4. ¿Otra vez?

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Kael Benedetti.

Estoy en el bar, esperando a la diosa, Adeline, tan hermosa como siempre, ésta tarde fue la mejor de mi vida, verla enojada, solo me hizo reír internamente. Meneo el vaso con vodka y siento un toque en mi hombro izquierdo, veo por encima de éste y es la prostituta que siempre pedía cuando venía aquí.

—¿Que? —Bramo.

—Solo quería ver si quería compañía. — Dice sentándose en mis piernas.

—No, ahora largo. —Digo volviendo mi atención al escenario oscuro y vacío.

—¿Ya tiene a otra? —Pregunta

—¿Que te importa?.

—Entonces, ¿Ya no le gusto? — Pregunta, ahora muy cerca de mi oído.

—Será mejor que te largues si no quieres un tiro en la frente. — Amenazo y eso es suficiente para que ella se levante suelte un suspiro de frustración y se largue.

Pasan quince minutos y aún no llega Adeline, se supone que ya debería estar saliendo, pero no, así que decido a tenerla cantando, me levanto y voy a la oficina del gerente, antes de que pueda tocar la puerta, éste sale con el teléfono pegado al oído.

—Adeline, ya te dije, quédate dónde estás, ya voy para allá. — Escucho, así que él arrebato el celular y hablo con ella.

—¿Que sucede? ¿Dónde andas? — Pregunto.

— ¿Quien es? Necesito al señor Whiteley. — Dice

—No necesitas a nadie más que a mí, ¿Dónde andas? —Vuelvo a preguntar.

—Por favor, no sé quién es, páseme al señor Whiteley, es una urgencia. — Le entrego el celular al gerente y le hago señas que le pregunte dónde anda, éste asiente y se lleva el celular a la oreja.

—Adeline, ¿Dónde estás? — Pregunta.

—Estoy detrás del bar señor. — Escucho al otro lado de la línea

—Bien, ya voy para allá. —Dice y cuelga.

—¿Que fue lo que pasó? — Le pregunto

—Encontró un cadáver, una prostituta, señor. —Dice apenado.

—Bien, le diré a mi gente que se encargue, quédate, yo iré por ella. — Digo dirigiéndome a la salida.

Le hago señas a varios de mis guardaespaldas y todos se dirigen a la salida conmigo, y nos adentramos al callejón para ir detrás del bar y veo su silueta agachada en el piso, cuando nos acercamos, uno de mis guardias prende una linterna de poca luz, ella nos mira, cuando me ve, se pone de pie.

—¿Que hacen ustedes aquí? — Pregunta, apretando los puños a sus costados.

—Vine a ver qué fue lo que pasó.

—¿Dónde está el señor Whiteley? —Pregunta

—Adentro, ahora, ¿La encontraste aquí tirada? — Pregunto, ella la mira y asiente.

Con amor, el diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora