16. Amigos y coqueteo.

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Kael Benedetti.

Luego de que Adeline me regañara por haber amenazado al mesero, decidí ir al baño y calmarme, pero no toda esa calma que recuperé, se fue al caño cuando regresé y la ví charlando animadamente con un tipejo lo suficientemente mal vestido para estar en un restaurante como lo es Prego, uno de mis tantos restaurantes.

Amore, ¿Ya ordenaste? — Pregunto llegando a la mesa, el hombre me mira y tiende la mano muy sonriente.

— Soy André, un gusto, Adeline me ha hablado mucho de usted.

— No sé quién eres y tampoco me interesa, ahora quita tu mano de mi vista. — Digo apartandola con un manoton.

— ¡Kael! — Me grita mi mujer. — Lo lamento, André, siempre es así. 

— Y más si son hombres. — Digo mientras me siento y le miro.

— No se preocupe, al igual que a Adeline, me gustan los hombres. — Dice el tal André mientras se inclina sobre mí y me lame la oreja derecha, enseguida me levanto y le miro mal.

— Lárgate de aquí. — Le digo, a mi lado, Adeline se ríe.

— Adiós, preciosa. — Dice este y le da un beso en la mejilla y esta se lo devuelve risueña. — Adiós cuñado. — Me dice y me guiña el ojo y sale por fin del maldito restaurante.

Miro a Adeline, aún sigue riéndose, le doy mi mirada expectante, pero ella no se inmuta, sigue riéndose y niega.

— Basta. — Pido, pero ella sigue, hasta que una mesera llega con nuestros platos.  — Gracias. — Digo, ella contesta un pequeño prego, y se va.

— ¿De qué es la lasagna de aquí?

— De vegetales. — Respondo y veo su cara transformarse en una mueca de asco. — Es de carne. — Digo riendo.

— Otra vez tus estúpidas bromas, otra de esas y te dejo aquí botado. — Responde con desdeñes mientras se lleva algo de comida a la boca.

Pasamos el almuerzo entre escenas de celos, discusiones e insultos de su parte, las escenas de celos son mías, obviamente, ella ni me voltea a mirar cuando miro a la mesera. Cuando terminamos, nos traen la cuenta, pago y nos retiramos dirigiendonos al subterráneo; prendo el auto a la distancia y Adeline corre hacía el, emocionada por ir a pasar tiempo con Salem, definitivamente sacarla no funcionó para que se distrajera como quería.

— Vamos al departamento de ella. — Les digo a Rocco, Max y César, los tres que me traje sin camuflar que son más que suficientes para no llamar tanto la atención.

Visualizo a Adeline en el asiento trasero concentrada en su móvil, subo tomando el mando del volante una vez más y dejo las bolsas en el asiento del copiloto, dónde quiero que ella vaya siempre, pero no, ella prefiere estar alejada de mí. El trayecto es silencioso hasta su departamento, hasta que decidió romperlo.

— ¿Quién era el chico con el que hablaste en el restaurante?

— Un amigo. — Responde

— ¿En serio es gay? — Cuestiono

— Si, ¿Por qué?

Con amor, el diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora