Kael Benedetti.
Dos años después...
Mi cumpleaños número 32, pero esta vez no hay pastel, no hay canto sorpresa por una bella ninfa de ojos verdes, solo somos la botella de whisky Jack Daniels y yo, en mi oficina.
— ¡Kael! Te tengo una sorpresa. — Escucho la voz de Lyra.
— Tenemos. —Escucho la voz de Bennett, el hijo de Lyra.
—Pasen.
Ambos entran, el pequeño tiene en sus manos un pequeño pastel con una vela, Lyra lo conduce con cuidado, mientras este canta feliz cumpleaños para mí, sonrío y cuando llegan al escritorio, Lyra toma el pastel y lo acerca a mi cara.
—Pide un deseo.
— No puedo desear a alguien.
—Solo hazlo. — Pide, cierro lo ojos y ruego con todo mi ser que Adeline Harlow vuelva a mi vida, soplo la vela y Bennett aplaude.
— ¡Bravo tío! — Dice, le sonrío y lo tomo en mis brazos, Lyra corta el pastel para los tres y joder, por un momento me imagino a Adeline haciendo esto, con una pequeña en mis brazos, que sea idéntica a ella, todo me consume.
—Quisiera estar solo luego de que comamos el pastel. — Pido mirando a Lyra, ella asiente comprendiendo mi situación.
— ¿Por qué? — Pregunta el pequeño en mis brazos.
— Bennett, eso no se pregunta. — Dice su madre con tono regañon.
—Está bien. Bueno, resulta y pasa que no me siento lo suficientemente bien como para estar celebrando, solo dejo que tú vengas porque eres mi sobrino, ¿Bien?
— ¿Y mi mami?
— Tu madre es una metiche.
—Kael. —Me regaña Lyra, solo me sale una pequeña risa, ella pone dos platos frente a mí. — Coman.
— Tío, come. —Dice él metiéndose un gran pedazo de pastel de Red velvet y chocolate a la boca.
— Solo por ti, ¿Si? — Pregunto y este asiente sonriendo.
Los tres comemos en silencio y cada tanto hay ruido por Bennett, contando cosas más allá de lo trivial de su vida en el kinder. Al terminar, ambos se van y yo empiezo a beber, tanto que empiezo a delirar y a llamar su nombre, como si eso fuera a hacer que volviera.
Todo va bien, hasta que mi madre entra al despacho, la miro con fastidio.
—Me dijiste que no tomarías. — Dice quitando la botella vacía del escritorio.
— No dije tal cosa. — Todo me da vueltas, pongo la cabeza encima del escritorio y ella sale de mi oficina.
El resto del día me la paso ahí, bebiendo y fumando, llorando y recordando todo lo que algún día quise vivir.
Adeline Harlow.
Tres días después...
— Hace unos días fue su cumpleaños, ¿Le enviaste el regalo? —Pregunto a Rocco, él asiente.
— Espero le guste o si no le diré que fue tu culpa.
— Es tu novia, deberías saber lo que le gusta.
—Tú eres su amiga. ±?— Dice mientras sigue comiendo su pizza.
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Con amor, el diablo.
RomanceÉl era un cliente, lo apodaban el diablo, mi jefe, mis compañeros de trabajo, todos a mi alrededor lo conocían, menos yo, jamás lo había visto, jamás debí acercarme a él...o tal vez, si. Cuando lo hice, no me trató como un cero a la izquierda, no me...