𝚂𝚑𝚊𝚕𝚕 𝙽𝚎𝚟𝚎𝚛 𝚂𝚞𝚛𝚛𝚎𝚗𝚍𝚎𝚛 (𝙻𝚎𝚘𝚗 𝙺𝚎𝚗𝚗𝚎𝚍𝚢 𝚡 𝙾𝙲)

𝙴𝚙í𝚕𝚘𝚐𝚘

"Parte del viaje es el final."-- Tony Stark

2001

Chris Redfield estudió el mapa de la zona de nuevo. Según sus informantes, en aquel lugar alejado de la mano de Dios, quedaban aún vestigios de Umbrella, un lugar en el que seguían con los macabros experimentos de la compañía.

Pero ahí no había nada, solo pudieron encontrar una pequeña nave industrial completamente vacía. El frío se colaba por sus huesos mientras miraba a su alrededor, alterado, pues se había prometido acabar con Umbrella de una vez y para siempre, y para ello tenía que exterminar cualquier rastro.

-Seguiremos buscando- habló ante sus expectantes soldados.

-Pero señor... aquí no hay nada- replicó uno de ellos.

El imponente capitán dio un paso hacia él, intimidante.

-Obedece, soldado.

Abrió los ojos, aturdida. Fue capaz poco a poco de percatarse de su alrededor, pero un enorme símbolo rojo y blanco llamó su atención por encima de todo lo demás.

-¿Umbrella?- murmuró, reconociendo la farmacéutica que se asentaba en su ciudad.

Le dolía la cabeza, todo daba vueltas mientras intentaba incorporarse. Pero algo se lo impidió, y bajó la mirada, esperando cualquier cosa menos eso.

Ahogó un grito de horror al ver sus brazos, completamente cubiertos por varias agujas que le insuflaban un extraño líquido. Comenzó a forcejear con las correas que la mantenían presa, logrando finalmente liberar una mano, usándola para liberarse del todo.

Con el corazón en un puño se incorporó sobre la cama. Miró a su alrededor, intentando ubicarse, pero solo había oscuridad y silencio, aumentando su miedo.

Con cuidado saltó al suelo sobre sus pies, pero perdió el equilibrio al instante y cayó de bruces. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver sus brazos y piernas completamente esqueléticas, sus huesos se marcaban demasiado, no había prácticamente carne que los resguardase.

-¿Qué me ha pasado?- sollozó, encogiéndose sobre si misma.

No se movió al escuchar unos pasos acercándose hacia ella, pero reaccionó ante los gritos.

-¡Ha escapado!

Entonces, varias personas vestidas con batas blancas la rodearon, comenzando a tirar hacia ella para devolverla a la camilla.

-¡No! ¡Dejadme! ¡Por favor!- gritaba a todo pulmón, ignorando la sequedad de su garganta y el ardor que aquello le producía- ¡Ayuda!

Otros pasos más pesados llegaron a ella.

-Todo el mundo quieto- escuchó una voz grave, autoritaria.- Las manos arriba y ni un movimiento. ¡Vamos!

Las manos la dejaron libre, cayendo de nuevo al suelo, rodeada por aquellas personas.

Mantuvo la cabeza gacha mientras oía a aquel hombre acercarse a ella, apartando a los doctores y agachándose a su altura. Ella temblaba como una hoja cuando él comenzó a hablar.

-Estás a salvo- la autoridad de su tono había desaparecido, dando lugar a uno más suave y calmado.

La chica alzó la mirada, dejando ver unos ojos esmeralda, demasiado grandes comparados con su rostro demacrado.

-Me llamo Chris Redfield- siguió él.- Tienes que venir conmigo, te cuidaremos- alzó una mano hacia ella, dejándola en el aire, expectante.

La morena alternó la mirada entre el hombre y su mano, indecisa. Alzó la cabeza, viendo a los hombres de bata siendo llevados fuera por otros como el que había ante ella.