Capítulo 20

558 64 20
                                    

Kim POV

La casa de Macao estaba a las orillas de la ciudad, no era tan grande como la nuestra, pero era bastante obvio que una familia adinerada vivía ahí, tenían seguridad en la puerta y un enorme jardín que su madre había cuidado desde el primer día en que se mudaron, las habitaciones, aun cuando eran sencillas, también tenían pequeños toques que te recordaban que cada cosa ahí costaba una pequeña fortuna.

La verdadera diferencia entre su estilo de vida y el mío, era que en su familia se adoraban entre ellos, su madre era el pegamento que faltaba en la mía, tan cálida y dulce, siempre olía a toques de jazmín, si pudiera elegir una figura materna en mi vida, la habría descrito a ella. Solía compra un pastel para mi cumpleaños y enviaba un regalos para mí y para Khun cada navidad, sabía por Macao que cuando era pequeño le leía antes de dormir, cantaba en la cocina mientras preparaba la comida, tarareaba al arreglar su jardín y no hubo un solo evento escolar en el que ella no estuviera, al menos no hasta que falleció repentinamente.

No me gustaba pensar en esa noche, la idea de haber participado en la muerte de una persona tan especial como ella, me revolvía el estómago, me repetí una docena de veces que en realidad nunca quise herirla, que habían sido los guardaespaldas quienes tomaron esa decisión por su cuenta, pero al final, siempre terminaba aceptando que, si yo no los hubiera enviado a buscarla, ella seguiría viva.

Después de su muerte, desarrolle una gran laguna mental, sé que estuve en el funeral, igual que todos en mi casa, pero sencillamente no tenía recuerdos de aquel día, ni de las dos semanas siguientes, fue como si me hubiera quedado dormido y despertara quince días después. Macao me llamaba sin cesar, necesitaba un amigo a su lado en ese momento, pero yo no podía ser eso para él sabiendo que todo era mi culpa, leía y escuchaba sus mensajes, solo no respondía a ninguno de ellos, no me atrevía a verlo a la cara, mucho menos a escuchar su voz, temía que en cuanto me mirara directamente a los ojos, sabría que había sido yo o que mi propia culpa me haría hablar más de la cuenta, como fuera, no tenía el valor de arriesgarme.

Apenas regresó a la escuela comencé a evitarlo en persona, buscando salidas rápidas cuando se acercaba a mí y cambiando mis horarios para no encontrarme con él en clases, porque incluso los breves instantes en los que nuestras miradas se encontraban resultaban dolorosos, no podía ni imaginar lo que sería hablar con él.

Pasaron años en que no hablamos y nuestras interacciones se convirtieron en miradas penetrantes de un extremo de la mesa al otro, mientras Kan y Korn peleaban por acuerdos de negocios, sus ojos negros rebuscaban en el fondo de mi interior, haciendo preguntas que nunca respondí en voz alta y lentamente nos convertimos en dos extraños que se conocían a la perfección.

Él paso de ser un alfa adolescente que coqueteaba por ahí, a acostarse con todas las personas a su alrededor, omegas, betas, alfas, no importaba el primer o segundo género, la mitad de las personas en la escuela eran sus amantes de paso y la otra mitad esperaba su turno. En mi caso, perdí la virginidad con un omega de la clase de literatura, no recordaba su nombre, tan solo que tenía ojos azules, venía del extranjero y su familia se mudó antes de que alguien se enterara de lo nuestro, tuve breves relaciones durante la preparatoria, nada fijo o permanente, tan solo rostros bonitos con el género correcto, al final siempre terminaba yendo a casa para lavarme y quitar el aroma de otras personas de mí.

El sexo se convirtió en una pesadilla que me mantenía en vela por las noches, todos lo disfrutaban, era divertido o significativo, si tenías suerte era ambas cosas. Para mí era una obligación, algo que debía cumplir para mantener la imagen de un alfa joven rodeado de omegas que le rogaban atención, ya tenía suficiente con los rumores sobre Macao y yo que parecían no desaparecer jamás, si decía que no la suficiente cantidad de veces, volvía a oírlos murmurar a mis espaldas y lo que era peor, al llegar a casa escucharía a mi padre quejarse de lo mismo durante horas.

Same old loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora