Cellbit se dejó caer sobre su cama y reflexionó sobre los sucesos del día que aun rondaban su mente. El reloj marcaba las 12:00 de la noche y estaba seguro que no pegaría ojo. Su cuerpo vibraba impidiéndole hacerlo. Cada fibra estaba activa del encuentro con aquel misterioso joven que escondía más de lo que aparentaba. O tal vez era él el que estaba mal. Mañana llamaría a su doctor y amigo, todo aquello tendría que tener una respuesta y la necesitaba rápido.
Oyó abrirse la puerta del baño adyacente y se retiró la mano de los ojos para ver a su pareja salir con un escotado y corto vestidito que no dejaba nada a la imaginación. Otro hombre hubiera babeado en ese momento, con las blancas y torneadas piernas y la piel reluciente y aún húmeda del baño. Melissa sabía bien como mantener complacido a su pareja, lástima que en ese momento Cellbit tenía su mente más allá de lo que se podía imaginar.
Por un momento el alfa vio el rostro de su empleado en vez del de su novia y su cuerpo se endureció tanto que le dolió y la excitación aumentó tanto que se quedó sin aire. Se levantó con los ojos brillando y agarrándola de la muñeca, la tiró sobre la cama y la devoró completa.
Recorriendo su cuerpo trabajado, los senos pequeños y duros, la humedad femenina donde se sumergía cada vez más fuerte, pero sin apartar de sus ojos la imagen mental de aquel chico, del que estaba seguro que era su pareja destinada.
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Roier sintió un ruido incómodo, tras otro a su alrededor y se cubrió la cabeza con la almohada. ¿Quién osaba despertarlo antes que sonara la alarma?
Una mano recorrió su espalda después de hundirse el colchón a su derecha. El beta suspiró entre sueños. Lo menos que quería a casi las cinco de la mañana y con una noche pésima de sueño, era encarar a su novio que de seguro estaba molesto por su indiferencia.
No acababa de comprender que él era un joven, adulto e independiente y necesitaba su espacio, no un hombre que quisiera controlarle su vida, para eso ya tenía su trabajo.
-¿Qué quieres?- dijo con voz ronca, sin abrir los ojos debajo de la almohada.
-Tenemos cosas de que hablar querido- maldijo el momento en que su madre le había dado la llave a Spreen.
-¿No puedes esperar al menos a que llegue mi hora de despertarme?- fingía que su voz se apagaba -Estoy haciendo horas extras-
Al parecer a él no le gustó su respuesta, al quitarle la almohada de un tirón.
-Roier, te dije que quiero hablar ahora- pero él no respondió y siguió sin moverse.
Spreen chasqueó la lengua y apretó la almohada. Se levantó y se quitó la mayoría de la ropa para acostarse al lado de su novio pasando el brazo sobre su cintura.
Roier esperó hasta que su respiración fuera constante para abrir sus ojos. Solo él sabía que había fingido estar dormido. Spreen podía ser intransigente cuando no le respondían y su cabeza tenía demasiadas cosas con las que lidiar por el momento.
Un rayo de sol golpeó su rostro acompañado del sonido taladrante de su alarma. Estiró el brazo y lo apagó perezosamente, al final había caído levemente en los brazos de Morfeo, lo cual no significaba que hubiera descansado. El maldito de su jefe había aparecido en sus sueños para tener sexo con él, lo último que le faltaba.
Se revolvió apenas con aquel brazo sobre su cuerpo que limitaba sus movimientos y le impedía levantase a ducharse.
-¿Un "rapidín" por la mañana?- sintió la voz ronca de su pareja a su espalda y que se rozaba contra sus glúteos.
-Llegaré tarde- odiaba el sexo mñanero, su cuerpo aún estaba entumecido de dormir y la invasión siempre resultaba dolorosa, aunque él lo ocultara.
-Solo será uno rápido, vamos- la mano en su cintura se desplazó hacia su entrepierna y lo acarició, sin embargo, nunca era suficiente para despertar la excitación que necesitaba.
Al final cedió, sabía que si lo hacía él olvidaría todo lo de la noche anterior y no tendría que escucharlo, así de simple era su futuro esposo.
Porque a diferencia de otras personas de su misma clase, en pleno siglo 21 él tenía un matrimonio arreglado, uno del cual no podía escapar.
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El secretario de Cellbit entró al departamento de diseño en busca de su director que se encontraba detrás del monitor de 27 pulgadas, con los dedos que no paraban de moverse y una taza de té humeante a su lado. Los demás compañeros copiaban su acción y eran incapaces de hacer menos que él, eso podría costarles.
Felps caminó hacia allí y a pesar de ponerse a su lado este no le prestó atención.
-Director M.-
-Estoy ocupado- lo dijo mecánico mientras sus ojos de movían de esquina a esquina en la pantalla y tecleaba más rápido.
Felps se quedó impresionado con todo lo que había avanzado en sólo unas pocas horas. Sería una lástima que ese joven fuera un omega, no tenerlo en la compañía sería un desperdicio. Ya vería que haría cuando llegaran los papeles que había pedido.
-El presidente desea verlo-
-Estoy ocupado-
-Desea verlo ahora-
Roier golpeó la mesa con las palmas abiertas de sus manos, provocando un sonido alto y sordo que sobresaltó a todos los presentes.
-¿Te lo tengo que repetir?, dile que en cuanto termine veré qué desea, ahora estoy contra tiempo- dijo entre dientes para girarse y volver a lo suyo.
Al no dormir, su humor estaba de perros, y que lo interrumpieran lo ponía peor.
Tomó un sorbo de la taza de té sin importarle la temperatura y siguió en lo suyo mientras Felps retomaba el camino de vuelta a la oficina de su jefe.
Habría problemas y él no quería estar cerca.
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-Qué no quiere venir?- Cellbit no pareció sorprendido.
Golpeó el suelo con la punta del zapato antes de levantarse y pasar al lado de su secretario.
-¿Presidente a dónde va?- Felps se exaltó
-A demostrar quién manda en esta empresa...-
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No Soy Tuyo, Gatinho || Guapoduo || (Omegaverse)
FantasyCellbit, un alfa prestigioso que compra una empresa en declive, nunca se imaginó que uno de los jefes de área seria su pareja destinada, un joven llamando Roier, aunque hay dos problemas... Ambos están comprometidos. Pero lo peor, es que Roier dice...