Capítulo 28

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Winter and Spring

Tan pronto Louis escuchó a Harry decir que su cachorro estaba por llegar, con expresión angustiada, ojos brillantes y una mueca de dolor, no dudó un solo segundo en cargarlo entre sus brazos y salir a toda prisa de la sala de reuniones. Su instinto protector le había hecho reaccionar con rapidez y caminó incluso si no sabía muy bien hacia a dónde dirigirse. Lo único que tenía presente era que debían atender a su omega y ese dolor, que se filtraba por su piel en feromonas intensas y sombrías que distaban mucho de las agradables y dulces que solían flotar a su alrededor usualmente, tenía que desaparecer.

No le gustaba ver a Harry sufrir y no le gustaba la sensación de tenerlo quejándose en sus brazos sin alguna posibilidad de hacer algo para ayudarlo.

—¡Por aquí, majestad! —Luke gritó con fuerza, hizo una ceña con su brazo y después apuntó con su dedo índice la dirección en la que debían ir—. ¡El salón de los médicos está por acá!

Louis ni siquiera prestó atención a su alrededor, sentía los músculos de los brazos tensos y su corazón latía a toda prisa dentro de su pecho. Le costaba respirar, pero no podría tomar un buen suspiro hasta asegurarse de que su omega estaba fuera de peligro.

—¡Llamen al fisiólogo Richard! —ordenó con impaciencia obteniendo rápidamente un asentimiento por parte de sus leales guardias. Escuchaba apresurados pasos detrás suyo, los jadeos de Anne y los murmullos de aliento por parte del rey Wilhelm en conjunto, pero nada podía distraerlo de su objetivo, no podía enfocarse en nada.

Nada más allá de su adolorido y nervioso omega, a quién cargaba en brazos de manera nupcial y gemía bajito mientras restregaba con desesperación su rostro contra su pecho buscando algún tipo de consuelo o alivio. Su mano se aferraba con fuerza sobre la tela que cubría su abultado estómago y su ceño se mantenía profundamente contraído. Louis le miró en un parpadeó, tragó saliva y afianzó mejor el agarre en su cuerpo.

—Estarás bien, omega —murmuró, dejó un rápido beso sobre el costado de su cabeza e intentó tomar un corto respiro—. Estarás bien.

Continuó caminando y atravesó con prisa en la última puerta del pasillo que habían estado recorriendo con euforia y rapidez. Solo él entró, pues era quien cargaba a Harry y todos los demás frenaron abruptamente en la puerta, lanzando solo miradas preocupadas al interior cuando un joven les impidió el paso.

El Rey fue recibido por un par de médicos, quienes parecían preparados y listos para atender cualquier emergencia, en cuanto lo vieron entrar ellos se pusieron en acción, trayendo instrumentos y demás cosas que iban a necesitar para atender la situación. Uno de ellos le señaló una pequeña cama al otro lado del salón, Louis quería que su omega diera a luz en el lecho, en ese lugar donde se sintiera cómodo, en su hogar, pero no estaban en casa y al parecer, ese era el lugar en donde iban a suceder las cosas. Se le apretó el corazón, pero avanzó con prisa hasta la pequeña cama y recostó a Harry con cuidado.

Su mano se estiró para acariciar la mejilla de su omega mientras le miraba con ojos grandes y la preocupación pintada en su rostro, le costaba respirar y sentía una presión casi dolorosa en el estómago. Harry se removió con incomodidad, negó un par de veces y apretó los dientes frunciendo el ceño al final. Seguro que le dolía muchísimo, y Louis no sabía qué era lo que tenía que hacer o cómo podía ayudarlo. Quería hacerlo, daría su vida por ello.

Apartó el cabello húmedo que Harry tenía adherido a la piel de su rostro y tragó saliva—. Estarás bien. Omega, mírame, estarás bien.

Pero Harry estaba demasiado hundido en la terrible presión dolorosa que le nublaba los sentidos como para poder hacer algo más que retorcerse y lloriquear. Había tenido presente que dar a luz dolería demasiado, pero nunca estuvo realmente cerca de imaginar cuánto. El dolor le hacía temblar y casi sucumbir ante la impaciencia, obligándole a apretar los dientes para evitar gritar como deseaba hacerlo. La tela de la ropa pegándose a su piel le molestaba, un calor similar al de un celo le recorría por debajo de la piel y sus músculos se tensaban con fuerza cuando intentaba hacer algún movimiento. Era insoportable, le desesperaba y no podía hacer nada más que dejarlo suceder, porque era la única forma de traer a su cachorro al mundo.

Winter and Spring | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora