5. Arrendatario.

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Adeline Harlow.

Luego de salir del hotel, tomo camino hacia la parada de autobús más cerca; no puedo creer que ese tipo le haya hecho eso al ruso que bien se acercó dispuesto a darme un buen dinero por sexo, no es como si no lo hubiera hecho antes, pero se supone que me había retirado de aquello llamado prostitución, a veces la escasez nos lleva a hacer cosas que no queremos, pero que es sumamente necesario si queremos sobrevivir a éste mundo.

Estoy sumergida en mis pensamientos que cuando quiero volver a la realidad, el autobús se ha ido, bueno a caminar a casa se ha dicho, me levanto y estoy por darme media vuelta para irme a casa, cuando siento que un auto frena y alguien grita mi nombre, al mirar a la calle, veo al hombre de antes saliendo del auto y abrochándose la chaqueta de su costoso traje.

—¡¿Que?! Ya le dije que me dejara en paz y créame si no lo hace le pondré una orden de alejamiento. —Le digo hastiada, mientras que él me mira con burla.

— Calma, solo te llamaba para llevarte a casa, si no quieres, está bien lo entiendo perfectamente. —

—¿Y por qué me llevarías a casa? No te lo he pedido. —Digo, él solo asiente y entra a su auto y lo pone en marcha desapareciendo de mi vista y ahí es donde me doy cuenta que no quiero caminar a casa.

Suelto un pequeño grito de frustración y emprendo mi camino al estúpido departamento donde me espera mi gato. Todo el camino voy pensando en aquel hombre y las posibles razones del porqué está tan interesado en mí, pues no tengo dinero, vivo en un apartamento más pequeño que un baño público, soy cantante en un bar donde me pagan quinientos dólares por dos canciones, tengo mil deudas, le debo a tanta gente que voy por las calles con miedo a que me asesinen por no pagar a tiempo y todo para poner feliz a mi estúpido ex novio que era tan fan de las apuestas que a mí me tocaba pagar sus deudas y ahora que paso con él, pues no, ahora está con una ricachona que lo mantiene, ojalá y se dé cuenta del parásito con el que está.

Cuarenta minutos me toma llegar a mi casa, diez subir ese montón de escaleras y otros diez en preparar la comida para el pequeñín que aún no tiene nombre. Lo tomo en brazos y él sigue llorando, así que le abro la boca de poco y meto el pistón en su boquita y empiezo a llenarlo de leche, al terminar éste se va a su cama improvisada y ahí queda rendido hasta la mañana siguiente.

Kael Benedetti.

La noche está silenciosa, lo cual es totalmente extraño en Manhattan, siempre está despierta, activa, hoy por suerte el South Bronx está solitaria, lo cual me permitirá vigilar con mejor imagen a Adeline.

La veo bajarse de un taxi, de seguro vino en tren o tal vez a pie hasta el río Harlem y de ahí tomó el taxi, no lo sé, pero no falta que le diga a Rocco que vaya a averiguar cuando ya me está volviendo a la camioneta con un papel en mano y con la información saliendo de su boca apenas sube.

—Tomó el taxi en el río Harlem, dijo que no tenía los 25 dólares que él le estaba cobrando y entonces que le pagaría cuando llegara, subió para eso, pero ya pagué. —Dice él

—Bien hecho, ¿El contacto del imbécil? —Pregunto, pero eso obvio, Rocco no habla con alguien sin pedirle su número de teléfono y dónde lo puede encontrar.

—Si, señor. —Dice pasándome el papel con la información.

—Bien, ve mañana a primera hora a la empresa y búscalo, encuéntralo y déjalo en el sótano de la mansión, tendremos una charla. —Digo tomándole una foto al papel y devolviéndolo.

—Si señor. — Dice y vuelve a mirar las cámaras de seguridad que instalamos hace unos días en el barrio cuando volví de Italia y la ví por primera vez en aquel escenario.

—Señor, debe ver ésto. — Dice Max otro de mis guardaespaldas de confianza, cambia la imagen de la pantalla a la cámara que está afuera del departamento de Harlow. La imagen nos muestra a el maldito arrendatario acorralando a Adeline entre la puerta y su cuerpo.

Bajo de la camioneta, pero Rocco y Max me detienen poniéndose frente a mí con sus caras llenas de preocupación.

—Señor, no creo que sea buena idea, pues recuerde que Adeline rechazó su oferta y va a enfrentarlo y echarlo, deje que nos encarguemos. — Dice Rocco, haciéndole una señal a Max para que me vigile y él se va.

—Señor, volvamos a la camioneta ahí monitoreara a Adeline. —Dice

—Reina para ustedes, ninguna Adeline, ninguna princesa, reina para ti y para todos en éste maldito mundo. —Digo dándome vuelta para ir a la camioneta.

—Si señor, lo lamento. —Dice detrás de mí.

Veo a Rocco hablar por el teléfono se ve histérico, minutos después veo a mi reina bajar corriendo y mirando por encima de su hombro, detrás de ella va el arrendatario. Ella y Rocco empiezan a hablar, no mejor dicho a gritarse, veo como Rocco señala al arrendatario y él se queda quieto tal como una estatua, la diosa le da una bofetada y Rocco sin poder evitarlo, forma puños a sus costados, pero se contiene.

Decido salir de nuestro escondite y Max me acompaña, al llegar, Adeline me ve y retrocede, mira al arrendatario y se va, llamo a Rocco y éste se voltea, camina hacia nosotros.

—No se preocupe señor, me encargaré del tipejo. —

—No te preocupes tú, yo lo haré. — Lo rodeo y voy en dirección al tipo bajo y gordo.

—Señor. — Me llama Max, le miro y él me hace una señal para que mire en dirección a las escaleras, al hacerlo, veo la cabeza de Adeline asomada ésta se esconde cuando cruzamos miradas.

Miro por encima de mi hombro a Max y Rocco expectantes a mis movimientos, les hago una señal de que se vayan, éstos dudan, pero al final lo hacen, me acerco al tipo paso mi mano por encima de sus hombros y conduzco hacia afuera.

—Dígame, ¿Cuánto le debe mi mujer? — Le pregunto cuando estamos afuera, el hombre me mira desconcertado. —Adeline es mi mujer, dígame, ¿Cuánto le debe? Yo se lo pagaré con todo e intereses. —Digo, el hombre me mira expectante y creo que le van a salir signos de dólar cuando ve que saco un fajo de billetes de cien, exactamente lo que ella le debe, sé que pedirá más, así que saco otro más y se lo doy. —Espero que eso cubra lo que ella le debe. —Digo dándome vuelta y dirigiéndome a la camioneta, cuando estoy en ella, veo a Adeline entrar en su departamento y desaparecer completamente de mi vista.

—Señor, ¿Cree que el arrendatario la volverá a molestar? — Pregunta Max a mi costado.

—No lo sé, por eso mañana quiero que lo lleven junto al otro tipo al sótano, quiero serciorarme de que todo estará bien. — Digo mirando a la cámara que muestra la entrada del departamento.

*¿Que creen que haga en el sótano?*

Con amor, el diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora