"Reportan la desaparición de "Pete" Pongsakorn Saengtham, hijo del empresario "Richard" Saengtham, desde ayer por la noche después de no encontrar rastro del joven heredero en su residencia en Bangkok. La policía aún está buscando testigos, pero las únicas personas que habían viajado con el también están desaparecidas..."
Las amenazas habían hecho efecto en él desde que habían partido de Bangkok. No específicamente en un avión de primera clase, si no más bien en una agencia de la que jamás había escuchado hablar. Con algunos gritos y llantos, Vegas había logrado que Pete no hablase en todo el viaje. Que carácter tenía ese chico. Discutía tanto con él cómo podía. Cada vez que tenía la oportunidad, ¿acaso no sentía ni un poco de miedo?, era diferente, demasiado a cualquier otro.
Vegas lo tomó del brazo, después algunas horas de viaje, era la primera vez que lo tocaba. Lo sostuvo fuertemente, Pete solo cedió. Él metió las llaves del departamento en la cerradura y procedió a abrirlo. Hizo entrar a Pete.
—¿Te gusta, está bonito, no?— le preguntó, aunque fue algo irónico, refiriéndose al departamento.
—No— le respondió. Seco. Y con un hilo de voz. De inmediato se adentró más al pequeño cuarto que Vegas había conseguido para los dos.
—¿Pensabas que iba a alquilar una suite solo para tenerte a ti?— lo vio entrar. Delicadamente posó sus ojos en la cintura de Pete, sin que este lo notara del todo. Relamió los labios ahora al observar su delicioso trasero, y sí tal vez pensando un poco en todo lo que podría hacer con el.
Cerró la puerta del departamento, solo él sabía como asegurarla por si Pete quisiera escapar. Dos candados. Tres y después se hicieron cuatro. Una barra de seguridad. Y otra amenaza.
—Creo que no tengo que volver a repetirte lo que te pasaría si intentas salir ¿no?
Pete ni siquiera le respondió. Su cuerpo empezaba a debilitarse. Ahora más que nunca deseaba dormir. El agotamiento físico y mental le habían hecho efecto, o tal vez solo deseaba llorar un poco en algún lugar lejano, sin que él pudiera verlo.
—Necesito dormir...— confesó. Vegas le miró de reojo. No es que realmente le importase lo que necesitara, su misión era solo tenerlo y exprimir todo el dinero que pudiera conseguir, pero de alguna u otra manera quiso ayudarlo.
—No hay lugar— le dijo él. Por primera vez se atrevía a mirarle a los ojos. Pete también lo hizo. —Esto no es un hotel, bonito—.
—No necesito una cama, solo necesito dormir— le dijo, ahora con la voz debilitada. ¿Qué mierda le pasaba? De pronto se sentía peor que nunca. Descompuesto. Lo último que le faltaba en ese momento era enfermarse.
Vegas escuchó sus últimas palabras. Se adentró a la única habitación que había en ese pequeño departamento y entrecerró la puerta para que Pete no pudiera observar lo que hacía allí dentro. Sacó un par de sábanas y una manta gruesa para luego tenderlas en el piso.
—Duerme aquí— le dijo. Frío. Como siempre. Pete lo escuchó y fue hasta la habitación en donde Vegas estaba.
—Gracias— susurró, sorprendido. No se esperaba ese gesto de él. Levantó la mirada, que guapo era de verdad le gustaba mucho mirar sus ojos. Aunque pareciera una tontería.
Él asintió.
—Pete— murmuró. Y a él le dio un pequeño escalofrió al escuchar su nombre entre sus labios. Tanto que llegó a erizarle la piel. —No causes problemas ¿sí? No quiero tenerlos contigo— le dijo, antes de cerrar la puerta de la habitación.
Con todo esto no había llegado a preguntarle su nombre, ¿Cómo es que se llamaba? Aún no lo sabía. Y por supuesto que era mucho pedir el saber su nombre. Pero después de todo no había resultado tan mal, observó lo que había hecho por él para que pudiera dormir y le dieron ganas de llamarlo, preguntarle su nombre, se rio de si mismo al escuchar sus propias fantasías.
¿Qué dirían sus amigos de algo como eso?, volvió a reírse. Ahora se concentró en su ropa. No se cambiaba desde ayer. Como odiaba aquello. Volteó a mirar la puerta de la habitación, completamente cerrada, no perdería nada si se cambiaba ahí mismo.
Así que se quitó la ropa que traía desde ayer y se adentró en el pequeñísimo baño que había dentro de la habitación, colocándola sobre el lavadero. Su blanca y bonita piel quedo al descubierto, junto con esas bonitas braguitas de ceda que le remarcaban muy bien las deseables caderas y nalgas. Porque sí a Pete le gustaba usar ese tipo de cosas. Se quitó los zapatos, deseoso por descansar por fin, salió del baño, después de haber lavado como pudo su ropa y dejándola secar y al cabo de eso, se acostó sobre las sábanas que habían en el piso.
Vegas se detuvo a pensar en lo bonito que era Pete, precioso, sin duda alguna. Y si empezaba por las piernas, pararía en un lugar prohibido que su lengua moría por probar. ¿Qué pasaría si intentaba algo ahora? Vegas intentó aguantarse las ganas. Miraba todo desde la puerta. ¿Por que mierda ese chico lograba excitarlo tanto? Relamió los labios, ahora mirando su cintura y después su culo, deseó tanto lamer aquellos glúteos ahora mismo, hasta hacerle gritar tan fuerte como podía, era su única petición. Hacérselo. Tanto. Duro. Durísimo. Meter su miembro entre esas deliciosas piernas.
Hacerle gritar, hasta escucharle pedir más y más. "Cierra la puta puerta" se dijo a sí mismo. Dándose cuenta de la enorme erección que ahora adornaba sus pantalones con solo mirarle tendido sobre esas sábanas, con una bonita lencería. "Cuanto amaría sacársela con los dientes ahora" dijo entre sus pensamientos.
Oh mierda que precioso era. "Entra y follatelo" le dijo su subconsciente muy dentro de él.
Vegas cerró y abrió los ojos rápidamente, necesitaba irse de ese lugar antes de que pudiera terminar irreconocible con el. Follándole con todas sus fuerzas. Cerró la puerta sigilosamente. Vaya, estaba excitado y con la vista más nublada que nunca, necesitaba hacerlo, follar duro con alguien, ahora mismo. Y no se aguantaría las ganas.
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Stockholm Syndrome •VegasPete•
General FictionCuando a Vegas Theerapanyakul, uno de los herederos de la mafia más peligrosos en todo Bangkok, le convocan para el "acto del siglo" no dudo ni un segundo en aceptar la oferta. Nunca pensó que ese suceso cambiaría su vida para siempre. Adaptación.