Parte 18

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—Tu amigo.

—Espero no te haya asustado, es un idiota siempre ha sido así— Vegas abrió una lata de cerveza. Pete no le quitaba los ojos de encima. Había escuchado poco, pero lo necesario como para tener ciertas dudas.

—No me ha asustado.

—Entonces espero no haberlo hecho yo.

—¿Puedo preguntarte algo?— sus bonitos ojos brillaron de repente. Vegas le miró que bien se sentía perderse en su mirada.

—¿Qué?

—¿Qué harás conmigo?— le preguntó Pete. Y en realidad era la pregunta que se había estado haciendo desde que había llegado ahí.

Vegas arrugó la lata, tirándola al pequeño basurero de la cocina. Y es que ni él mismo lo sabía.

—Te tendré aquí por un par de días más— le dijo sin mirarle. No quería que ningún sentimiento estúpido se pasara por él en ese momento.

—¿Para qué?— volvió a preguntar. Esta vez necesitaba saber más información, se puso de pie. —¿Vas a matarme, es eso?

—No digas tonterías.

—Dime la verdad, lo he escuchado de tu amigo.

—Te lo dije, es una mierda— Vegas intentó irse, ahora fue Pete quién lo tomó de una mano antes de que él pudiera desaparecer.

—Dime— le pidió. Vegas bajó la mirada, la tibia piel de Pete rozaba con la suya tan exquisitamente, le gustaba, le parecía tan sublime. Volvió a mirarle.

—Te he dicho que no— susurró él. Ahora ligeramente tímido. Oh mierda. Odiaba con el alma sentirse de esa forma. Como si le costara hablar con Pete.

—¿Puedo saber por qué?— Pete volvió a preguntar. Y quizá esa era la pregunta más absurda que los oídos de Vegas habían escuchado. Su propia víctima preguntándole por qué no lo asesinaba.

—Que te de igual saberlo ¿Okay? No te interesa Pete. Es problema mío— Vegas le soltó de las manos, intentando irse de nuevo.

—Pero quiero saberlo— Pete volvió a jalarlo, esta vez del brazo. Y a pesar de que él tenía la fuerza suficiente como para soltarse, no lo hizo. Sus fuerzas habían desaparecido en ese entonces.

—No quiero ir a la cárcel. No quiero problemas, solo quiero el dinero y te dejaré libre.

—¿Solo por eso?— Pete lo miró deseoso. Quería escuchar más. Tal vez un "no te haría daño" algo que le diera una pista, ¿una pista de qué? Ya ni siquiera el mismo sabía lo que quería.

—Sí, Pete— le respondió. Y no dijo más. —No quiero ni un jodido problema más en mi puta vida. Ya son bastantes los que tengo.

—Lo siento.

Vegas se soltó esta vez, Pete lo dejó ir.

—Y pronto yo también dejaré de ser un problema para ti— le dijo. Como siempre. Sintiéndose la mierda más repugnante del mundo. La persona más cruel. El problema más grande. Él y siempre él.

Sin pensar que tal vez para Pete, él nunca había sido un problema. —Pronto te dejaré libre.

Stockholm Syndrome •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora