Winter and Spring | Larry Stylinson

Capítulo 8

Winter and Spring

Harry hizo su camino de vuelta a la habitación un poco cabizbajo, con menos ánimo y una tristeza un poco notoria pintando su rostro. En sus mejillas ya no se coloreaba ningún sonrojo y en sus ojos no había ningún brillo. Estaba triste.

Había ido ahí abajo para hablar con Niall, para decirle lo que había pasado y luego para repetir en voz alta que no debía hacerse ilusiones con la situación, para convencerse a sí mismo y quizás escuchar también de la persona que tantos consejos le había dado en el pasado, que seguir flotando encima de aquella nube era una mala idea porque la caída sería realmente dolorosa.

¿Cómo no iba a ser una mala idea? Estaban hablando del Rey. Estaban hablando del Rey cuando él era poco más que un sirviente, estaba embarazado y era solo un reemplazable ayudante en la cocina del castillo.

Era incluso osado creer que realmente aquello podía significar algo, cuando en absoluto era digno. ¿Qué estaba pensando? ¿Cómo siquiera se atrevía a imaginar que de aquello algo bueno podía resultar?

La verdad era el hecho de que Harry era demasiado inocente, demasiado soñador, no había maldad en él, no había malicia, por ende, no creía que los demás podrían mirarle con malos ojos, porque él no miraría con mal a nadie. Incluso si había sido lastimado y ultrajado en el pasado, él seguía teniendo un corazón enorme y puro, seguía confiando en las personas, seguía creyendo que la bondad era mucho más que la maldad. Por un momento de verdad creyó que podía enamorarse de un monarca siendo un sirviente y que nadie tendría una opinión cruel al respecto.

Observó al pequeño entre sus brazos y suspiró. Pensó también en qué si aquello se llegaba a saber, seguramente causaría un revuelo en la corte, pensó en los riesgos, quizás le echarían del castillo, le apartarían de Winter y él no quería eso en absoluto.

Era mejor solo olvidarlo, pretender que no había sucedido. Quizás incluso podría disculparse con el Rey, quizás decirle que deberían mantenerse un paso detrás del límite que habían cruzado.

¿Sería que el Rey querría lo mismo? Le habían dicho que tendrían una plática al otro día, ¿qué era lo que él iba a decirle? Harry no sabía si realmente quería o estaba preparado para escucharlo.

Con pesar se detuvo delante de la puerta de la habitación y cuando estiró la mano para sujetar la cerradura, ésta giró y se abrió antes.

Ahí estaba.

Impecable, majestuoso e imponente. De prendas finas, confeccionadas a su medida, colores vivos, los bordados de oro resaltando en el profundo azúl, combinando con sus ojos, brillantes y cálidos que expresaban la amabilidad que habitaba en su corazón. Barba recortada, pómulos finos, cabello bien peinado donde reposaba su corona, de fragancia profunda y embriagante. Elegante, poderoso, fuerte y guapo, muy, muy guapo.

El Rey Louis.

Harry perdió el aliento, por un momento se quedó completamente quieto y solo pudo mirarle con ojos grandes. ¿Cómo no iba a mirarle con amor? Si él se ponía delante suyo viéndose así. Tan injustamente perfecto.

—Harry, buenos días —el Rey le sonrió, haciéndose a un lado—. Pasa, por favor.

El menor obedeció de inmediato, entró en la habitación y pronto la puerta se cerró detrás de sí. Miró en todas direcciones, no había aún nadie presente, aunque la cama estaba hecha y las cortinas del ventanal que daba al balcón estaban abiertas, dejando entrar los rayos del sol que iluminaban completamente la habitación. En un rato más, seguro que aparecerían las doncellas con el desayuno.

—Su majestad —Harry se dio la vuelta, haciendo una suave reverencia cuando encontró de nuevo los ojos del Rey—. Buenos días.

—¿Dónde estaban? —él cuestionó, acercándose con su entera atención puesta en Winter, quién había empezado a removerse emocionado por la presencia de su padre—. Estaba por salir a buscarlos.