VI: Querida noche buena p.2

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Damiano y yo cenamos, hablamos un rato de la vida y luego nos tumbamos acurrucados en el sofá. La noche es perfecta. Al menos para mi.

-Voy a fumar.- Me avisa Dam.- ¿Quieres un porro?

-Hace mucho que no fumo.- rio.

-¿Pero quieres?

-¿Me lo lías tú?- Puse cara de perro abandonado. Asintió con la cabeza.- Gracias.

Se levantó y fue hacia su mochila que estaba en el suelo al lado del sofá. Agarró su estuche del tabaco y se sentó de vuelta a mi lado. Miré cómo los liaba y también (aunque tampoco quiera admitirlo demasiado) le estaba mirando a él.

-¿Que has echo hoy? Cuéntame algo preciosa, si no se me hace aburrido liarlos.

-Mi vida es igual de aburrida que siempre, más incluso. Vivo sola, no salgo...

-Bueno, si te sirve de algo yo también estoy igual.

-Mentira. Tienes pareja, de algo tiene que servir.- Al soltarlo, observé su rostro. Estaba serio y di por echo que era porque había mencionado a Giorgia. Estamos bien, muy bien, pero nunca hablamos de ese tema, de echo desde que se estabilizaron un poco las cosas no hemos querido hablar de eso por si se vuelven a estropear las cosas, así que si en algún momento se llega a hablar de algo relacionado con el tema es bastante incomodo. Aunque en realidad, parandome a pensar, estaría bien que, ahora que estamos a la perfección, concretaremos como estamos y dejáramos de lado cualquier mal rollo.

-Oye Dam.- Le avisé.- Creo que a pesar de que haya pasado tanto tiempo desde entonces, hay cierta tensión cuando se habla de esto. Siento que esto es un tema tabú entre nosotros...

-Sinceramente Alda, es porque me avergüenza. Lo siento, me arrepiento de todo lo que hice en su momento y aunque no lo parezca, me duele convivir con ello todos los días. Cuando estoy con Giorgia, a veces, pienso mucho en eso y en ti. Pienso en porque lo hice, sabiendo de sobras que os hacía daño a las dos.- Por unos momentos, me miró tristemente, tras ellos, devolvió la mirada a los porros que estaba liando.

-Damiano. Estás en una relación estable desde hace mucho. Es normal que en algún momento quisieras descubrir otras cosas, nuevas y diferentes. Así que no te tortures con eso, porque creo que tanto Giorgia como yo, lo entendemos de sobras. Y por mi no te sientas mal porque entiendo porque lo hiciste, y el hecho de que te quiera tanto compensa cualquier sentimiento negativo que tuve en aquel momento.

-Gracias Alda. Por todo; por entenderme; por cuidarme; e incluso simplemente por estar aquí ahora. Aunque tal vez no lo parezca, has cambiado mi vida radicalmente.

-Te quiero Dam, y sabes que haría cualquier cosa por que seas feliz.

-Lo se. Y ten.- Extiende el porro hacia mi.- Antes de que nos pongamos muy sensibles.

Ambos nos reímos y nos encendimos los porros. Hacía demasiado que no fumaba, no estaba para nada acostumbrada. Así que cuando di la primera calada no pude evitar toser. Damiano, como siempre, se rió de mi. Aunque a las dos caladas dejé de toser.

-¿Cuanto hace que no fumas?

-Uff no se... Pero esto sube mucho.- Le contesto algo mareada. No es mentira, ya me está subiendo.

-La falta de costumbre, es normal. Pero si lo llego a saber a penas te doy un piti.- Bromea.- Al final vas a acabar más drogada que Pepe el pollo.

Me río, y mucho. Solo es un chiste pero el porro no ayuda demasiado. Me siento en ese punto de la droga de la risa floja, el cansancio físico, deseo de la primera persona que ves...

Y en mi caso la primera persona que veo es Damiano. Y sí, le tengo ganas. Aunque en eso no solo influye la droga...

-¿Más drogada que Pepe el pollo? ¿En serio Dam? Tal vez eres tú el que debería dejarse llevar.

-¿Insinuas algo?- Levanta una ceja, mirandome fijamente. Y no se si es de forma seria o pícara. Aún así, ¿voy a arriesgarme? Quien tenga miedo a morir que no nazca.

-Tal vez.- Su mano agarró mi cintura y tiró de mi hacia él.

Sus labios no tardan en unirse con los míos. Un beso fuerte y deseoso, que me hizo soltar un gruñido de entrada. Extrañaba a Dam, sin duda.

Me posicioné sobre él, frotando mi pelvis contra la suya, en un vaivén lento, rodando a la vez, mi pecho contra el suyo.

En cuanto sentí su lengua enlazarse con la mía, basculé la pelvis contra él, contra su cuerpo. Ese que tanto me gustó desde que vi por primera vez, el que tanto deseaba y el que daría tanto por sentir a diario, porque fuera mío...

Cuando ya no podíamos ir a más indirectamente, cuando sus manos ya habían recorrido todo mi cuerpo varias veces, estuvimos un rato sin hacer nada más allá.

-¿Puedo?- preguntó por fin.

-Ya tardabas en hacerlo.- Gruñí contra su boca.

Su mano, que estaba sobre una de mis nalgas, se deslizó hacia abajo, dentro de mi pantalón de pijama. El contacto de su mano sobre mi piel, me hizo estremecer. Sus dedos jugaban con la tira de mi tanga; la apartaba, pasaba sus dedos por debajo, y tiraba de ella para hacerme sentir más placer.

Una de mis manos estaba sobre su hombro, mientras que la otra acariciaba su cabello desde la nuca.

Sus dedos recorrieron mi muslo hasta llegar a mi intimidad. Sus dedos rozaron mi mayor punto sensible y me acarició lentamente. Llendo a más metió su mano dentro de mi ropa interior, y así hizo que me perdiera por completo. Que me enamorara de sus dedos, y de todo su ser cuando me hacía el amor. 

Maneskin 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora