Parte 23

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Se acerca el final


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Vegas le apretó las caderas, ahora apoderándose de todo su cuerpo. Lo cargó suavemente, sin esfuerzo alguno, para acostarlo sobre el diván.

Lo desnudó. Amaba tanto hacerlo. Hacérselo a Pete. Quitarle la ropa con tanto deseo. Quitársela toda hasta verle desnudo como hace unas horas. Era precioso.

Y no podía dejar de admitir las enormes ganas que aún tenía por hacerle llegar al orgasmo. Pete se encargó de bajarle los pantalones con los pies, rozando en incontables ocasiones el miembro de Vegas. Erecto. Listo para el. Para hacerle disfrutar. Se acostó sobre Pete.

—¿Lo sientes?— preguntó él. Su miembro crecía cada vez más, apunto de explotar.

Ver a Pete así de expuesto era mejor que cualquier otra cosa. Se sentía extasiado. Con ganas de más. Empezó a frotar su miembro sobre el de Pete, ambos sintiéndose, Pete relamió los labios.

—Sí— respondió. —Vegas, por favor— pidió. Los ojos de Vegas se llenaron de placer, lujuria pura.

Se correría ahí mismo si no hacía algo de una buena vez.

—¿Lo quieres dentro, quieres que te folle, Pete?— preguntó él, provocándole.

—¡Sí!— respondió. A gritos. Él sonrió.

Y así fue.

Y eso fue lo siguiente que hizo. Le embistió con fuerza. Con todas sus putas fuerzas, haciendo que Pete gritara del impacto.

—¡Ah, sí!— gimió. Él volvió a salir. Le estaba gustando. Mucho. Muchísimo.

Perfecto. Eso nunca fallaba. Volvió a embestirle con fuerza. Pete se agarró de su espalda. El miembro de Vegas estaba completamente dentro de el, que hasta le costaba respirar.

Lo escuchó gemir un par de veces más. "Eso es bonito, te gusta, lo sé" el movimiento se hizo cada vez más rápido. Oh sí. Le gustaba. Lo tomo de los muslos y se concentró en su siguiente misión.

—Vamos a llegar esta vez, te lo prometo— susurró él. Pete asintió, aún aturdido.

Sintió como él le apretaba las nalgas metiéndose una vez más en su apretado agujero.

—¡Vegas!— gritó ahora. Él se excitó aún más al escucharlo gritar su nombre.

"Vamos, precioso, córrete, córrete para mí"

Quería verlo llegar al orgasmo, gritando hasta que la voz se le pusiera ronca. Hasta que no sintiera las caderas.

—Eso es, vamos, córrete, bonito— penetró su cuerpo, salía y entraba con tanta facilidad.

Pronto él sería quién lo hiciese. ¿Y Pete? Joder, lo necesitaba. Lo presionó más contra él.

Mm, podría comenzar a delirar ahí mismo, la deliciosa entrada de Pete lo succionaba de una forma única, además, Pete también estaba a punto de correrse.

De dárselo todo por fin. Una vez más. Lo embistió. Pete volvió a gritar, esta vez agitando las caderas para que él lo penetrara aún más.

Todo a un buen ritmo, mientras él lo embestía, Pete levantaba las caderas.

Y paso.

El fino líquido de Pete les cubrió el abdomen a ambos. Todo. Se sintió liberado. Respiró con tranquilidad, mientras él bajaba la rapidez de sus embestidas.

—Vegas— susurró. A penas con un hilo de voz.

Y él, él solo se dedicó a abrazarlo. Lo abrazo fuertemente. Había llegado al orgasmo con Pete, por fin.

Involuntariamente le apartó los cabellos de la frente y dejo un beso sobre esta.

Pete soltó un suspiro. Exhausto. Aquello se había sentido diferente. No sabía porque, pero no había sido algo tan simple. No había sido solo follar y ya. Se había sentido diferente. Se había sentido como si en esa historia solo importaran los dos. Solos. Y sin ninguna preocupación.

Había sentido y escuchado cada gemido de Pete, cada palabra, cada respiración, cada caricia, aquella noche había sentido algo más.

Nunca había llegado a sentirse de esa forma con alguien más. Nunca lo había entregado todo como en esa noche.

Nunca le había entregado todo a alguien. A nadie. Y es que nunca había sentido esa necesidad de tener a alguien consigo todo el tiempo, porque nunca había sentido que necesitaba a una persona.

Porque con el simple hecho de que Pete le dijera que quería irse con él, con eso se había sentido diferente, le había hecho reaccionar.

Le habían dado unas inmensas ganas de decirle que él también quería que se fueran juntos, pasara lo que pasara, porque nunca permitiría que ningún imbécil lo tocara.

Porque Pete ya era suyo.

Porque definitivamente lo sentía así. Suyo. Y porque esa noche, había hecho el amor con el. Y eso solo significa una cosa.

Una cosa que tenía que decírsela cuanto antes.

Stockholm Syndrome •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora