderas hacia él, haciendo que mis tacones resuenen más de lo que deberían.
— Kael... —le llamo, él alza la vista de su crucigrama. — ¿De quién es ese labial?
— Tuyo, me besaste.
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Con amor, el diablo.
RomanceÉl era un cliente, lo apodaban el diablo, mi jefe, mis compañeros de trabajo, todos a mi alrededor lo conocían, menos yo, jamás lo había visto, jamás debí acercarme a él...o tal vez, si. Cuando lo hice, no me trató como un cero a la izquierda, no me...