Pete miraba por la enorme ventana que se extendía en el departamento. Se encontraba solo. Al parecer él se había ido hace bastante tiempo.
¿A dónde iba cada mañana? Después se encargaría de preguntárselo. Esa mañana había amanecido de otra forma. Más feliz. Sin ganas de pelear. Era otro, definitivamente.
Con el simple hecho de recordar la noche anterior, con solo ponerse a pensar, en cómo es que Vegas le había tratado.
Le erizaba la piel por completo. Había sido diferente que la primera vez que tuvieron sexo.
Lo había sentido más dulce. Como si no viniera de él, o como si viniera de un Vegas que solo Pete podía llegar a conocer.
¿Era posible? O solo ¿se lo estaba imaginando? Joder, todo esto le hacía estremecer el estómago, se le erizaba la piel de tan solo pensar en la posibilidad de que Vegas podría sentir algo más.
De pronto, alguien tocó la puerta del departamento con fuerza.
—¡Abran la puerta!— gritaron desde afuera. A Pete se le heló la sangre. —¡Es la policía, que abran la puerta!— volvieron a gritar.
Los ojos de Pete se abrieron, atónito, tragó saliva.
¿Quién iba a decirlo? Hace unos días moría por irse de ahí, porque lo encontraran, por no volver a verlo nunca más. Y ahora, deseaba todo lo contrario.
La policía empezó a golpear la puerta. Dos. Tres. Cuatro veces. La madera maciza de esta empezó a quebrarse por en medio. De pronto ya no estaba solo en aquel departamento, si no que diez hombres, con armas en los hombros, le apuntaban el rostro.
—Pete— susurró uno de los policías. Al parecer, quien llevaba a cargo el caso de su búsqueda. —No te muevas.
—No hay nadie más aquí— murmuró. Y agradeció muchísimo que Vegas no estuviese en ese momento.
—¿Dónde está Theerapanyakul?— preguntó el oficial. Los otros oficiales bajaron la guardia al notar que Vegas no estaba con Pete.
—No lo sé, yo no sé nada de él— insistió Pete.
Y no les diría más. Pues no lo delataría. Jamás. No después de lo que habían pasado. De tantas cosas que por pequeñas que hayan sido, a Pete le parecían especiales.
—¿No vas a decirnos?— volvió a preguntarle el oficial. —Pete, nosotros somos los buenos hemos venido a ayudar, no sabes lo preocupada que está toda tu familia por ti ¿lo has pensado?
—Yo no sé nada de Vegas— Pete lo miró a los ojos. El oficial empezaba a enojarse.
Hizo unas cuantas señales a los demás oficiales, estos se colocaron estratégicamente en la ventana y otros en la puerta.
—¿Lo defenderás Pete? Defenderás a ese imbécil que te secuestro hace más de una semana ¿y que planea matarte?
Pete guardó silencio. "No Pete, tú confías en él, tú confías en Vegas"
—Increíble, veo que ese imbécil ha sido inteligente esta vez— le dijo el oficial. —Tanto que hasta has llegado a confiar en él.
Una pequeña oleada de tensión se pasó por su cuerpo. Ese estúpido oficial parecía conocer a Vegas más de la cuenta.
—Bien. No me dirás donde encontrarlo.
—No lo sé.
—Si, claro, claro— lo miró mal.
Estaba bien. No colaboraría. Pero al menos se enteraría de quién era Vegas Theerapanyakul realmente. De quién era el hombre de quién se había enamorado.
—Vamos a hablar y después de eso me dirás si sigues confiando en él.
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Los ojos los tenía humedecidos. Su corazón dolía. Necesitaba gritar. Se sentía como un idiota en todo eso. Uno más del montón. Otra víctima con la cual Vegas había jugado. Que había hecho perder la cabeza y que finalmente había terminado muerto en algún rincón del mundo. Olvidado.
¿Era eso lo que de verdad significaba para él? ¿Uno más? ¡No! ¡No! Mierda se pondría a llorar nuevamente.
El oficial le enseñó otra foto. Una foto más. Otra víctima. Otra historia. Otra aventura.
—Basta— le indico. A punto de romper en llanto. Tenía un nudo muy grande en la garganta. —Lo he entendido ¿vale? No me interesa a quién más haya asesinado Vegas me da igual, les juro que no sé donde podría estar en este momento— sollozo.
—Y nosotros confiamos en ti— el oficial intentó acercarse. —Lo vamos a atrapar de todas formas.
"Te odio" Pete recordó esas palabras en su mente. Cuanto le hubiera gustado sentir eso en ese mismo instante.
Odiarlo, odiarlo muchísimo para que así olvidarlo fuese más rápido.
¿Cómo había sido tan ingenuo como para enamorarse de él? Sí, enamorarse. Porque ahora era donde se daba cuenta. Estaba enamorado de Vegas.
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Vegas corrió hasta el edificio. Se le había hecho tarde. Pete seguramente ya estaría despierto, con ganas de desayunar, con ganas de verlo.
"¿De verme?" Se rio solo en medio de la calle. "¿Me habrá extrañado? Seguramente sí" susurró en su mente.
Al casi doblar en la esquina para llegar al edificio, divisó que toda esta, estaba llena de autos blindados.
Gente en el piso de su departamento siendo interrogada. Algo que él reconocería en todas partes.
"Damn it!" pensó. Se desvió en el camino. Lo habían encontrado. Habían encontrado su paradero, el suyo y el de Pete.
"Pete" pensó. Joder esto no podía estar pasando.
Y supo que solo tendría dos opciones.
Seguir, y desaparecer con el dinero, o quedarse, quedarse y no permitir que nadie le quitase a Pete. Su Pete. De él. Porque así lo sentía.
"Maldición, Vegas piensa, piensa en algo para sacarlo de ahí, no puedes dejarlo, lo necesitas, tú, lo amas".
El próximo capítulo es el final:)
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Stockholm Syndrome •VegasPete•
Ficção GeralCuando a Vegas Theerapanyakul, uno de los herederos de la mafia más peligrosos en todo Bangkok, le convocan para el "acto del siglo" no dudo ni un segundo en aceptar la oferta. Nunca pensó que ese suceso cambiaría su vida para siempre. Adaptación.