Capítulo 2

659 109 86
                                    

Pete POV

Hacía exactamente un mes había despertado en una cama de hospital, estaba aturdido, me dolía la cabeza y tenía la vista nublada, fue como despertar de un sueño justo cuando estás a punto de caerte de un enorme edificio, solo podía recordar la sensación que me llevó a abrir los ojos, el resto estaba en blanco.

El aroma en la habitación tenía las notas del más exquisito chocolate amargo, mi cerebro confundido por el mismo escenario no entendía como una habitación tan pulcra como esa podía oler a una panadería francesa, resultaba gracioso al mirar atrás, no sabía ni mi propio nombre, pero se me hizo agua la boca imaginando el local preciso donde alguna vez atrape ese aroma por primera vez.

Aparté de un silencioso jadeo al tratar de moverme demasiado rápido, no tuve mayor reacción, mi cuerpo magullado estaba en calma, aun cuando sabía que debía alarmarme por no poder leer los carteles en la puerta y no entender las letras en las máquinas a mi lado, me mantenía inmóvil, tratando pobremente de adivinar lo que había sucedido para que estuviera ahí.

Fue hasta que traté de levantar uno de mis brazos que noté el peso sobre éste y un perfecto extraño apareció en mi radar, tenía las ojeras marcadas, el cabello alborotado y los labios resecos, dormía plácidamente con la cabeza sobre la unión de nuestras manos, sentado en una silla al lado de la camilla, no sabía su nombre, ni qué parentesco había entre nosotros para que estuviera velando mi sueño. Lo único de lo que estaba seguro era que ese aroma en la habitación, venía de él.

El movimiento de mis brazos lo hizo despertar, no dije nada, lo miré levantarse y acostumbrar la mirada a la luz blanca sobre nosotros, al soltar mi mano para sacudirse el rostro mi cuerpo reacciono con nerviosismo, los ruegos que pedían no me soltara se quedaron atrapados en mi garganta convirtiéndose en un chillido extraño que lo hizo detenerse. Al mirarme y notar mis ojos abiertos su rostro, que apenas unos segundos estaba tan gris como las paredes, se iluminó.

―Despertaste. ―suspiró a punto de sollozar y su mirada se llenó de alivio.

Era el primer recuerdo vivido en mi memoria, solía pensar en ello a menudo cuando su cercanía me erizaba la piel o cuando las pesadillas de imágenes de un pasado lejano me agobiaban sin piedad. Era curioso como era capaz de confiar ciegamente en un sentimiento tan primitivo como lo era la calma que traían las feromonas de un compañero y al mismo tiempo pasarme el día preguntándome si el hombre ocultó en la oscuridad de mis sueños era él, era un fastidio no poder oler nada en mis alucinaciones nocturnas, haría todo más sencillo.

Después de qué Vegas se fue al trabajo me quedé al cuidado de la ama de llaves, con su cabello perfectamente lisado hasta las caderas y ojos penetrantes que sentía podían leer mis pensamientos, Ji-hye, sabia y prudente, al menos eso decía internet que significaba su nombre. Nacida y criada en Corea del Sur, veintinueve años, genero beta, estudio en escuelas privadas toda la vida y había trabajado con familias adineradas de todo el país, había leído expediente en el cajón de la derecha de la cama en la habitación de Vegas.

A veces me preguntaba como una mujer tan preparada aceptaría un trabajo de ama de llaves, pero ella solía restarle importancia repitiendo siempre la misma respuesta.

―El señor Theerapanyakun quiere que tenga los mejores cuidados durante su embarazo, por eso me contacto. ―miré el plato de vegetales hervidos que tenía enfrente con poco entusiasmo, se suponía que una de las ventajas de estar embarazado era poder comer lo que quisiera y en definitiva no quería esto.

― ¿Tenemos ramen? Quisiera un plato del más picante y un huevo frito. ―musité levantando la mirada, no valía la pena hacerle más preguntas, era como una bóveda cuando se trataba de dar explicaciones.

Same old loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora