Vegas se acercó a pequeños pasos, el ahora frágil cuerpo de Pete quedó encerrado entre él y la pared. Encerrado y acogido por sus brazos. Vegas le levantó la cabeza, haciendo que lo mirase a él y solo a él. Que pensara en él. Que lo escuchara a él. Que sea él, por una vez lo único que le importara.
—No voy a matarte— le dijo. Pete se mordió el labio, intentando no llorar. —He dejado que esos hijos de puta hagan lo que se les ha venido en gana conmigo por ti, pero no contigo— los brazos de Pete le rodearon la nuca. Vegas sintió una fina oleada acogedora en su estómago. Le gustaba cuando lo tocaba de esa forma. Tan sencilla y sutil. Tan propio de él y de lo hermoso que era. Tan suave. Pero provocativo. Sensual. Pete, él y su poder. El poder de inquietarlo tanto. —¿Me crees?
Pete asintió. Si hablaba se pondría a llorar.
—It's okay— Vegas le sonrió. Pete bajó la cabeza, tratando de sonreír también. —Te he dicho que no me gusta verte llorar.
Esta vez Pete sí rio. Bajó las manos de su nuca, para limpiarse las lágrimas de las mejillas.
—Es tarde— le dijo él.
—Sí, ya me iba a dormir.
—Vale, hasta mañana entonces— le dijo él. Pete deseó que el momento no acabara ahí. Tenía unas inmensas ganas de besarlo. Muchísimas. Incontenibles. Deseaba agradecerle tanto por estar haciendo esto por el. Tumbarlo en ese diván y comerle la boca de distintas maneras.
Probar su lengua una vez más. Acariciar su torso, sus brazos, desnudos y para el solo. Sus bíceps hechos a la medida. Provocarlo. Excitarlo tanto. Lo necesitaba. Necesitaba escucharle pedir un minuto de placer juntos, solo ellos dos. Necesitaba en el fondo que le dijera que le importaba muchísimo. Que nunca había hecho eso con alguien más. Que el no era solo uno más. Que el era diferente, especial.
—Descansa— se despidió. Caminó hasta su habitación. "Vegas". Susurró en su cabeza. Dios. Vegas. Mío, mío, sí su mente estaba ocupada por él. Sus sentidos. Su cuerpo entero quería ser tocado por sus manos. Aquellas que le llenaban completamente. Aquellas que le habían tocado. Sin limitación. "Quiero ser tuyo, hazlo" ¿Cómo? De todas las maneras posibles. Cerró la puerta de la habitación.
No dormiría esa noche, tenía un plan en mente, un plan que tendría que funcionar, haría que Vegas lo hiciera suyo de una vez por todas. Lo deseaba. Más que a nada. Y sentía que ese sentimiento se hacía cada vez más fuerte.
Esa noche, por fin pasaría.
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Vegas cerró los ojos. Al menos quería descansar por un momento, no iba a dormir. Es que no podía hacerlo. No con Pete en su cabeza, es decir en sus pensamientos. De que no intentara nada contra él o algo más, después de lo que le había contado. Aunque no lo creía. En todo caso, él estaría preparado.
Pete, se secó el cabello. Recién terminaba de bañarse. Y aún con toalla enredada en su cintura, se asomó por el borde de la puerta de la habitación. Mordió levemente sus labios al mirarlo descansando sobre el diván. Entonces se dio fuerzas a si mismo y salió de la habitación.
Encendió la luz, Vegas enseguida se inclinó para observar lo que pasaba.
—Lo siento ¿te he despertado?— le preguntó. Con un rostro angelical. Vegas solo lo miro antes de responder. Sus ojos se pasaron indiscretamente por todo su cuerpo, especialmente la parte de abajo, su cintura enredada por una toalla que él había usado varias veces, ese pensamiento le hizo tensarse. Aún más. Con solo saber que conservaría el olor de Pete en esa tela.
—No, no estaba dormido— le dijo él. De inmediato, se sentó sobre el diván. Se tallo los ojos, joder eso no era un sueño, era real, de verdad era Pete. Lo vio parado frente a el, con gotas de agua aun recorriendo su cuerpo. —¿Qué haces aquí?
—No tengo sueño— susurró. Pues en realidad, si estaba ahí era por otra cosa. —Así que decidí tomar un baño— ligeramente se sacudió el cabello. Vegas sintió algo dentro de si. —Pero me ha despertado más— admitió y soltó una bonita sonrisa, que hizo sonreír a Vegas también. Aunque por dentro, estaba más caliente que nunca. —¿Tienes algo que ayude a dormir?
"Yo, entre tus piernas"
—Busca en la cocina— le dijo él. Pete asintió, y caminó hasta el pequeño espacio de la cocina, abrió los estantes de madera. Él se relamió los labios, que bonita vista, la cintura y el trasero de Pete, envuelto en una toalla. Entonces quiso voltearlo y hacérselo en ese mismo instante, en aquella encimera de la cocina, o en el lugar que fuera. Estaba duro. Excitado.
Pete, lo ponía de inexplicables maneras. El tan solo hecho de pensar que lo tenía para el y solo para el, pero que hasta ese instante no había podido hacerlo suyo, le ponía, le gustaba, le excitaba de infinitas maneras.
Lo quería para el. Suyo. Rozándole el cuerpo. Tocárselo. Tocárselo todo, hasta el último milímetro, abrirle las bonitas piernas y saciarlo hasta escucharle gritar su nombre.
Pete, encontró una pequeña caja de pastillas. Pero cuando intentó bajarlos del estante más alto, ya tenía las manos de Vegas tomando su cadera. Un gemido salió de sus labios.
—Tengo algo que te hará dormir mejor— le dijo él. Susurrándole en el oído, y se enredó en el olor de su cabello.
—¿Qué?— le preguntó. Ahora con la voz debilitada. Su plan empezaba a dar resultados. Soltó la cajita de pastillas y la dejó caer al suelo. Vegas lo volteó hacia él, para mirarlo.
—Yo— le dijo. Ahora besándole los labios, sus manos apretaron el cuerpo de Pete con el suyo, mientras que poco a poco el sentía la enorme erección de Vegas bajo sus pantalones, junto a la suya. Otro gemido salió de sus labios mientras besaba los labios de Vegas.
—¿Lo sientes?
—Sí— respondió. Bajó la mirada, Vegas estaba duro, igual o más que el. Sus manos bajaron por su torso, hasta llegar al borde de su cintura remarcada, hasta el pelvis.
—Tócalo, vamos— le rogó él. Con la voz ronca, Pete cedió y acarició la punta de aquella erección.
Jamás había hecho esto en su vida, pero con él todo había cambiado. Primero lo acarició suave, escuchando los leves gemidos roncos que Vegas soltaba. —Oh babe, let me fuck you— le volvió a comer la boca, mezclando su deliciosa y húmeda lengua con la de Pete.
—Hazlo.
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Stockholm Syndrome •VegasPete•
General FictionCuando a Vegas Theerapanyakul, uno de los herederos de la mafia más peligrosos en todo Bangkok, le convocan para el "acto del siglo" no dudo ni un segundo en aceptar la oferta. Nunca pensó que ese suceso cambiaría su vida para siempre. Adaptación.