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Roier se reflejó en el espejo e hizo una mueca al ver el estado de su cabello. El estrés era fatal y le pasaba factura a todo. En él, su fibra capilar era la que más sufría. El brillo había mermado y las puntas parecían resecas. Tanto esfuerzo intentando mantener bien a su cabello y en unos días todo el trabajo se había ido por la borda.

En los últimos tres días su presidente se había mantenido a ¿raya?, después de la conversación algo subida de tono. Pero mantenerse en guardia todo el tiempo e intentar esquivarlo, había puesto sus niveles de estrés al máximo.

Buscó en el cajón de su cómoda unas tijeras. Cuando no había solución, era mejor cortar.

Movía las tijeras de aquí para allá quitando todo aquello que parecía maltratado hasta que estuvo conforme. Nunca le había gustado el cabello muy corto, como lo levarían los jóvenes de su edad. Sentía que un poco más largo le daba un aire más juvenil, además de que eso le dejaba una excusa para usar su banda deportiva azul. Solía llevarla al trabajo y ponérsela cuando cubría horas extra, la poca presión que generaba en su cabeza hacía que se aliviara el verdadero dolor de trabajar tantas horas seguidas.

Para los que eran omegas, mostrar el cuello era peligroso, pero para él era un lujo que se podía dar. Aún se preguntaba de dónde demonios había sacado aquel alfa el tema de que él era un omega.

Volvió a rebuscar en el cajón y agarró el frasco de sus pastillas, había olvidado la dosis del día anterior pues Spreen insistió en salir a ver una película que término demasiado tarde y él solo cayó rendido al regresar a casa.
Para su sorpresa, el frasco estaba vacío.

-Puta madre, se me había olvidado. Amá- gritó, pero no tuvo respuesta. Su madre había salido esa mañana y ella era la que siempre le resurtía las pastillas.

Ni modo, tendría que tomar su dosis cuando volviera, por un día no creía que ocurriera nada.

Le dejó un recado a su madre y salió en dirección al trabajo.

-Directoooor- fue lo primero que oyó cuando apenas abrió la puerta de la oficina.

-¿Qué ocurre?- algo bueno no venía.

-Primero, su nuevo corte le queda genial-
Charlie, tan ocurrente como siempre, algunos compañeros lo apodaban "Slimecicle", porque de su boca suelen escurrirse palabras que lo llegan a poner en apuros. -Segundo. El presidente quiere respuestas rápido, vaya a verlo, es urgente-

Roier suspiró, sabía que ese encuentro estaba destinado, no podía aplazarse más. Había entregado la primera parte y estaba seguro que las dudas florecerían, dudas a las que él tenía respuestas.

Dejó su bolso y tomó una taza de café rápido.
Movió nerviosamente los dedos sobre la taza y caminó hasta el elevador.

-Tal parece que va al campo de batalla- uno de sus empleados comentó.

-No va al campo de batalla, va directo a la tercera guerra mundial, hoy arde Troya- otro respondió.

-Me parece que te desfasaste con las fechas-

-Un poco de dramatismo hombre, solo un poco de dramatismo-

Roier los escuchó hablar y tenían razón. La situación entre ellos era tensa, esperaba que Cellbit se comportara.

Felps lo dejó entrar a la oficina donde Cellbit leía los documentos detrás de su escritorio.
Levantó la vista cuando la puerta se cerró y aspiró.

-Tu aroma es más fuerte hoy ¿Te pusiste algún perfume?- se levantó de la silla presidencial y se acercó a él, cautivado con el aroma que empezaba a inundar la oficina.

No Soy Tuyo, Gatinho || Guapoduo || (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora