Parte 7

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Corea amanecía nublado ese día. Pete se asomó por la puerta de la pequeña habitación, otra vez, él afuera, ahora encendido por los escasos rayos de sol de la inmensa ventana que se extendía ante él. ¿Había mencionado lo guapo que era? Ni siquiera conocía su nombre. Los pequeños ojos de Pete se pasearon por toda esa masa de músculos, desde la punta de los pies hasta el último cabello. Y pensar que anoche estuvieron a casi nada.

—Ven aquí— le indicó él. Lo había sentido desde hace varios minutos. Pete abrió más la puerta para salir. —¿Me has oído? Ven— le dijo de nuevo.

—¿Qué?— le preguntó.

—Necesito las claves de tus tarjetas— le indicó. —Escríbelas en ese papel ahora mismo, que no tengo tiempo que perder.

—¿Mis...

—¡Tus claves!— gritó. Pete observó el papel tendido sobre el diván con un bolígrafo, se acercó a el antes de que Vegas pudiera gritar más. —No tengo ni solo minuto más, así que escribe las jodidas claves de una vez.

Pete movió la mano rápidamente. Apenas podía recordarlas por lo nervioso que Vegas lo ponía. Digito un par de números, para luego escribir un par más hasta completar el grupo.

—Tienes cuatro tarjetas a tu nombre— le dijo él, al observar que había escrito la clave de solo una. —Escribe las claves de todas las putas tarjetas.

—Yo, no recuerdo las dos últimas...

—¡No me mientas!— volvió a gritar. A Pete le entraron ganas de llorar, sin embargo, no lo hizo. —Damn it!— volvió a gritar.

—Te lo juro, no las recuerdo...— susurró. Ahora con las manos temblando.

De pronto las paredes resonaron. Vegas las golpeó de nuevo. Un par de veces más. Desquitándose por completo. Lo necesitaba. Necesitaba tener un descanso de su propio ser, de sus propios recuerdos, de Pete, de lo que había pasado anoche. Golpeó la pared tres veces más, no tenía control cada vez que recordaba la clase de mierda que había sido hace unos años. Y de lo que había sido capaz.

—Voy a recordarlas— dijo Pete, entre lágrimas escondidas. Su rostro húmedo lo decía todo. —Te lo prometo— le entregó el papel, que casi se cayó de sus manos por lo tembloroso que se encontraba.

Vegas descansó de sus propios golpes, recibiendo el papel que Pete le daba. ¿Qué culpa tenía? Acaso ¿el había tenido que ver con sus errores del pasado? Lo vio voltearse y darle la espalda, y explotar en llanto ahora que ya no lo miraba.

—Deja de llorar— le ordenó. —No vas a solucionar nada con eso— Pete detuvo las lágrimas, aunque por dentro prefería morir. Sin mentiras, prefería al hombre de ayer. —Mientras más rápido hagamos esto, más rápido te irás de aquí— Pete le prestó atención, no había nada que deseara más que irse de ese lugar ahora mismo. —Y más rápido te olvidarás de mí.

Le dijo, sin saber que pronto eso sería lo más doloroso que podría experimentar.

Stockholm Syndrome •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora