22. Tarde perfecta.

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Adeline Harlow.

Me levanto cuando siento besos en mi mejilla y luego bajandome por el brazo hasta llegar a mi dorso derecho.

—Kael... — Murmullo entre mis sueños.

—Dime.

— Quédate quieto, quiero seguir durmiendo.

—Te traje el desayuno, debes comer, luego sigues durmiendo. — Dice y es cierto, puedo oler tostadas, la mermelada de fresa, tal vez jugo y otras delicias que puedo oler, abro los ojos y lo veo con una sonrisa coqueta. — ¿Dormiste bien?

—Muy bien, una que otra pesadilla, pero no más de ahí. — Respondo y él roza su nariz con la mía.

— Me alegro, ahora ven, come. — Dice y me ayuda a reincorporarme en la cama.

—Huele bien.

— Bueno, no pienses que yo lo hice, porque me acabo de levantar así que dale las gracias a Nana cuando bajes. - Dice y pone la bandeja frente a mí.

—Igual muchas gracias por tomarte el tiempo de traerlo.

—Es lo mínimo que puedo hacer.

—Y aún así lo hiciste, hay hombres que no lo hacen ni porque les ruegues.

— Que bien que no me criaron así. — Dice y me da un beso en la frente y pone algo en el televisor mientras este se despliega del techo.

—Pon alguna película.

—¿La ouija?

Lo miro confundida y aterrorizada.

—No, nunca pongas películas de miedo mientras esté en una habitación. — Él se ríe y luego que cesa hay unos golpecitos en la puerta.

—Adelante. —Dice y una mucama abre la puerta, hace una pequeña reverencia y entra a dejar ropa doblada y planchada.

—¿Por qué la reverencia? —Le pregunto mientras se dirige al armario, ella se gira confundida.

—Mil disculpas si la ofendí, reina. —Dice y baja la cabeza.

Miro a Kael y él sigue pasando los canales.

— No hay ninguna necesidad de decirme así o hacer una reverencia, déjalo para la sangre real. —Ella me vuelve a mirar confundida y asiente, se gira y guarda la ropa, cuando sale enfrento a Kael. —¿Nunca vas a parar?

—¿Parar con qué?

— Con eso, con que todos me traten como si fuera una maldita reina.

—Pero si lo eres, ¿Que quieres que haga?

—No hagas nada, tú nunca puedes hacer nada de lo que te pido.

—¿Que?

—Lo que escuchaste y dame ese maldito control. —Respondo y le arrebato el control.

—Adeline... Mírame, ¿Si?

—Vete.

—Es mi habitación.

Con amor, el diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora