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La pantalla del celular se prendió con una Ilamada entrante que dió un timbre, sólo un timbre, aunque el dueño de este no se percató de ello, más bien, no estaba en condiciones de hacerlo. ¿Y como hacerlo? Estando en su último día de celo y siendo satisfecho por su alfa.

Cellbit enterraba sus caderas entre las de su omega mientras devoraba su boca. Sus cuerpos estaban agotados después de días de puro sexo aplacando la necesidad de su pareja. Ahora sólo se entregaban a la pasión con movimientos suaves y pausados, con más raciocinio y sin que el dolor de aparearse fuera tan fuerte.

Con un último movimiento se introdujo hasta la base y dejó que el nudo se creara en el interior de Roier llenándolo ligeramente.
Después de tantos nudos, la cantidad no era la misma del inicio. Incluso los primeros tres nudos le habían dolido a su pareja. Siempre ocurría a pesar de estar en celo. Pero una vez que su cálido interior se acostumbró a la extensión del inmenso bulbo en la base del pene de su pareja, ya no era tan doloroso.

Cellbit se acostó de lado llevándose en sus brazos a Roier que había cerrado sus ojos y jadeaba cada vez más lento mientras perdía la conciencia. Le besó la frente mientras acomodaba las piernas de él en torno a su cuerpo para que él quedara más cómodo y el nudo no le hiciera daño. Sabía que no estarían unidos por casi media hora como antes pero aún así mucho tiempo en la misma posición y con lo cansado que debía estar su cuerpo, no era nada bueno.

-Descansa amor- pegó su frente a la de él y sonrió.

Era un alfa feliz, completo. Tenía dinero propio, una fama que iba subiendo en el mundo de los negocios con el aumento de su último éxito. Su relación con sus madres al menos se mantenía, no era de los que olvidaba fácil, pero esperaba que con el tiempo las aguas se calmaran y aceptaran a su pareja completamente. Poseía su propio penhouse, aunque últimamente estaba buscando mansiones en las cercanías. Quizás no tan grande como la de sus madres, pero si donde pudieran vivir cómodo.

Y por supuesto y lo mejor, Roier. Aún recordaba cuando se habían encontrado la primera vez, la forma en que lo miraba, lo desafiante del brillo en sus orbes. El rechazo había dolido, pero la espera había sabido a gloria al final.

Ahora sólo quedaba rellenar el pequeño vacío dentro de él con pequeñitos. Unos cuantos que estuvieran corriendo por el inmenso jardín, que se aseguraría que tendría su nueva casa.
Pero era consciente que para ello tendrían que esperar. El cuerpo de Roier tomaría al menos unos cuatro o cinco años más en regular todas sus hormonas y que volviera a ser fértil. Incluso estaba la posibilidad de que sólo pudieran tener un hijo, pero no importaba, si era de Roier no le cuestionaría nada.

Lo estrechó más hacia él y agradecía ser un alfa.
Un alfa que pudo encontrar su pareja destinada y además que creó un lazo tan fuerte como el que tenía. Cerró los ojos sonriendo. ¿Qué más podría pedir? Si ya lo tenía todo.

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-¿Qué ocurre?- la voz de su pareja sacó a Roier de su atontamiento.

A pesar de haber salido de su celo y que su cuerpo estaba agotado se encontraba sentado con las piernas recogidas en el sofá de la sala.
Su mirada fija en la pantalla de su celular.
Cellbit se acercó a él revolviéndose el cabello acabando de despertar. Se inclinó y le besó la mejilla.

-No es nada importante- él le devolvió el beso en los labios e hizo una leve mueca, estos estaban hinchados y sensibles.

Cellbit sonrió.

-¿Qué deseas para desayunar? ¿Te lo llevo a la cama? Donde deberías estar, por cierto. No debes sobre esforzarte-

-Estoy bien- él volvió a mirar la pantalla, no podía dejar de hacerlo aún cuando tenía a su pareja mostrando su escultural cuerpo con sólo un pantalón de seda suelta a la altura de la cadera.

No Soy Tuyo, Gatinho || Guapoduo || (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora